N° 1934 - 07 al 13 de Setiembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDe la mano del cambio favorable en el contexto económico y financiero regional e internacional, la actual coyuntura económica de Uruguay muestra mejoras importantes en varios indicadores, a la vez que se mantienen signos preocupantes en algunas áreas.
En sentido positivo, se ha reactivado el crecimiento económico en un contexto donde, además, la inflación ha bajado y se ha ubicado en el rango meta definido por las autoridades por primera vez en muchos años; como consecuencia de la caída de la inflación los salarios reales y los ingresos de las familias están mostrando un crecimiento importante; las exportaciones de bienes y servicios han mostrado una recuperación importante, lo que a su vez ha mejorado el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos, y las condiciones financieras son ampliamenvte favorables, como lo indica la facilidad con la que Uruguay ha logrado colocar deuda en el exterior en pesos nominales y el bajo nivel del “riesgo país”.
Las señales de preocupación aparecen en tres áreas básicas, como son la situación del mercado de trabajo (donde a pesar de la reactivación económica se han perdido algo así como 40.000 puestos en los últimos dos años); el nivel del déficit fiscal (que se mantiene en el eje del 3,5% del Producto Bruto Interno a pesar de los sucesivos miniajustes fiscales y de tarifas públicas que ha hecho el gobierno desde comienzos de 2015), y la fuerte pérdida de competitividad de la economía (solo mitigada por el mayor encarecimiento en dólares de la región, particularmente de Argentina). Estos problemas hacen que la mejora en el nivel de actividad presente un grado de fragilidad importante, y seguramente ello está en la base de por qué tanto la confianza de los consumidores como de los empresarios se mantiene en niveles relativamente bajos.
Tanto por cómo viene evolucionando el contexto externo regional e internacional como por el hecho de que es difícil vislumbrar cambios relevantes en la política económica doméstica, es poco probable que el actual estado de situación vaya a modificarse de manera sustancial en los próximos meses, tanto en sus aspectos positivos como negativos.
Desde el punto de vista internacional, parece alejarse cada vez más la posibilidad de que los bancos centrales del mundo desarrollado vayan a subir de manera agresiva las tasas de interés en el corto plazo, lo cual va a mantener un abundante nivel de liquidez y muy buenas condiciones de acceso a los mercados de capitales, al menos hasta bien entrado el 2018. Dado que de todas formas la Reserva Federal continuará siendo quien liderará el proceso de “normalización” de la política monetaria, un riesgo potencial para el año que viene será que el dólar retome una trayectoria de apreciación frente al resto de las monedas, especialmente después de la fuerte y sorpresiva baja que ha tenido en lo que va del 2017.
A escala regional, la principal interrogante es cuál será el resultado de las elecciones de octubre en Argentina, y qué cambios eventualmente habrá en la política económica que está aplicando. Sin embargo, dadas las sumamente favorables condiciones financieras internacionales, es difícil pensar en un giro brusco, por lo que la influencia positiva que venimos recibiendo desde ese país se mantendrá, probablemente con una intensidad algo menor.
En el margen, la incipiente recuperación que viene experimentando la economía brasileña —que oficialmente salió de la recesión en el segundo trimestre— también debería ser un factor positivo para Uruguay, más allá del riesgo latente de que la situación política termine saliéndose de control, o de que Brasil aplique medidas proteccionistas como se ha insinuado para los lácteos uruguayos.
Desde el punto de vista interno, parece difícil que vayan a tomarse medidas para ayudar a mejorar la competitividad y rentabilidad de los sectores productivos, así como para incentivar la creación de nuevos empleos. El incontenible aumento del gasto público hace que sea virtualmente imposible reducir impuestos o bajar los costos de las tarifas de insumos básicos como los combustibles, la electricidad y las comunicaciones. El alto déficit fiscal también acota el margen que tiene el Banco Central para intervenir en el mercado cambiario a los efectos de evitar una mayor pérdida de competitividad.
Tampoco es probable que haya cambios en la actual normativa del mercado laboral que generen reducciones en los costos explícitos e implícitos para la contratación de mano de obra.
Es por ello que seguirán siendo básicamente los factores externos los que determinarán la marcha de las distintas variables de la economía uruguaya en los próximos meses. Lamentablemente, el cambio positivo de los mismos no ha sido lo suficientemente fuerte como para mejorar ni el empleo, ni la situación fiscal ni la competitividad. Ello, junto a la parálisis en materia de política económica interna, justifica la actitud de cautela que exhibe el sector privado.