Nº 2091 - 30 de Setiembre al 6 de Octubre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn estos tiempos de pandemia bien podría el lector suponer que el título de esta nota hace referencia a la muestra de irresponsabilidad de un nutrido y diverso conglomerado de personas que, días atrás, optaron por desconocer la recomendación de nuestras autoridades para evitar situaciones que pudieran ocasionar un indeseado aumento en el número de contagios por el Covid-19. O a la persistencia de la Conmebol de continuar la disputa de la actual edición de la Copa Libertadores, cuando ha quedado de manifiesto la insuficiencia de la batería de medidas preventivas para evitar la propagación de ese virus, que ya ha alcanzado a algunos futbolistas, técnicos e incluso dirigentes de varios clubes. ¡Pero el dinero manda y hay que seguir!
Sin embargo, esta columna apunta para otro lado, a un futbolista que, por estos días, ha acaparado los favorables comentarios de los amantes del fútbol. Es uruguayo, y se llama Luis Suárez. Y la causa de esa andanada de elogios es el inmejorable debut de nuestro compatriota en el Atlético de Madrid el domingo pasado.
Mucho se ha escrito ya sobre este extraordinario futbolista. Entre quienes lo hicieron se encuentra un distinguido profesional, y periodista en su ya lejana juventud1, fascinado con la vida y la personalidad de Luis, al punto de publicar una pormenorizada crónica de su trayectoria, desde su debut en Nacional, en mayo del 2005, hasta diciembre del 2015, cuando brillaba en el Barcelona. De allí nos permitimos extraer este concepto: “De principio a fin, su carrera ha sido siempre ascendente. Siempre ha estado subiendo escalones hacia su propio éxito. Desde que pisó suelo europeo, defendió camisetas de clubes de renombre, cada uno aún más poderoso y exigente que el otro. En todos fue ídolo, en todos dejó marcas que quedaron registradas en las propias historias institucionales de cada uno de ellos”.
También nosotros, en nuestra habitual columna semanal, nos hemos ocupado de su exitosa trayectoria futbolística. Desde su primera aparición en Nacional, en la fecha antes mencionada, su ansiado salto a Europa un año después —para estar más cerca del amor de su vida—, donde recaló en el modesto Groningen holandés, su pase al linajudo Ajax al año siguiente, de allí al famoso Liverpool inglés, al inicio del año 2011, y a mediados del 2014 —cuando aún purgaba la desmesurada sanción de la FIFA, por su famoso “mordisco” al defensa italiano Chellini en el Mundial de Brasil— su pase al Barcelona de España. Además, por supuesto, de su intensa y destacada actividad con nuestra selección, iniciada el 7 de febrero del 2007, en un partido amistoso en Cúcuta, frente a Colombia. Y que —dicho sea de paso— habrá de continuar en unos pocos días más con las eliminatorias para el Mundial de Qatar.
No repasaremos hoy su extensa y exitosa carrera, sino el más reciente tramo de ella, es decir, su inesperado alejamiento del Barcelona y su casi inmediata fulgurante aparición en su nuevo club, el Atlético de Madrid, el pasado fin de semana. No logra entenderse cuál fue la razón para que, apenas asumido como nuevo técnico del equipo azulgrana, el holandés Ronald Koeman le comunicara a Luis Suárez que no estaba en sus planes… ¡Y menos que lo haya hecho en una conversación telefónica de apenas 70 segundos! Lo cierto es que ya estará lamentándose de ello; más aún después del fulgurante estreno de Luis en su nuevo club. Los números —que no mienten— hablan a las claras de lo que fue su aporte al Barcelona desde su llegada en 2014, tras su exitoso pasaje por Liverpool. Ya en la primera temporada se despachó con 25 goles, cifra que trepó a 59 el año siguiente. Luego fueron 37 en el período 2016-2017, 31 en 2017-2018, 25 en 2018-2019 y 21 en lo que va del corriente, constituyéndose en el tercer goleador de la historia del equipo catalán. Pero Suárez también registra un alto número de asistencias, entendiéndose a las mil maravillas con la máxima estrella del equipo Lionel Messi, tanto dentro como fuera de la cancha.
Pese a lo injusto de esa decisión, Suárez cumplió sus compromisos con el club, sin perjuicio de que sus representantes buscaran lógicamente la mejor solución para su futuro. No le faltaron las propuestas —entre ellas una de la poderosa Juventus de Italia—, y entre todas optó por la del Atlético de Madrid, para lo que resultó determinante el fuerte interés del técnico albirrojo, el argentino Simeone, sabedor de que las características del futbolista compatriota podían ajustarse perfectamente a los requerimientos del equipo que dirige.
Desde ese momento todo el mundo del fútbol —y no es exageración— estuvo pendiente del debut de Luis ya el domingo siguiente, en el arranque del equipo Colchonero en la Liga Española. Y por cierto que su estreno tuvo todos los ingredientes necesarios para responder con creces a esa inusitada expectativa. Recién llegado a Madrid, y sin practicar con sus nuevos compañeros, Simeone lo dejó en el banco, esperando el momento oportuno para colocarlo en la cancha. El dominio albirrojo ante el Granada fue terminante y los goles se fueron sumando con el paso del partido. Se pensó que ingresaría en el complemento, pero el técnico decidió esperar hasta el minuto 70. Y allí el Pistolero saltó a la cancha. Casi en su primer contacto con la pelota, llegó un pase-gol suyo para que Llorente convirtiera el cuarto gol de su equipo. Casi enseguida desperdició por poco una clara situación de gol, y unos minutos después fue derribado dentro del área, en un claro penal que el VAR desestimó, cuando ya se había puesto la pelota bajo el brazo para la ejecución. Pero el gol llegó en el minuto 85: Llorente le devolvió la gentileza con un centro milimétrico para que, en un movimiento perfecto, como “de manual”, basculando su cuerpo en el aire para aumentar la fuerza y precisión de su golpe de cabeza, envió la pelota en comba sobre el golero rival hasta el fondo de la red. Pero habría aún tiempo para que, ya en los descuentos, tras un remate suyo de derecha que pegó en un poste del arco rival, conectara el rebote con su pierna izquierda y anotara el segundo gol de su cosecha.
¿Podía pedírsele algo más? Acaso, haberse llevado la pelota de recuerdo por un hat-trick que el VAR le negó. Todos vimos lo que ansiábamos ver, y aún más: a Luis Suárez en toda su dimensión de goleador…, ¡y de jugador! Como dijo el Cholo Simeone ya concluido el partido, “Suárez entró al campo para hacer lo que más sabe: jugar para el equipo”. Y el mundo del fútbol disfrutó por televisión su espléndida faena. ¡Una más en su exitosa carrera!
(1) Ing. Rodolfo Fenocchi, “Crónica de un ‘Pistolero’ Luis Suárez en la noticia.”