Un buñuelo para el escurridizo Pereira

Un buñuelo para el escurridizo Pereira

La columna de Gabriel Pereyra

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Nº 2139 - 9 al 15 de Setiembre de 2021

En los últimos días ocurrieron dos hechos policiales que parecen no tener relación, pero que, en cambio, tienen un profundo vínculo.

Por un lado, el delincuente Hugo Pereira se fugó del ex-Comcar y provocó una crisis política, más que por la fuga, por las contradicciones y devaneos en que incurrió el ministro del Interior, mal asesorado por civiles y policías que lo rodean. Por otro lado, en San Carlos cuatro hombres vestidos como policías acribillaron al narcotraficante Nelson Correa, conocido como el Buñuelo. Aunque ya había perdido a cinco hermanos bajo las balas de bandas rivales, el Buñuelo no aprendió la lección y se quedó o no pagó un cargamento de cocaína que llegó desde Brasil enviado por el grupo Os Manos, que actúa en la frontera en una especie de franquicia cedida por el Primer Comando da Capital (PCC), con base en San Pablo, considerada hoy la organización criminal más poderosa del continente.

¿Cuál es el vínculo que pueden tener ambos hechos?

La fuga de Pereira vuelve a poner sobre la mesa el tema de las cárceles y, según como se haya fugado, de la corrupción policial. Son dos temas que he tratado profusamente en este espacio. La corrupción policial es uno de los datos realmente relevantes de la seguridad pública, que puede persistir en el tiempo y provocar efectos y consecuencias más profundas que saber si los delitos aumentaron o bajaron, asunto en el que los políticos se suelen enfrascar.

Las cárceles uruguayas no solo están entre las peores del mundo, un lugar sin esperanza de redención ni rehabilitación, potenciadora del odio, sino que además son base central de grupos narcos cuyos jefes manejan desde ahí negocios y deciden quién vive y quién muere, dentro o fuera de la prisión. Se habla mucho y no solo no se hace nada, se hacen cosas y se votan leyes de corto vuelo que empeoran la situación carcelaria.

El PCC, una mafia internacional como nunca tuvimos una tan cerca y operando cada vez más fuente en territorio uruguayo, nació en una cárcel paulista. ¡Oh, casualidad! El origen: las condiciones infrahumanas en que vivían los presos. Debió pasar un tiempo para que la organización deviniera primero en grupo asaltante de bancos y luego en cartel de la droga bajo el mando del popular Marcola; lo primero fueron las condiciones carcelarias tras la masacre de 111 presos en la cárcel de Carandirú, que actuó como disparador. El sistema reaccionó a la fuerza: las muertes bajaron a un mínimo en las cárceles de Brasil por donde se expandió rápidamente el PCC e incluso los homicidios bajaron en la propia ciudad de San Pablo, porque a los delincuentes ya no los perseguía la policía, sino que los lideraba el PCC.

Este grupo devenido en cartel (nombre que se le da a una organización que tiene bajo su égida todo el proceso, desde la producción hasta la venta de drogas) ya está presente en las cárceles uruguayas. Lo que no sabemos es cuándo darán la orden de parar todo e incendiar el sistema, como ocurrió en marzo de 2006, cuando ante una orden surgida de las cárceles, miles de soldados del PCC produjeron una revuelta que incendió comercios y sedes policiales, asesinó a policías y civiles y dejó desiertas las calles de esa ciudad brasileña de 13 millones de habitantes.

Con el PCC organizado, un día las cárceles no se quejarán por dentro, bramarán por fuera. Todo llega.

Pero, por otra parte, si situaciones como esta las vamos a enfrentar con una policía mal armada, mal preparada y además con focos de corrupción importantes, entonces los bandidos tendrán estratégicos aliados dentro del Estado.

Por años los principales oficiales de drogas, con el extinto Julio Guarteche a la cabeza, tenían una obsesión: no dejar instalar un grupo narco extranjero en territorio uruguayo.

A diferencia de los narcos colombianos, mexicanos, venezolanos y croatas que fueron apresados y que solo pensaban en usar a Uruguay como trampolín para enviar la cocaína a Europa, el PCC tiene otras ideas.

La revista InSight Crime informó que las autoridades brasileñas alertan que el PCC busca instalarse en Uruguay a través de sus filiales en la frontera como Os Manos y hacer del Puerto de Montevideo su lugar de trasiego hacia Europa.

Sería un nuevo salto cualitativo en el avance del narcotráfico en el país. Y si hoy las cárceles juegan un papel en el esquema del negocio criminal fuera de los muros de la prisión, imaginemos lo que sería si el PCC se hace fuerte y empieza a decapitar a todo preso que no esté con él. Y cuando sean todos, habrá una importante cantidad de bandas locales cuyos líderes en prisión pasarán a trabajar para el PCC y a hacerle todos los mandados que necesiten. ¿Sicariato? No tenemos idea aún de lo que puede llegar a ser. Y si enfrente estas bandas lo que tienen es un sistema policial corrupto, una Aduana corrupta y una Prefectura corrupta, entonces el Puerto de Montevideo entrará en las listas negras de la DEA y cada contenedor que llegue de aquí deberá ser virtualmente desarmado como un Lego.

Podemos asumir el problema en toda su dimensión para no dejar de herencia tanto desastre y violencia, o podemos hacer la del Buñuelo, que se creyó inmortal y terminó haciendo honor a su apodo: quedó frito.