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Uruguayos tienen la idea de un “fracaso económico secular”, aunque se vive mejor que antes
Desde el siglo XX el país tuvo un desempeño caracterizado por “impulsos” y “frenos”, según reedición del libro Para entender la economía del Uruguay, del Cinve
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“Impulsos” y “frenos”, más que “estancamiento”. Esa característica del desempeño económico de Uruguay desde comienzos del siglo XX lo rezagó frente a otros países y, al mismo tiempo, ambientó un sentimiento de cierta decepción entre las nuevas generaciones, pese a las mejoras logradas en décadas recientes.
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Tal enfoque está planteado en la tercera edición del libro Para entender la economía del Uruguay, que tras cuatro años de trabajo será lanzado el próximo jueves 12 en la Biblioteca Nacional, en presencia del ministro Danilo Astori y otras autoridades. Se publicó originalmente en 2005 a partir de un llamado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a textos de economía en América Latina y se transformó en una referencia como introducción a esta disciplina. La nueva edición revisada completamente en su contenido, también cuenta con el apoyo de ese organismo y estará disponible en forma gratuita en una plataforma electrónica, así como en otros soportes para docentes (videos, PowerPoint y entrevistas a los autores, del Centro de Investigaciones Económicas-Cinve).
El capítulo 2 dispara varias preguntas que aterrizan la teoría económica a cuestiones de actualidad, como la fase baja del ciclo tras varios años de vigoroso crecimiento de la producción de bienes y servicios. ¿Qué factores explicaron el proceso de expansión acontecido a partir del 2003? ¿Puede afirmarse que la economía uruguaya entró en una fase de crecimiento más estable?
A partir de 2003, y durante más de diez años, Uruguay vivió un período de “auge económico” y de “novedades alentadoras” en esta área, afirman los economistas del Cinve. Sin embargo, la idea de un “fracaso económico secular” —se cree que en el “pasado lejano” las condiciones de vida eran mejores, se habla de la otrora “Suiza de América” o del “país de las vacas gordas” que ya no es— quedó “en la memoria colectiva y ha marcado el debate político y académico desde hace décadas”. Eso tiene una dimensión relativa antes que absoluta: si bien quienes habitan actualmente en Uruguay cuentan, en promedio, con un ingreso mayor que los pobladores de hace un siglo, sus condiciones de vida están más alejadas que en el pasado frente a las de los ciudadanos de los países industrializados. Entre 1900 y 1955, el Producto Bruto Interno (PBI o PIB) per cápita de Uruguay creció a una tasa anual promedio de 1,56%, pero entre 1956 y 2003 el ritmo bajó a menos de la mitad (0,76% al año). ¿Será este enlentecimiento lo que explica la sensación de fracaso asociada a la evolución económica del país en la segunda mitad del siglo XX?, interroga. El texto matiza señalando que a partir del 2003 la economía se expandió nuevamente a velocidad acelerada (4,5% promedio entre 2004 y 2015) gracias a una “combinación de políticas consistentes que fomentaron tanto la inversión privada como la generación de empleo, sumado a un contexto internacional favorable”.
Desempeño errático
En una perspectiva de largo plazo, el desempeño económico del país tuvo tres características básicas, según los autores: el PIB por habitante creció pero a un ritmo “relativamente lento”; la expansión, importante en algunos períodos, no se sostuvo en el tiempo y buena parte de los avances se perdieron a causa de las “profundas fluctuaciones” —“impulsos” seguidos por “frenos”—, y las etapas del crecimiento estuvieron vinculadas con cambios en el contexto internacional y las políticas aplicadas, en particular, las relacionadas con la inserción externa.
La dificultad para lograr un crecimiento duradero “no es el único factor que explica la visión negativa predominante en Uruguay”; también en la comparación con la de otros países, su expansión “resulta débil”. El PBI per cápita, que llegó a representar más del 80% del promedio que el de Bélgica y Dinamarca a comienzos del siglo pasado, ahora es la mitad. En otras palabras, durante el siglo XX la economía uruguaya retrocedió en términos relativos, si bien el “excelente” desempeño entre 2004 y 2015 permitió acortar la brecha con países desarrollados.
