Nº 2088 - 9 al 15 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEntre las muchas definiciones de lo que se entiende por proyecto, una de ellas —la que creemos más apropiada para esta ocasión— dice que es “una idea que se tiene de algo que se piensa hacer y cómo hacerlo”. De lo que se extrae, sin duda alguna, que un elemento necesariamente ínsito en cualquier proyecto es la fijación de un cierto tiempo apto o necesario para que esa idea pueda concretarse, tal como ha sido concebida. Algo que, por lo general, queda expresa y previamente estipulado, conforme a las necesidades de quien lo requiere o a las posibilidades de quien lo ha propuesto. Ahora bien: si ello es lo habitual en ciertos ámbitos o actividades, no ocurre lo mismo en el fútbol, en donde —como habitualmente se dice— “los resultados mandan”. Y eso es lo que acaba de suceder con el abrupto cese de Diego Forlán como técnico de Peñarol, dispuesto días atrás por la directiva aurinegra (o más bien por su presidente Jorge Barrera, como ha quedado de manifiesto).
¡Ya lo dijimos en nuestra última entrega! Los fríos números de la campaña del depuesto técnico no le ayudaban en nada: apenas tres victorias en nueve partidos jugados en el actual torneo. Ni tampoco lo mostrado por el equipo en sus últimas presentaciones y en especial en su postrera derrota ante Wanderers. También debe haber pesado en dicha decisión la lejanía con la punta de la tabla, a pocas fechas de la culminación del Apertura; y más aún, estar cuatro puntos abajo de Nacional, cuando al reanudarse el certamen le llevaba dos de ventaja. “Me encantaría tener un equipo que juegue bien al fútbol”, había expresado Diego al asumir, pero lo cierto es que fue una aspiración no concretada.
Sin embargo, si se repasa el anuncio de la dirigencia aurinegra al optar por Forlán, se advierte que existía allí una propuesta que la sedujo y que apuntaba a algo más que a la puntual conquista del actual certamen (que no deja de ser el primero del año), y más acorde a su muy peculiar condición: la de ser un exfutbolista que había jugado en el más alto nivel en equipos de gran prestigio en el mundo. Simplemente, se trataba de volcar en nuestro medio esa incomparable experiencia que recogió junto a los grandes y exitosos técnicos que lo habían dirigido en todos esos años, más allá de que recién se estaba estrenando en esta tan dura profesión. Algo parecido a la experiencia —también frustrada— de Gustavo Poyet hace ya unos cuantos años cuando de regreso a nuestro país quiso volcar todo el bagaje de conocimientos acumulados en su exitoso periplo como jugador en el fútbol europeo.
Pero ¡volvamos a lo del principio! Lo que Forlán le estaba ofreciendo a Peñarol —y a su dirigencia le convencía— era un proyecto. Es probable que sin un plazo estipulado, pero supuestamente no con una duración tan exigua como la que al final tuvo (de febrero a la fecha solo transcurrieron siete meses, aunque con un inesperado interregno de cinco, por la pandemia). Y es ese proyecto el que ha quedado arrumbado a la vera del camino, ante una alternativa cortoplacista y de problemática concreción, por cuanto aún luego de su última victoria la chance aurinegra en este Apertura sigue siendo remota.
Según lo que ha trascendido, el plan que quería desarrollar Forlán apuntaba a acentuar el desarrollo de la cantera del club (que ya venía dando buenos frutos en estos últimos tiempos), razón por la cual había pedido solo cuatro refuerzos (el húngaro Vadócz, Robert Herrera, Juan Acosta y Jonathan Urretaviscaya; este último la mejor carta a que apostaba el técnico, pero que casi no pudo utilizar). A los demás los trajo la directiva; la misma que no atendió su último y tardío reclamo para incorporar otro hombre de área, cuando les advirtió que al equipo “le faltaba gol”. El tiempo se le había agotado; y también al presidente Barrera, para cumplir, antes de concluir su mandato, su viejo y confeso anhelo de traer como técnico a Mario Saralegui. ¿Y el proyecto?: “Al tacho”, como siempre ha acontecido en nuestro fútbol, con la única excepción del actual proceso del Maestro Tabárez.
En cuanto al actual panorama, la suspensión de la etapa a mitad de la pasada semana le dio algo más de aire al nuevo técnico, de cara al partido frente a Liverpool. ¿Hubo algún cambio en relación con lo que se veía en la etapa anterior? Sí, y en un par de aspectos. El primero, de orden táctico, ya que optó por una media cancha menos poblada, con Trindade como único hombre de marca, acompañado de Christian Rodríguez en una tarea mixta de contención y armado ofensivo. A ello se sumó un planteo ofensivo con dos punteros abiertos, un Xisco mucho más participativo y un Terans picante, como principal carta ofensiva. Lo que también cambió fue el factor anímico (Saralegui conoce mucho de psicología), reaccionando bien y pronto cuando prematuramente estuvo abajo en el tanteador. En el juego en sí, Peñarol mostró dos caras. Una deficitaria en el plano defensivo (no solo en los goles del negriazul, sino en cada pelota que cayó en su área, donde ganaron siempre los rivales), y otra positiva, con la excelente producción ofensiva de David Terans, autor de dos golazos. Saralegui cumplió con la exigencia prioritaria, ganar los tres puntos, y habrá que aguardar si, con más días de trabajo, logra mejorar el rendimiento general de su equipo.
Al día siguiente, Nacional en un partido muy lindo de ver derrotó con justicia a un Cerro desafiante, aunque con un tanteador final exagerado. Los primeros minutos fueron de alto voltaje, con los dos equipos tendidos a fondo al ataque, pero tambaleantes en defensa, con los respectivos goleros “bancando” todo con formidables atajadas. Nacional logró por fin abrir el tanteador (con una excelente jugada colectiva), empató Cerro de penal y, cuando se esperaba un segundo tiempo de trámite equilibrado, el segundo gol tricolor de Pablo García inclinó la balanza en favor del tricolor, que literalmente lo “pasó por arriba” a su rival, que sintió en su físico el audaz despliegue de la primera mitad. Así fueron llegando los goles y el abultado tanteador final fue un castigo que el equipo albiceleste no merecía. Pensamos que fue el mejor partido tricolor que, paradojalmente, logra sus mejores momentos de fútbol cuando está ausente Bergessio, directo responsable de muchas victorias de su equipo. Más allá de esa fragilidad de la zaga, que la ya concretada vuelta de Corujo puede conjurar, Nacional fue contundente y jugó bien por pasajes, estando ya en la cúspide de la tabla de posiciones (o a un paso de ella, si es que Rentistas logra sumar en el “pico” del partido que tiene pendiente).