Nº 2229 - 15 al 21 de Junio de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáYa hay algunas cuasi certezas. Falta más de un año para saber cómo se va a definir la disputa electoral que empezó a amanecer en el horizonte, pero hay al menos tres aspectos que están cerca de lo irreversible, aunque nada o poco se diga en público sobre ellos. Es lógico que no se hable, todavía no tiene sentido hacerlo. Falta mucho y algunos factores fundamentales pueden cambiar muy rápidamente, aunque para los que ya iniciaron ese largo y constante trote hacia la lejana meta de octubre o noviembre de 2024, hay algunas cuestiones que hoy parecen formar parte de las reglas de juego.
Algunas de ellas fueron negociadas por lo bajo, muy lejos de las cámaras y los micrófonos. No se muestran, aunque se susurran en confianza. Son decisiones asociadas al “sentido común”, según me transmitieron dos de los precandidatos presidenciales que ocupan los primeros lugares en la preferencia electoral. Otras responden a los datos que ya se empezaron a conocer y a la lógica. Las encuestas están mostrando una foto en la que solo algunos aparecen en foco.
Sin más, acerquémonos a esas tres premisas que están a un paso de transformarse en certezas.
La primera: el próximo presidente de la República será un hombre o una mujer del Frente Amplio o del Partido Nacional. Según todas las encuestas, son cuatro los precandidatos que tienen posibilidades serias de cruzarse la banda presidencial en el pecho el próximo 1º de marzo de 2025: los blancos Álvaro Delgado y Laura Raffo y los frenteamplistas Yamandú Orsi y Carolina Cosse. La vicepresidenta Beatriz Argimón podría competir en el grupo de los primeros pero todavía esta lejos. En esos sondeos de opinión pública realizados en los últimos meses, el Frente Amplio promedia por encima del 40% del electorado y el Partido Nacional suma alrededor del 30%. Las colectividades políticas que les siguen no logran superar el 10%, así que parece bastante evidente que la disputa final ya está casi definida.
La segunda: las dos principales fórmulas presidenciales que competirán en la próxima elección nacional, seguramente con segunda vuelta incluida, estarán integradas por un hombre y una mujer. Ya ocurrió en las últimas elecciones, pero la gran diferencia es que en esta oportunidad ese binomio probablemente se defina por los votos, en función de lo que obtengan esos cuatro precandidatos favoritos en las elecciones internas.
Este último punto es el que forma parte de una especie de pacto secreto. No hay nada firmado, nada se dice en público, nada está conversado alrededor de una mesa pero sí está implícito que ese debería ser el camino, que sean las urnas las que definan el orden. Nadie lo va a reconocer. Al contrario, muchos lo van a relativizar y algunos hasta pueden intentar negarlo, pero es algo que se da casi como un hecho en la cúpula política.
Los involucrados no lo reconocen, aunque dan pistas. “Voy a estar donde manden los votos”, dijo hace poco la intendenta de Montevideo en una radio argentina. Algo similar había manifestado antes su colega de Canelones, y también Raffo y también Delgado desde el otro bando. En privado, algunos de ellos hacen referencia a lo “obvio” y en política lo obvio es lo que definen las urnas.
La tercera: a partir del año que viene, que será electoral, y especialmente luego de instalados el nuevo oficialismo y la nueva oposición en marzo de 2025, se hará más intensa una lucha por definir quiénes ocuparán los nuevos liderazgos en las principales colectividades políticas.
En el caso del Partido Nacional el líder indiscutido seguirá siendo el actual presidente, Luis Lacalle Pou, pero tanto Delgado como Raffo encabezarán grupos importantes dentro de esa colectividad política y está por verse si se mantienen como referentes o luego de terminado el ciclo electoral pasan a un segundo plano. Por supuesto que esto también dependerá, en gran medida, de lo que muestren las urnas.
En el Frente Amplio el recambio parece un poco más evidente. Es muy significativo que el político más popular de Uruguay siga siendo hasta hoy el expresidente José Mujica, según reveló la última encuesta de la empresa Equipos. También que el exvicepresidente y exministro de Economía Danilo Astori esté entre los primeros cinco lugares. Pero ninguno de los dos competirá en las próximas elecciones, por cuestiones más relacionadas con la biología. Entonces, ese espacio quedará libre y hay que ver quién lo ocupa. Orsi y Cosse seguro que buscarán conquistarlo, junto con unos cuantos más.
Enumeradas las tres cuasi certezas, lo que queda es una gran duda. Porque toda esta descripción de lo que seguramente ocurrirá entre fines de este año y el transcurso de todo el próximo puede culminar en escenarios muy distintos, según el resultado electoral pero también según cómo se posicionen los distintos postulantes. Todo eso está por verse.
Lo que sí parece evidente es que, a diferencia de lo que ocurrió en las últimas elecciones, las dos fórmulas presidenciales que compitan hasta el final estarán construidas a partir de los votos. En la última instancia electoral, Lacalle Pou resolvió bien ese desafío anunciando la misma noche de los comicios internos como compañera de fórmula a Argimón, una dirigente política con muy buena imagen y que le aportó mucho, por más que no lideraba ningún sector en específico. Su contrincante, Daniel Martínez, demoró días en designar a su vice y dejó de lado a su competidora Cosse para optar por Graciela Villar, hasta ese momento no muy conocida y sin pretensiones de líder. Los resultados están a la vista.
Hoy la realidad es otra. Lo que parece haber por delante es una cuestión de orden. Delgado-Raffo o Raffo-Delgado. Orsi-Cosse o Cosse-Orsi. También falta definir el liderazgo de cada una de esas figuras en un eventual futuro gobierno y si existe la posibilidad de que un vicepresidente o vicepresidenta busque la forma de aumentar su peso gubernativo y termine generando una especie de gobierno paralelo. Que se puede, se puede. Habría que preguntarle al mandatario argentino Alberto Fernández si no. Salvando las enormes distancias, por supuesto. O no tanto.