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    Un tango “raro”

    Nº 2175 - 25 al 31 de Mayo de 2022

    No es el único, claro, pero Tengo miedo, escrito en 1926, es uno de esos tangos que, al ser considerados, reserva unas extravagancias indisimulables, sea en la composición de su letra, su trayectoria exitosa y duradera y, en este caso, hasta una suerte de relación, al final imaginaria, entre Carlos Gardel y Julio Sosa.

    La música fue elaborada por el guitarrista José María Aguilar y los versos por un Celedonio Flores ya consagrado: antes, Gardel, y valga como ejemplo, le había estrenado Mano a mano en 1923 con una espectacular repercusión; en total le grabó 21 temas. Y el poeta, además, ya había creado Margot, su primera obra. Tengo miedo fue dedicado precisamente al zorzal criollo; sin embargo, por razones que hasta hoy se ignoran, este lo llevó al disco recién en 1928 —primero en París y luego en Buenos Aires— y el estreno correspondió a Rosita Quiroga dos años antes. Está claro que Gardel lo tuvo entre lo más destacado de su repertorio y en 1931 este tango figuró en la serie de filmaciones sonoras iniciales que protagonizó, realizada por Eduardo Morera y calificada como “los primeros videoclips de la historia del cine”.

    En esa serie anidan otros detalles que la mayoría de los gustadores de esta expresión artística popular ignoran: la producción fue hecha por el italiano Federico Valle, pionero del cine latinoamericano que trabajó con los hermanos Lumière y estudió con Georges Méliès, utilizando el sistema “Movietone”, inventado por Lee De Forest, que permitía usar rollos pequeños más adecuados para incorporar el sonido óptico directo, sobre todo en noticieros, documentales y cortos musicales. Y algo más, que a unos cuantos sonará extraño y dudoso: al finalizar la filmación Gardel despidió a Aguilar, que además de haber compuesto la música de Tengo miedo era su guitarrista principal —la primera disputa de una serie larga con inmediatas reconciliaciones—, porque, es lo que han afirmado varios historiadores, habría hecho “un comentario homofóbico en su contra”.

    Acerca de la letra, hay algunas calificaciones de historiadores e investigadores también algo fuera de lo común, aunque han sido documentadas. Caso de Manuel Adet: “El personaje que a cierta edad está de vuelta de todo ya era conocido en la poética tanguera. La diferencia es la manera de expresarlo de Celedonio Flores, con esa relación entre la vida y la timba. Se acaba de dar cuenta del vacío de su vida y de la necesidad de cambiar; descubre que en la ‘santa viejecita’ residen la virtud y el amor verdadero. Pero este hombre tiene miedo. Es raro. Un hombre acosado. No se trata del varón abandonado por una mujer, sino al revés. Y el hombre no amenaza, no se enoja, sino suplica que ella lo deje. Las dos estrofas finales son perfectas con su bajada de telón a medias”.

    Te suplico que me dejes, tengo miedo de encontrarte / porque hay algo en mi existencia que no te puede olvidar. / Tengo miedo de tus ojos, tengo miedo de besarte, / tengo miedo de quererte y de volver a empezar (…). Sé buenita, no me busques, apártate de mi senda. / Tal vez con otro cariño encontrés tu redención. / Vos sabés que yo no quiero que mi chamuyo te ofenda, / es que tengo mucho miedo que me falle el corazón…

    Para el cierre, un moño sobre la torta.

    Hay muy escaso debate sobre la interpretación de qué tango abrió las puertas grandes de Buenos Aires a Julio Sosa, con su ingreso a la orquesta de Francini-Pontier: Tengo miedo.

    Apenas llegado a la capital argentina empezó a ganarse la vida en un cafetín de la Chacarita, Los Andes. Una noche lo escuchó el compositor Raúl Hormaza. De inmediato advirtió que estaba frente al proyecto de un gran cantor y lo presentó a Pontier, quien le preguntó con qué tema quería presentar su prueba.

    —Tengo miedo —contestó Julio.

    —¿El tango de Flores o es que vos estás muerto de miedo? —le dijo riendo el músico, queriendo quitar tensión al joven uruguayo.

    A partir de ese momento, y desplegando sus entonces mejores virtudes, empezó a levantarse la legendaria historia de uno de los más grandes cantores del tango, lamentablemente truncada, en pleno y rotundo éxito, por la tragedia que se lo llevó a los 38 años.

    En la timba de la vida me planté con siete y medio, / siendo la única parada de mi vida que acerté. / Yo ya estaba en la pendiente de la ruina sin remedio, / pero ese día dije planto y ese día me planté…