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    Volodímir Zelenski, símbolo del heroísmo ucraniano

    Nº 2165 - 10 al 16 de Marzo de 2022

    En una Ucrania que lucha por mantener su libertad, con miles de muertos, millones de refugiados y la destrucción de instalaciones clave, su presidente Volodímir Zelenski, a quien muchos no tomaban en serio hasta hace pocos meses, se ha convertido en símbolo de valor y patriotismo; idolatrado por sus compatriotas y admirado mundialmente. Su guardia personal lo ha salvado de tres atentados, pues el objetivo ruso es eliminarlo. Nada de esto le ha hecho cambiar de opinión, y es posible que pierda la vida en esta guerra.

    El gran profesor y riguroso historiador Enrique Mena Segarra escribió en su biografía sobre Aparicio Saravia: “Todo hombre que ha de contribuir a la formación de la historia, necesita la confluencia de su capacidad y sus potencialidades con una particular situación histórica que lo habilite para desarrollarlas y ponerlas en acción”. Zelenski constituye un ejemplo perfecto. Curiosa vuelta de la historia el que un país considerado muy antisemita en el siglo pasado y colaborador de crímenes nazis en la guerra tenga hoy por ídolo a un presidente judío a quien el pueblo considera símbolo del orgullo nacional ucraniano. “Cambia, todo cambia”, como dice la canción.

    Nacido en 1978 en Krivói Rog, Volodímir se licenció en Derecho, aunque nunca ejerció la abogacía. En 2003 se casó con Olena Zelenska y tienen dos hijos. Fueron compañeros de escuela y crecieron en un ambiente de habla rusa. Entre 2009 y 2018 filmó ocho películas, pero fue su papel en la serie Servidor del pueblo que lo catapultó a la fama. Su personaje era un profesor de Historia que, tras una crítica demoledora a la corrupción oficial que se hizo viral, fue electo presidente. En la televisión, claro. Sin embargo, su popularidad trascendió tanto que en 2019 se lanzó a la política real y alcanzó el 73% de los votos. Zelenski declaró que desarrollaría la economía y atraería inversiones, mediante un Poder Judicial confiable y una administración eficiente. En su campaña presidencial defendió que Ucrania se convirtiera en miembro de la Unión Europea (UE) y la OTAN. Su objetivo era ingresar en 2024, para crear “un Estado fuerte, poderoso y libre, que no sea el hermano menor de Rusia ni un socio corrupto de Europa”. Esta meta fue un importante error de cálculo, que terminó por definir la decisión rusa de impedirlo. Vladímir Putin no estaba dispuesto a que ningún otro exsatélite soviético pasara a la órbita de Washington.

    Moscú ha demostrado en Ucrania una crueldad gratuita, cuando pudo haber salido bien parada ante su propia opinión pública y sin demasiadas sanciones, si se hubiera limitado a anexar el este ucraniano, de mayoría rusa. Pero la ambición dominó a Putin —en lugar de ser dominada por él— y ahora nada es claro sobre el futuro orden que surgirá de esta guerra. En 2018, Zelenski declaró que, como presidente, trataría de poner fin a la violencia en el Donbás oriental mediante la negociación. Dado que consideraba a los líderes de las “repúblicas populares” de Donesk y Lugansk simples “títeres” de Rusia, no veía sentido en hablar con ellos. En abril de 2019 afirmó que consideraba al presidente ruso como “un enemigo peligroso... la frontera es lo único que nuestros países tienen en común”. En julio, el partido político de Volodímir ganó la primera mayoría en la Rada Suprema (Parlamento), logrando 254 bancas sobre 424. Con respecto a la anexión de Crimea en 2014, afirmó que únicamente sería posible recuperarla tras un cambio de régimen en Moscú.

    Su partido político fue creado en marzo de 2018 por allegados a la productora Kvartal-95, que proyectaba la serie de televisión. En una entrevista con Der Spiegel, Volodímir declaró que restauraría la confianza en la democracia, trayendo profesionales competentes al poder y cambiando al desprestigiado establishment político.

    Mintiendo a todo el mundo hasta el último momento, Putin ha demostrado no ser un gobernante fiable para ningún acuerdo diplomático. Solo respeta el lenguaje de las armas y la fuerza, si es mayor que la suya, claro. Su carácter frío y despiadado —como lo definió Angela Merkel— se ha visto día tras día en los ataques a la población civil, revelando hasta dónde está dispuesto a llegar. Comenzó una nueva Guerra Fría, de consecuencias imprevisibles y sin duda turbulentas.

    La nueva unidad de la OTAN reflejó un creciente consenso en favor de la causa ucraniana, mientras Rusia ha logrado un desprestigio internacional único desde la derrota del nazismo. Los rusos, a tenor de esta invasión y la cascada de sanciones recibidas, se verán afectados con el hundimiento del rublo y la inflación los hará más pobres. El descontento inevitable puede debilitar la estabilidad del régimen, aunque el mundo muestra ejemplos de dictaduras odiadas por sus pueblos que no han logrado ser derribadas por décadas. Ahí están Venezuela, Corea del Norte, Siria, Cuba, Nicaragua o Irán —entre otras— para demostrarlo.

    El mundo observa hoy a Estados Unidos, nación con el poder suficiente para frenar los imperialismos de Pekín y Moscú, defendiendo —aunque demasiadas veces no lo ha hecho— la democracia frente a los delirios totalitarios. Si Washington cumple su deber como garante de la libertad y los derechos humanos, el mundo podrá hacer frente a este nuevo desafío. Curiosamente Pekín, con la intención explícita de anexionarse Taiwán siguiendo los pasos de Rusia, se ha mostrado moderada y menos beligerante de lo que cabía esperar, incluso exhortando a Moscú a la calma. El juego recién comienza y es imposible hacer predicciones.

