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    Un tango de novela

    Nº 2153 - 16 al 22 de Diciembre de 2021

    Hay tangos cuya trayectoria, desde su origen hasta alcanzar el éxito y la permanencia en el gusto de la gente, vive —no hay otra forma de decirlo— peripecias dignas de una novela bizantina con tintes melodramáticos.

    Si existe un caso paradigmático es El motivo.

    Fue el primero que escribió Juan Carlos Cobián, pianista nacido en Pigüé, que vivió en Bahía Blanca y se afincó adolescente en Buenos Aires, destinado a encabezar, detrás de Arolas y de Bardi, el paso inicial de la evolución del tango clásico.

    Ya en la capital porteña, en 1914, Cobián se ganaba la vida tocando en cines donde exhibían filmes sin sonido y en casas de baile como La Gallega Julia, donde creó El motivo, que, al llegar a oídos de Arolas, lo impulsó a apadrinar al joven creador, motivándolo a organizar, junto con el bandoneonista Gerardo Spósito y el violinista Julio Dutrey, un primer trío que le abrió otros escenarios. Con tal empuje, Cobián mostró claras influencias de la música clásica y del jazz, que también cultivó, pues era un músico de sólida formación, apartándose de lo criollo y de otros aportes —polkas, mazurkas, habaneras, zarzuelas, candombes y demás— que daban alimento al tango de principios de la Guardia Vieja.

    Años más tarde, en 1919, cuando ya tocaba gracias a Arolas en sitios de privilegio, apareció Alberto Novión, un sainetero de escaso vuelo, que lo convenció de integrar El motivo, con el nombre de Pobre paica y letra de Pascual Contursi, ambos sacudones que el autor aceptó a la búsqueda de una mayor repercusión, en la obra teatral El cabaré Montmartre.

    Pero los capítulos de esta novela no escrita siguieron: Pobre paica, cuya letra Contursi había escrito para un hombre, lo cantó Reneé Pocoví, una cantante y actriz irrelevante, pese a lo cual el público lo recibió con entusiasmo. Lo curioso es que, incorporado el tango a la historia que contaba el sainete, las heroínas, o sea la de la obra y la del tango, aunque protagonizaban la novedad para la época de que quien abandona es la mujer, quedaron expuestas en una contradicción: la de la obra, María Luisa, era una cantante de familia de clase media, impecable comportamiento, delicada y con sólida educación; por esas rencillas de tantas, se separa de su pareja, Rodolfo, sufre los avatares de la vida, pretende, luego de un tiempo de duelo sin actuar, volver al canto y no lo logra y termina su vida en una modesta pieza de pensión, sin champán ni fulgor, pero sintiendo el valor de la calidez de un verdadero hogar, porque allí la ha estado esperando su antiguo amor. Mientras tanto, la del tango tras los triunfos es traicionada, abandona a su compañero y culmina su existencia sola, en la pobreza, y ahogada en recuerdos, tristeza y llanto.

    El cabaré Montmartre fue destrozado por la crítica, aunque la parte musical siguió gustando a quienes asistían al teatro: también se cantaba en ese sainete otro tango, Flor de fango, de Gentile y Contursi, a cargo de María Luis Notar.

    Cuando Gardel grabó Pobre paica en 1920, poco antes de que la orquesta de Roberto Firpo lo llevara al disco, Cobián, frente al éxito de su tango, exigió su registro con el nombre original de El motivo y, enojado con Contursi, le pidió a Enrique Cadícamo, su más íntimo amigo, otra letra.

    Todo parecía inducir un escándalo judicial sin precedentes. Curiosamente, al menos la leyenda lo dice, fue la opinión de Gardel la que decidió el asunto, porque si bien aceptó volver a cantar la obra con el nombre inicial, se inclinó —una rareza, pues admiraba a Cadícamo, a quien grabó innumerables temas— por la letra de Contursi, obligando a retirar la otra.

    Quizás se entienda mejor este entuerto recordando algunos pasajes de ambos poemas:

    —Mina que fue en otro tiempo / la más papa milonguera, / y en esas noches tangueras / fue la reina del festín… / Hoy no tiene pa’ ponerse / ni zapatos ni vestidos, / anda enferma y el amigo / no aportó para el bulín (…) Y al pensar en tantas cosas / de aquellos tiempos pasados, / siente latir destrozado / su cansado corazón… (Contursi).

    —Como una flecha prendida / en lo más hondo del pecho, / tengo una queja escondida / y una lágrima en acecho (…). Hoy tu recuerdo me asalta / y aprieto en mis ojos el llanto. / Y sufriré para pagarte / lo tanto que te hice perder… (Cadícamo).

    Que cada quien saque sus conclusiones, aunque hoy y aquí a esa novela imaginaria la mayoría le ha escrito su final.