Una tragedia nacional

Una tragedia nacional

La columna de Gabriel Pereyra

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Nº 2113 - 4 al 10 de Marzo de 2021

Hace años que discrepo y a veces estoy de punta, incluso me voy de tono, con los gremios docentes, sobre todo con Fenapes, el sindicato de Secundaria. Y no es con los docentes en su función de tales, ya que, me consta, la mayoría encara su trabajo con amor y en medio de enormes dificultades.

Pero estoy convencido de que las políticas educativas son un asunto político y hace años que la política perdió el control de la educación, en manos de los minoritarios sindicatos.

Un ejemplo, solo uno, de cómo los gremios docentes acumularon poder: en el gobierno pasado, el consejero nacionalista José Luis Corbo, propuso el Promejora, un plan piloto que involucraba a un porcentaje ínfimo de liceos y que buscaba practicar una de las propuestas en la que coinciden casi todos los expertos: es necesario descentralizar el trabajo docente para que cada centro lo haga en base a su realidad concreta. Los gremios se opusieron, hicieron paros, algo que nada les cuesta, y las autoridades no aplicaron el plan en ningún liceo de Montevideo porque sabían que ahí opera ADES, la rama capitalina de Fenapes, más radicalizada que el resto del país. Y al final todo quedó en nada. Se hizo lo que los gremialistas querían, sin importar lo que pensaran los docentes no sindicalizados, que son mayoría.

Algo similar pasó cuando, durante el gobierno colorado, Germán Rama, el único que, más allá de errores en las formas se animó a trancar duro con los sindicatos, propuso las escuelas de tiempo completo. Los gremios se opusieron. Diez años después son la panacea, porque los impulsó la izquierda. Una década se perdieron los niños más pobres de un mecanismo que fracasó por cuestiones ideológicas. ¿Se necesitan más ejemplos de un desprecio tal por los niños pobres? Los agremiados exhiben ese desprecio cuando dicen que no les importa si un paro afecta la vida cotidiana de madres jefas de hogar porque ellos no son niñeras, no cuidan a los niños, dicen, sino que los ¿educan? No les importa que para muchos niños la escuela o el liceo sea el mejor lugar que tienen para estar y escaparse del infierno de un hogar donde siete hermanos sufren violencia en medio del olor a la pobreza. El paro en sí no es el problema. El paro es un síntoma; es la fiebre del cáncer que está matando a la enseñanza.

Uruguay está último en el continente en egreso de Secundaria. Las mediciones internacionales (obvio que los gremios las desprecian) muestran lo atrás que hemos quedado. Así los educan. Claro que las razones son múltiples, pero nunca jamás se habla de la parte que les compete a los docentes. Porque nunca se habla de casi nada relativo a la educación propiamente dicha, ya que el gremio impide llegar a ese punto. Ponen antes el reparto de horas, los liceos con goteras, la ausencia de seguridad un día y la presencia de policías en las puertas de los liceos al día siguiente. Hay momentos en los que parece que juegan, que están tomando el pelo porque son impunes.

¿Por qué mucha gente que puede manda sus hijos a la educación privada? No necesariamente porque académicamente sea mucho mejor, sino que están pagando por un clima de convivencia, por un lugar donde no hay docentes que dicen que hay que luchar contra el capitalismo en el aula, y porque ahí, los mismos que paran en la enseñanza estatal son mansos corderitos que no faltan casi nunca. Esto de enviar sus hijos a la educación privada interpela a los políticos, porque en su mayoría evitan la enseñanza pública para sus hijos y cualquiera tiene derecho a dudar que no juegan fuerte en este asunto, ya que ellos tienen la posibilidad de salvar a sus niños de estos militantes de la mediocridad.

Además, el sistema político no tiene mucha autoridad para criticar esos significativos paros el primer día de clases, ya que más de una vez las clases no empezaron con normalidad por responsabilidad de las autoridades, que esperan hasta ese día para reparar liceos, para solucionar cosas que pudieron resolverse en diciembre, en enero, en febrero.

Ahora los gremios temen la privatización de la enseñanza, cuando en realidad se está dando por la vía de los hechos. Los gremios cuestionan a las experiencias público-privadas con todas sus particularidades porque son una demostración de su fracaso, de que se puede aspirar a un sistema que respete a los estudiantes. También desprecian al grupo Eduy21, donde hay gente de todos los partidos, incluso los hombres que armaron el programa educativo del Frente Amplio, porque apunta a los verdaderos males de la educación y a ellos ¿quién les va a decir lo que hacer? Si no puede el gobierno, ¿va a poder Eduy21, que es un grupo de debate y propuestas?

Cualquier idea que introduzca cambios es un peligro para los gremios, que en ocasiones se convierten en el refugio de los mediocres.

Con este desprecio por la pobreza de los estudiantes, con toda su mediocridad y poder a cuestas que vienen impidiendo los cambios que la educación necesita, los gremios docentes son parte del problema. Si un gobierno no hace lo que prometió, si no hace lo correcto, la gente, con el voto, lo puede cambiar. ¿Quién cambia a estos impulsores de la máquina de impedir? No solo que nadie los puede cambiar, sino que cualquier impulsor de cambios está obligado a empezar con la frase: “Los cambios se hacen con los docentes o no se hacen”, lo cual es cierto y una obviedad. Pero en realidad, lo que están queriendo decir es: “Los cambios se hacen con los gremios docentes o no se hacen”. Entonces, con esta historia que acabo de resumir, la respuesta también es obvia: no se hacen. Sin educación no hay movilidad social, sin movilidad social los pobres serán cada vez más y cada vez más pobres. Y la pobreza es un peligro para la democracia. Ergo, estos sindicatos son responsables del empobrecimiento no solo de la gente, sino del sistema democrático. Así de grave es, pero como estamos ante intocables, todo este discurso es una pérdida de tiempo y de energía. Como aún tengo tiempo, quizás no mucho, y energías, cada vez menos, las voy a dedicar a ponerme siempre del lado de los estudiantes, siempre del lado de los pobres, que es como decir estar siempre en la vereda de enfrente de estos revolucionarios del cuarto mundo.