Nº 2104 - 30 de Diciembre de 2020 al 6 de Enero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAnnus horribilis es una expresión latina utilizada tradicionalmente cuando al finalizar el año, las cosas no han salido como se esperaban. Aunque la frase tiene un origen más remoto, fue popularizada por la reina Isabel II de Inglaterra, en 1992, en el 40º aniversario de su coronación, aludiendo a ciertos episodios escabrosos que involucraron a varios miembros de la familia real, y a un incendio de proporciones en el Castillo de Windsor, una de sus principales residencias, ocurrido pocos días antes de ese discurso de fin de año. Ese calificativo también fue usado en el año 2004, por el entonces secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan en el balance de su gestión anual y, unos años después, por buena parte de la prensa española en referencia a una serie de desventuras de la realeza de ese país.
Lo anterior viene a cuento porque (aún sin atrevernos a usar ese calificativo) no puede caber duda alguna de que lo ocurrido en este año que culmina en unas pocas horas, ha presentado una de sus caras más aciagas, como consecuencia del inesperado surgimiento de una pandemia que ha esparcido su virulento e impiadoso potencial por todo el universo; y —en lo que en concreto nos concierne— alterado de manera dramática el normal desenvolvimiento de toda la actividad deportiva.
En lo que hace a nuestro fútbol, en un balance de lo que fue la actual temporada, nos encontramos con que solo pudieron culminarse la Supercopa y el Torneo Apertura, en tanto que quedó trunco el Intermedio (del que aún resta disputar el partido final entre Nacional y Wanderers) y ha debido diferirse para el año que viene la disputa íntegra del Torneo Clausura, sin que aún se sepa a ciencia cierta cuándo y cómo habrá de jugarse. Y todo ello con la exótica particularidad de que la actividad se vio de hecho suspendida durante varios meses, de modo que en rigor hubo dos etapas bien distintas, en lo que hace al rendimiento de los equipos participantes. Es también cierto que por esa imprevista suma de circunstancias aún no se sepa qué equipo ha sido el campeón de esta temporada accidentada, al tiempo que paralelamente haya quedado de manifiesto la grata particularidad de que dos equipos de los denominados “chicos” (Liverpool y Rentistas) se quedaran con los únicos dos torneos que pudieron culminar, y que sea también posible que ambos —o también algún otro— puedan aparecer terciando en la futura dilucidación de lo que aún resta por jugarse.
Ya hemos analizado en la serie de columnas que han precedido a la presente, lo relativo al dispar rendimiento de los dos equipos grandes, tanto en el ámbito interno como en la actividad internacional. En ambos, ha sido Nacional el que ha tenido un mejor desempeño. En lo local, ello queda plenamente de manifiesto si se toma en cuenta la sensible diferencia de puntos en su favor en la Tabla Anual. Ello, a pesar de que defeccionó en los partidos definitorios de los dos torneos que pudieron culminar, los que —como viene de decirse— quedaron en manos de dos equipos chicos. Asimismo, un declive sensible en su rendimiento en el último tramo de la actividad hizo que la muy amplia ventaja que le llevaba a Peñarol (en lo que incidió su reciente derrota clásica) se viera bastante disminuida. En cuanto a la actividad internacional, tuvo el mérito de llegar a octavos de final en la Libertadores, aunque estuvo muy lejos del rendimiento necesario para acceder a la siguiente fase.
Peñarol, en tanto, ha sido muy irregular en su rendimiento a lo largo del año, sin lograr una relativa estabilidad en su juego. En lo que sin dudas han influido las variantes en la conducción técnica y la transferencia al exterior de algunos de sus mejores futbolistas. Aunque en este último tramo sumó algunas victorias significativas (el clásico, entre ellas), aún sigue lejos en la Anual y deberá jugarse toda su chance en el próximo Clausura. Y —tal como ha sido la constante en lo que va del siglo— se quedó con las manos vacías en el plano internacional.
Curiosamente, las directivas de las dos instituciones están en estos momentos abocadas a la designación del técnico de su plantel principal. Y, al momento de entregar esta columna, no hay ningún pronunciamiento oficial a ese respecto. En tiendas tricolores, la continuidad de Giordano aparece como la opción más clara. Aunque no existía una conformidad plena con su labor durante su interinato (tras un comienzo auspicioso, los últimos reveses, tanto en el plano local como en la Libertadores, le hicieron tambalear), se piensa que su conocimiento del plantel y la proximidad de la reanudación de la actividad —con la final del Intermedio a la vista— son puntos que juegan a su favor. Sin embargo, la reciente renuncia de un viejo conocido de la casa como Eduardo Acevedo a su cargo de técnico de la Universidad de Concepción, puede ponerlo en carrera. Aunque no por ahora, ya que por imperio de las exigencias sanitarias en vigencia, no podrá regresar al país con la suficiente antelación para encarar esos inminentes compromisos. Por tanto la elección de Giordano podría tomarse como una continuidad de su actual interinato como técnico, sujeto pues a los resultados que puedan lograrse en estos primeros compromisos del año próximo.
Por el lado de Peñarol, es probable que la definición del tema se dilate algún día más. Tenemos entendido que, en principio, se había pensado en Gustavo Poyet, quien incluso había manifestado su disposición para volver a nuestro país (y que al parecer tenía el visto bueno de Pablo Bengoechea). Sin embargo, la idea no prosperó por las actuales dificultades para que sus colaboradores extranjeros pudieran ingresar al país con la suficiente antelación al reinicio de la actividad (cuando —como bien se sabe— la obtención del Clausura es vital para la suerte aurinegra). Esta misma circunstancia es la que circunscribe el círculo de posibles candidatos a profesionales que ya estén en nuestro medio y que conozcan al actual plantel. Y con preferencia, que ya hayan tenido algún vínculo con el club, tanto como jugador o como técnico. Y hay muchos y muy calificados que reúnen ambas condiciones (incluso, el autoproclamado Saralegui, cuyas deprimidas acciones subieron bastante después de sus tres últimas victorias al hilo, con el clásico incluido).
Seguramente estos últimos días del año develarán quiénes serán los técnicos de los dos equipos grandes. Pero ¿quién se anima a vaticinar qué pasará el año que viene con la actividad deportiva? ¿Podrá disputarse en la forma prevista, cuando la situación sanitaria del país se deteriora día tras día? Esperemos sí que el que viene (vacuna mediante) no sea tan horribilis como este que está a punto de concluir.