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Hace ya algo más de un año, antes del cierre de fronteras por la llegada del Covid-19 al país, los uruguayos que habían comprado pasajes o paquetes de turismo por adelantado empezaron a buscar devoluciones, o al menos dejar abierta la opción a concretar esas vacaciones más tarde, cuando la pandemia cediera. Sin embargo, meses después —cuando crecían las expectativas de veranear— la primera ola volvió a instalar el miedo, frustrando los planes y dejando a muchos con un “alto deseo de viajar”.
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Esos comportamientos se desprenden de una encuesta realizada entre diciembre del 2020 y enero pasado por integrantes del Grupo de Investigación en Administración y Economía del Turismo (GAET), de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República.
A través del cuestionario, que servirá como insumo para futuros trabajos sobre la temática, los investigadores encontraron además que siete de cada 10 consideran “probable que la pandemia tenga un impacto en sus hábitos de viaje a largo plazo”, por ejemplo, en el tipo de alojamiento: en la mayor parte de los casos, las personas prevén alquilar una casa o apartamento privado para sus próximas vacaciones y ya no una habitación de hotel, como antes.
Otro resultado clave del estudio es la percepción del riesgo de contraer Covid-19 durante la estadía que, en mediana, sería de ocho a 30 días. El 92% de los encuestados se dijo “preocupado”, más de un tercio considera que la pandemia “está fuera de control”, y casi dos de cada cinco creen que es simplemente “una nueva forma de influenza”.
Restricciones e ingresos
El alto deseo de viajar pese al riesgo de contraer la enfermedad puede deberse, en tanto, a que solo un 26,3% entiende que el turismo sea “en gran parte responsable de la propagación del virus”. De hecho, las decisiones de posponer el viaje responden más a las medidas dispuestas por el gobierno —como la “obligatoriedad de realizar cuarentena a la llegada al destino” y la necesidad de tener una vacuna y mostrar el certificado— que por precauciones personales. En cambio, los encuestados dijeron no tener problema en hisoparse para poder ir al exterior.
La baja en los ingresos también resulta un factor decisivo en cuanto a las decisiones de viajar fuera del país. Según la encuesta, el 40% de las personas vio reducidos los ingresos, y por tanto “disminuirá su demanda por servicios turísticos o reducirá la frecuencia de sus vacaciones”.
Los investigadores realizan algunas sugerencias para la gestión turística basados en estos resultados. Al momento del trabajo, “la demanda estaba en la fase de búsqueda de información, reservas y viaje al destino”, por lo que “podría ser recomendable que los actores turísticos trabajen en la última fase, posviaje”, y aprovechen “este momento para alimentar la fase de inspiración de un próximo viaje”.
Señalan, además, que los agentes turísticos deberían “estar al tanto” de la caída de ingresos de la gente y ofrecer servicios “más accesibles que permitan estimular la demanda que estará en niveles bajos durante los próximos meses”.