El director del Cinve, Diego Aboal, dijo a Búsqueda que el fracaso relativo de Uruguay en el largo plazo obedece a su especialización productiva y dotación de recursos —fundamentalmente naturales— y a la ubicación geográfica del país, lejana de los centros de producción y desarrollo, y próxima a un “barrio muy complicado e inestable política y económicamente”. Con esa perspectiva, hacia delante “es clave que Uruguay se mueva hacia la producción de bienes con altos contenidos de conocimiento” para hacerse “menos vulnerable a los vaivenes de los commodities”.
Estado y “ajuste”
En Para entender la economía del Uruguay se explican diversos conceptos económicos en lenguaje llano y accesible para liceales y estudiantes de algunas carreras universitarias, en varios casos haciendo pie en la actualidad. Además de Aboal, entre los autores están por ejemplo Bibiana Lanzilotta, Gabriel Oddone y algún economista que ocupó cargos de gobierno —el exministro Fernando Lorenzo— o que lo hace actualmente, como el director de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía, Herman Kamil.
Estado
En el capítulo 7 abordan la cuestión de la participación estatal en las economías desde el punto de vista teórico y en un pasaje señalan que el asunto en Uruguay causó “fuertes polémicas” en las últimas décadas. Agregan que más allá de las preferencias de la sociedad en uno u otro sentido, “existe una clara correlación a nivel internacional entre la importancia de la participación estatal en la economía y la riqueza” de un país: aquellos con mayor ingreso por habitante (aproximado a partir del PBI por habitante medido en dólares de paridad de poder de compra) suelen caracterizarse por un peso más alto del gasto público en el Producto”, como Dinamarca, Suecia o Finlandia. Mientras, según el libro, Uruguay registra un nivel de participación del Estado “intermedia” en la comparación con la región.
Fiscal y deuda
“El manejo prudente y previsible de las finanzas públicas representa uno de los elementos más importantes que tienen en cuenta los agentes económicos a la hora de formar sus expectativas”, plantea. Acota que, con frecuencia, las “discusiones más superficiales” referidas a la solidez fiscal de un país se concentren en el resultado corriente, es decir, la diferencia entre los ingresos y los egresos del sector público. Y un déficit “importante” suele asociarse con “vulnerabilidad”.
Vinculado con ello, en el capítulo 8 explica que prácticamente todas las economías del mundo están endeudadas, lo que dentro de ciertos niveles no es un problema desde el punto de vista fiscal. Al analizar la evolución reciente de la deuda pública de Uruguay, los autores subrayan que entre 1999 y 2003 se registró un “importante” incremento como proporción del PBI, un “rasgo que se correspondería con la violación de la condición de sostenibilidad”, mientras que desde el 2004 “hasta el presente, la trayectoria” del endeudamiento neto fue “coherente con la sostenibilidad fiscal”. Advierten, sin embargo, que si en el futuro se consolidara un escenario de menor ritmo de crecimiento económico y suben las tasas de interés internacionales, podría ocurrir que el ratio deuda/PBI dejara de bajar y “se volviera necesario incrementar el esfuerzo fiscal primario para recuperar la condición de sostenibilidad. No obstante, las “importantes trasformaciones ocurridas en la composición del endeudamiento público reducen de forma considerable la posibilidad de ingresar en un escenario que requiera un significativo ‘ajuste’ en las finanzas públicas”.
Inserción externa
Los economistas del Cinve afirman que Uruguay procesó una apertura gradual de su economía en las últimas décadas, predominantemente a través de “medidas unilaterales”. Se alcanzó así un nivel “moderado” de integración al mundo, y aún no puede considerarse un país exportador ni “abierto a las importaciones”.
Educación
En otro capítulo se indica que el ritmo de expansión de la adquisición de educación por parte de la población ha sido “sustantivamente menor” que en la región, lo que hizo que Uruguay esté hoy entre los países con peores registros en lo que refiere a la acumulación de capital humano. “Evidentemente, esto tiene consecuencias sobre las perspectivas de crecimiento económico de mediano y largo plazo y, seguramente, será un factor condicionante que deberá ser tenido en cuenta al analizar los progresos que puedan ir ocurriendo en materia de bienestar”, sentencia el libro.