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    Una tumba para Varela y otra para Fenapes

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2136 - 19 al 25 de Agosto de 2021

    Hace unos días discutí con un joven dirigente político por lo que, creo, fue un error del gobierno al haber implementado los jornales solidarios, pagándoles un sueldo a 15.000 personas de entre 18 y 65 años. Estoy convencido de que cuando a los seis meses se termine el programa esas personas estarán en la misma situación en la que estaban cuando se presentaron al plan: desempleados y muchos de ellos con escasas posibilidades de conseguir empleo. Ni que hablar de nada de empleo calificado. A mi juicio, hubiese sido mejor pagarles por estudiar o aprender lo básico de un oficio. Así, cuando concluya el plan, estarán otra vez desocupados, sí, pero con un conocimiento añadido y quizás con el incentivo para seguirse formando. El argumento de este dirigente (uno de esos jóvenes emprendedores que cuando entran a la política son obsecuentes seguidores de todo lo que hace su partido, pierden el empuje y pasan a ser jóvenes viejos), fue que de esta manera se estimulaba la cultura de trabajo. ¡Estimular la cultura de trabajo en gente que se presentó a un llamado a trabajar! Es tremendo caer en la cuenta de dos cosas ante posiciones así. Por un lado, desconocen lo que es no tener cultura de trabajo, así como el proceso social que llevó a miles a esa situación. El camino de estancamiento en el rancho y la pobreza, la caída en la marginación, en la consolidación de una cultura donde el trabajo es una quimera que no está en su pasado y por eso no estará en su futuro y que si alguien, por ventura, quisiera que estuviera en su presente, naufragará en la ausencia absoluta de formación sumada a detalles tales como una boca sin dientes, una dirección en zona roja, la falta de ropa y hasta de dinero para llegar al lugar donde podría pedir un trabajo que nunca nadie le dará. Pero, además, al no abrir ni siquiera una cuota de duda acerca de si los jornales solidarios debieron apuntarse a la formación, deja en evidencia el papel que la educación juega para ellos, algunos formados en las principales universidades, donde parece que se enseñan cosas complicadas, pero no tanto, como el periplo vital de una tribu que vive en su mismo país pero que les es tan ajena como podría serlo un esquimal.

    ¿Estos serán los dirigentes que sacarán a la educación del pantano, que mantiene hundida con ella a miles de uruguayos para los cuales la movilidad social es más que un milagro, porque parece que los milagros ocurren?

    Pasan los gobiernos y no se ve quién será el que se tome en serio este asunto, un asunto de una gravedad tal que quizás, o sin quizás, solo se resuelva con violencia. Hasta este punto hemos llegado, aunque hasta los bien intencionados, a los que el tema les amarga y les saca horas de vida, se niegan a ver la realidad y apelan permanentemente a una frase que se ha convertido en el santo y seña del fracaso: la reforma se hace con los docentes. Lo dije más de una vez, cuando oigan este argumento, lo que sigue es una idea que no va a cambiar nada. Porque, si incluso esa afirmación fuera obvia, ¿para qué la dicen? La dicen para amansar a las fieras de los gremios de la enseñanza. Y uno, para no quedar como un enemigo de los trabajadores organizados, para no quedar como un simplista, suele decir: “Sí, señor, usted tiene razón, el principal problema no son los gremios”. Pero con un poco nomás de coraje se debe añadir que si bien no son el principal problema, sí son el principal obstáculo a las posibles soluciones.

    Aquel exabrupto de José Mujica en el libro Una oveja negra al poder se va tornando cada vez más plausible: “La única forma es hacer pelota a los gremios de la educación”.

    Fíjense la interesante reflexión del ingeniero, profesor, informático y otros títulos, José Grompone, aparecida en el semanario Voces. Para que se les pongan de punta los pelos a los liberales, a los tibios y a los amigos ideológicos de los sindicalistas de la enseñanza: para lograr un cambio en la educación “hay que meter fierro, hay que hacerlo por la fuerza”, dijo Grompone.

    Grompone, un marxista, le reconoce a Germán Rama y al gobierno de Julio Sanguinetti (1995-2000) haber sido “el único que tuvo huevos” para intentar algo. Entre otros, los cambios impulsados por Rama y resistidos por los gremios de la educación fueron las escuelas de tiempo completo. Estos militantes de la peor causa, una vez que se fue Rama, hicieron de los centros de tiempo completo una panacea. Unos inmorales que hicieron perder 10 años a los alumnos de menores recursos por sus ideas revolucionarias de escritorio. ¿La reforma se hace con estos sujetos o no se hace?

    Fundamentando su valoración sobre el uso de la fuerza, Grompone recuerda que la reforma de José Pedro Varela se hizo bajo la dictadura de Lorenzo Latorre; que fue durante la última dictadura militar que se habilitaron las aún vilipendiadas universidades privadas; y que Tabaré Vázquez tuvo que implementar Plan Ceibal de espaldas a los docentes.

    En estos días el historiador y docente José Rilla dijo en el programa Primera mañana de El Espectador que “Secundaria es un marasmo, un desastre”, y enfatizó: “Se acabó la educación pública, ya no hay una educación común. Eso es un mito vareliano”.

    “La gente de altos ingresos y de ingresos medios tiene un tipo de demanda. Si puede, manda a sus hijos a los privados, y el resto, la mayoría, debe resignarse a educación estatal”, dijo Rilla.

    “Y vamos a empezar a resolver este tema cuando superemos, con los agradecimientos del caso, a José Pedro Varela. Se acabó la educación pública y hay que ir a un paradigma nuevo”, añadió el historiador.

    Rilla dijo que ni quería “hablar de la Fenapes (el gremio de docentes), que está en contra de la educación y ya no tiene nada que ver con lo educativo”, y agregó que mientras que el Frente Amplio no rompa “con la cultura Fenapes no aportará” a los cambios.

    Romper con Varela, romper con los gremios educativos que de educativos no tienen nada, hacer la reforma por la fuerza. ¿Suena fuerte? Todos los que no hicieron nada en estos años en que el futuro de miles y miles de uruguayos se iba por las alcantarillas y ni siquiera miraban para ahí, porque los ranchos olían a mierda y a orín, porque a los pobres se los visita una vez al año, porque sus hijos se salvaban en colegios de paredes altas, todos esos son responsables de haber tenido antes y ahora las mayorías necesarias y no hicieron nada. O no hicieron lo necesario. Lo lamentable es que decir que tienen que pasar de pusilánimes a corajudos para romper lo que haya que romper es más o menos como decir que los cambios se hacen con los docentes o no se hacen. O sea, no se hacen. Pero nada es gratis. Si piensan que la creciente legión de marginados sin educación ni formación será la única perjudicada, encima de pusilánimes, son idiotas.