    Maduro feliz con las “banderitas juntas y bonitas”

    El presidente Joe Biden, a pesar de demostrar cierta firmeza, ha cometido un error tras otro en su política exterior. El consejo del Pentágono, que intentaba dejar bases en sitios estratégicos de Afganistán para evitar el colapso de Kabul, fue tercamente ignorado. Anteayer martes, una delegación americana se reunió con Nicolás Maduro, ofreciéndole suplantar con petróleo venezolano —750.000 barriles diarios— el que dejarán de comprarle a Rusia. Maduro —eufórico como nene con juguete nuevo— declaró que las banderas de EE.UU. y Venezuela “se veían bonitas unidas, como deben estar”. Quién te ha visto y quién te ve...

    Putin aún no está demasiado preocupado, pese a los reveses, al haber confirmado que China y Alemania seguirán comprándole gas y petróleo. Esto le asegura ingresos para seguir financiando los costos de la guerra, además de las grandes reservas acumuladas en oro dentro de Rusia. Paralelamente, Ucrania puede desaparecer como país independiente de la escena europea. En cualquier caso, la nación que surja tras la guerra será muy distinta de la actual. Sin duda las regiones rusófilas del este, el Donbás, serán anexadas por Rusia tras la invasión. Crimea fue el primer experimento y Ucrania, su trágica continuación.

    El presidente Zelenski podría haber huido hace mucho. Pero ha decidido quedarse en Kiev, luchando. Según el analista Orlando Avendaño —El American de 28 de febrero—, lo que los ucranianos están logrando ya es historia. Liderados por su presidente, el “muy valiente y heroico” Volodímir, han enseñado una lección al mundo. Volodímir ha hecho lo que ningún líder del mundo ha hecho durante décadas: en las horas más oscuras, mostrar solo firmeza y coraje. Podría haber huido con su familia y un botín. Pero no. Ha decidido quedarse en Kiev, luchando, codo a codo con sus soldados. Y lo hace sabiendo que el mundo los ha dejado solos. Ante la oferta para ser evacuado, su respuesta fue: “La lucha está aquí. Necesito municiones, no un paseo”.

    Las pérdidas de Rusia asombraron al Kremlin. Miles de soldados muertos, 33 aviones y dos barcos destruidos, además de la caída de altos mandos militares. Ucrania ha asestado golpes precisos y demostrado una habilidad sobresaliente en el campo de batalla. El mundo ha reaccionado con creciente energía. Europa finalmente decidió sacar a Rusia del sistema Swift, lo que tendrá impacto real en sus finanzas. Ningún avión ruso puede volar ahora sobre Europa, ni aerolíneas ni jets privados. Todo el mundo sabe cómo comienzan las guerras pero nadie, cuándo ni cómo terminan.

    EE.UU. “atrapado sin salida”

    La invasión ya provocó importantes cambios estratégicos. En apenas dos semanas el mundo ha cambiado radicalmente. Muchas serán las consecuencias geopolíticas de esta invasión rusa en Europa, que no respeta siquiera los “cordones humanitarios” acordados.

    Alemania ha comenzado a rearmarse. Nunca visto desde 1945, y bajo una coalición de izquierda, Berlín abandonó su discurso pacifista y anunció que gastará 2% de su presupuesto en defensa, tal como le había sugerido en alguna ocasión Donald Trump. Aparte de esa medida, modernizará sus Fuerzas Armadas y destinará a dicho plan 100.000 millones de euros. Poco a poco, se va recuperando la necesaria confianza y unidad. El aislacionismo norteamericano, como en las guerras mundiales del siglo XX, es imposible.

    Tras la desintegración de la URSS, Rusia recuperó el 99% de las ojivas nucleares y bases de lanzamiento que habían pertenecido al imperio rojo. Es una de las razones por las que Moscú se ha atrevido a llevar tan lejos su pulso con Ucrania. Ese país fue uno de los que renunció a su arsenal nuclear mediante el Memorándum de Budapest, en1994. Apoyada por Washington y Londres, la nación abandonó su poder a cambio de que Rusia respetara su integridad territorial, lo cual, lógicamente, incluía la península de Crimea y la región oriental del Donbás. Además, se estableció que Ucrania recibiría un pago económico por el uranio enriquecido que poseían las cabezas de los proyectiles, reutilizables en plantas de energía nuclear, a lo que se agregaba el costo por destruir los silos. De entre todos los países satélites de la vieja URSS, fue el que contaba con mayor poderío atómico. Poseía 1.900 ojivas nucleares, además de silos estratégicos y aviones capaces de atacar medio mundo.

    El mundo mira hoy hacia los EE.UU., única nación que puede garantizar acuerdos sólidos y la democracia en el mundo frente a los delirios totalitarios. Si Washington cumple su deber como garante de la libertad, el mundo podrá hacer frente a este peligro, y frenar hoy a Rusia y mañana a China. Ahora, con la crisis de Ucrania, se ha ido recuperando la unidad global para plantar cara al desafío. El aislacionismo norteamericano nunca llegó a buen puerto. Únicamente condujo a esos callejones sin salida creados por dictadores como Hitler, Stalin y Putin en la historia, los cuales no hay más remedio que detener a tiempo.