Una condena que debería ser unánime

Una condena que debería ser unánime

Editorial

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Nº 2228 - 8 al 14 de Junio de 2023

Ya pasó más de una semana desde que el presidente Luis Lacalle Pou se mostró sorprendido y molesto por el apoyo que brindó su colega brasileño Luiz Inácio Lula da Silva al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela durante una cumbre latinoamericana. Es un tiempo por demás prudencial para llegar a algunas conclusiones que parecen fundamentales ante la campaña electoral uruguaya que se inicia.

Era necesaria la espera de al menos unos días para ver cuál sería la reacción de todo el sistema político uruguayo, y en especial de la izquierda local, ante ese acto de sentido común que tuvo Lacalle Pou condenando los atropellos a la democracia de Maduro y sus cómplices. Y, otra vez, por más que podía ser esperable, no deja de preocuparnos la tibieza de algunos.

No debería ser ni objeto de discusión lo que está ocurriendo en Venezuela. Las pruebas de las sistemáticas violaciones a la democracia están al alcance de la mano para todos los que las quieran conocer. También se puede hablar con cualquiera de los cerca de 7 millones de venezolanos que abandonaron el país en los últimos años, muchos instalados en Uruguay, para empaparse un poco más de la realidad actual del país caribeño. No son relatos, son realidades.

Si tiene cuatro patas, pelo, hocico, mueve la cola y ladra, es un perro. Si sus cárceles se han llenado de presos políticos, si se limitan la libertad de prensa y la de expresión, si se violan de manera sistemática los derechos humanos, si se persigue y tortura ilegalmente a los opositores y una sola persona se mantiene durante décadas a cargo del poder, es una dictadura. No debería haber ninguna duda al respecto.

No la tiene Lacalle Pou pero tampoco la tiene el joven presidente chileno, Gabriel Boric, un representante de la nueva izquierda regional, más cuidadosa y preocupada que la anterior por controlar el respeto a los derechos humanos en el continente.

El brasileño Lula da Silva y también el presidente argentino, Alberto Fernández, y el colombiano, Gustavo Petro, aseguran que hay una narrativa en contra de Venezuela desde principios de siglo, cuando comenzó el régimen chavista, y que no hay nada de qué preocuparse con respecto a eventuales desvíos democráticos.

En realidad, lo que evidentemente tienen son intereses geopolíticos y comerciales con ese país. Están buscando un aliado que evalúan como importante en un esquema internacional cada vez más complicado y confrontativo. No son justificables esas posturas. Es más, son criticables y hasta condenables pero pueden llegar a ser entendibles desde el punto de vista estratégico, viniendo de grandes países que se pueden dar ciertas licencias.

Pero Uruguay todo, más allá de sus diferencias políticas internas, debe ubicarse en un lugar muy distinto. Una de sus grandes fortalezas en el plano internacional debería estar compuesta por su independencia, su defensa a la democracia y su rechazo a cada una de las dictaduras, sean de la orientación política que sean.

Durante los 15 años en los que gobernó el Frente Amplio no siempre ocurrió eso. Las condenas a evidentes dictaduras como la venezolana y la cubana nunca llegaron y las respuestas que los principales jerarcas daban ante las consultas periodísticas al respecto eran esquivas o directamente en defensa de esos regímenes autoritarios.

Pero ahora habrá un recambio generacional en todo el sistema político y en especial en la izquierda uruguaya. Los que competirán por ocupar la presidencia de la República en nombre del Frente Amplio pertenecen a otro grupo etario, más cercano a Boric que a los dirigentes históricos de esa colectividad política.

Sería un arranque muy positivo si todos ellos, al igual que los que vayan a competir en nombre del oficialismo, asumieran públicamente al iniciar la carrera que están en contra de las violaciones a los derechos humanos que se producen en algunos países de la región. Podrían perfectamente seguir unos el ejemplo de Lacalle Pou y otros el de Boric y dejar las cuestiones importantes muy claras desde el inicio.

En los días siguientes al intercambio entre Lacalle Pou, Lula y Maduro en Brasilia no ocurrió. Todavía estamos a tiempo de que eso cambie. Sería muy bienvenido que así fuera. La historia uruguaya y la futura campaña electoral se lo merecen.