N° 2058 - 06 al 12 de Febrero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHay veces en las que el columnista se inquieta ante la pantalla en blanco de la computadora, pensando cómo hará para llenarla con algún tema de interés para sus consecuentes lectores. Sin embargo ello no ocurre en esta oportunidad, porque los últimos días fueron pródigos en acontecimientos futbolísticos; incluso, alguno de ellos con aristas muy pocos comunes. Razón por la cual vale ocuparse de todos.
Finalmente ?tras una corta pretemporada en Los Ángeles?el Peñarol de Forlán se presentó ante su público, ansioso de ver en acción a los muchos futbolistas incorporados en el reciente período de pases. De todos ellos el más destacado fue Jonathan Urretaviscaya, que a su reconocida velocidad, le ha adicionado un claro panorama de cancha, ratificando que puede marcar una diferencia dentro del medio. Lo del húngaro Vadoks fue solo correcto, aunque seguramente debe tener algo más para mostrar. Lo más auspicioso, sin embargo, fue el excelente rendimiento de Luis Acevedo, al que ?aunque no viajó a los EE.UU. por problemas contractuales? Forlán le confió la titularidad en el centro del avance. El chico Pellistri le siguió en orden de méritos, en tanto que el Cebolla Rodríguez, reapareciendo tras dos meses de ausencia, mostró destellos de su capacidad, pero aún distante de su mejor forma física. Colectivamente Peñarol funcionó bien, pero solo de a ratos, aunque sin poder vulnerar el arco rival. Y es claro que el actual proceso bajo la égida de Forlán está aún en sus inicios.
Lo más relevante ocurrió un día después en el estadio de Maldonado, en la definición de la “supercopa” entre Nacional (campeón de torneo uruguayo) y Liverpool (campeón del intermedio). Aunque esta final no había concitado demasiada expectativa, resultó ser luego —por las singularísimas alternativas de su desarrollo— un partido que seguramente será recordado por mucho tiempo. Aunque con planteles muy diferentes a los que gestaron aquellas conquistas, el favoritismo previo era para el renovado equipo dirigido por Gustavo Munúa, que llegaba precedido por un par de auspiciosas actuaciones, en especial la primera ante el linajudo River de Marcelo Gallardo. Su rival, en tanto, tenía la baja de tres de sus principales figuras (afectadas a la selección del Preolímpico), por lo que el técnico Cuello debió dar cabida en la formación titular a varios futbolistas de inferiores, apostando a un fútbol veloz y de buen trato del balón.
A los pocos minutos Liverpool sorprendió poniéndose en ventaja con un veloz y certero contragolpe. No lograba Nacional repuntar en su discreto nivel de juego, cuando un golazo del volante Medina le permitió al equipo negriazul retirarse al vestuario al término del primer tiempo con una ventaja tan inesperada como merecida. En la reanudación Munúa apeló a un par de cambios y su equipo se situó en una franca ofensiva, en tanto su rival se fue recostando a su propia área para mantener su ventaja. Ya en el último cuarto de hora del partido, llegó el descuento por parte de Felipe Carballo, y con Liverpool atrincherado aguardando el salvador pitazo final del juez Tejera se produjo el agónico empate tricolor, con un zurdazo de Gonzalo Castro, que tras rozar en un defensa se coló en el arco negriazul.
Reglamentariamente el torneo debía definirse en un alargue de 30 minutos, al que ambos equipos llegaron con algunos integrantes visiblemente limitados en su físico, y con sus respectivos masajistas trabajando intensamente para poder recuperarlos. El caso más notorio era el de quien luego resultaría ser el héroe de la noche, el volante juvenil Fabricio Díaz, que notoriamente acalambrado había pasado provisoriamente como delantero, en los últimos minutos del partido.
Ante ese especial panorama, nadie en su sano juicio podía apostar por la suerte final del maltrecho equipo de la cuchilla, supuestamente obligado a aguantar el empate durante otra media hora, que aparentaba con resultarle eterna. Es que (aunque también con algún futbolista acalambrado, como Corujo) todos daban por descontado que Nacional, no bien comenzara el alargue, habría de reanudar sus embates contra el área rival, intentando liquidar cuanto antes el pleito en su favor. Sin embargo, sorpresivamente el tricolor aplacó el brío de su ofensiva, y de a poco Liverpool pudo ir saliendo de su encierro. Y poco después, Correa aprovechó una gruesa defección de la zaga tricolor venciendo desde lejos el desguarnecido arco y poniendo a su equipo otra vez arriba en el tanteador. Recién entonces Nacional adelantó sus líneas en busca del empate, pero un vertiginoso contragolpe del lateral Cándido le permitió dejar atrás a quienes lo perseguían y cruzarle la pelota al chico Díaz que, entrando sin marca por el otro sector, no tuvo ninguna dificultad (ni siquiera de orden físico) para anotar el cuarto gol, que liquidó definitivamente el partido. Y mientras la eufórica hinchada de Liverpool se quedó finalmente con una histórica consagración en la que pocos creían (que se suma a la conquista del Torneo Intermedio frente a River, unos pocos meses antes), la gente tricolor se encontró de golpe, con una realidad preocupante al comprobar que su equipo ya no parece tan sólido como se pensaba.
Finalmente, el trago amargo de esta nutrida actividad futbolística llegó tras otro resultado adverso de nuestra selección en el certamen Preolímpico. Tras estar virtualmente eliminada, una rocambolesca combinación de resultados ajenos en los últimos partidos de nuestra serie nos dejó como segunda clasificada, y ante la temible Argentina como rival en semifinales. Pero lo mucho que otros equipos hicieron para que ello aconteciera no fue acompañado por una mejora en la producción futbolística del elenco celeste. Otra vez se le regaló la iniciativa al rival y un error de nuestro golero le facilitó una pronta ventaja en el tanteador, la que luego aumentó a dos goles antes del entretiempo. Apenas reanudado el partido llegó el tercero de Argentina, y recién allí —con un par de ingresos ofensivos que ya había dispuesto Ferreira? nuestro equipo se decidió a atacar, al tiempo que el rival sacaba el pie del acelerador. Llegaron así dos goles que, sin poner en riesgo la victoria albiceleste, al menos sirvieron para maquillar en algo la derrota. Y cuando estábamos otra vez en la cuerda floja, el posterior empate entre Brasil y Colombia reflotó otra vez nuestra chance, dándonos una nueva oportunidad de seguir adelante en el torneo. El próximo rival, Brasil, ya nos derrotó en la serie, demostrando una muy clara superioridad. Debemos ser más audaces tácticamente y cabe aguardar que varios futbolistas muestren por fin su verdadero nivel. ¡Es hora ya de hacer algo por nosotros mismos para que eso ocurra, sin depender de resultados ajenos!