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Arabia Saudita: el gran desconocido abre sus puertas al mundo

Con sus paisajes exóticos, proyectos hipermodernos y nuevas flexibilizaciones, el reino árabe se propone como potencia turística.
Redactora de Galería

"¿Cuántas mujeres viajarían solas a Medio Oriente?” fue la pregunta con la que Alejandro de la Osa sorprendió a más de 350 operadores turísticos uruguayos, reunidos en la sala de conferencias del Radisson Victoria Plaza. Y mientras intercambiaban miradas, al CEO de la agencia de viajes Europamundo no le extrañó que las manos levantadas no llegaran a 10. Se notaba el esfuerzo de la empresa en ofrecer a Arabia Saudita como destino sin que pareciera una exhibición de humo y espejos. No fue hasta hace muy poco que el reino se mantenía hermético al turismo de ocio, abierto exclusivamente a recibir religiosos musulmanes y peregrinos, en raras ocasiones a trabajadores expatriados y, como en la última Copa del Mundo, a espectadores de eventos deportivos.

regenerado

Entonces, ¿qué fue lo que cambió? El mundo y el futuro arábigo. Arabia Saudita es el mayor exportador de petróleo del momento, teniendo dentro de su cartera de clientes a países como China y Estados Unidos. El 80% de su economía depende del negocio del oro negro, que, afortunadamente para los sauditas, por las condiciones geográficas de su país es el petróleo más fácil de extraer de todo el planeta, al encontrarse subterráneo debajo de toneladas de arena. 

El camino del incienso (antiguas rutas comerciales) en la localidad de Al-Ula, Medina. Foto: Comisión Real para Al-Ula, AFP El camino del incienso (antiguas rutas comerciales) en la localidad de Al-Ula, Medina. Foto: Comisión Real para Al-Ula, AFP

Se la conoce como la joya del desierto, pero si la sociedad saudita quiere mantener esa categoría, tendrá que actuar rápido. El fin de las reservas de petróleo es inaplazable y el país tendrá que diversificar su economía, para lo que no existe otra dirección más rentable que el turismo. Sus vecinos como Dubái, Catar o Egipto ya lo hicieron antes y hoy reciben un promedio de más de 10 millones de turistas al año, que gastan alrededor de 2.000 dólares por persona. 

Si los sauditas son “los que tienen la pasta”, gracias al petróleo, también serán ellos quienes apuesten con más fuerza a este nuevo rubro. Después de la firma de un convenio entre el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) y la recientemente creada Comisión Saudita para el Turismo y el Patrimonio Nacional, el objetivo será convertir al reino en uno de los cinco destinos turísticos principales del mundo. Por este motivo la 22a Cumbre Mundial del WTTC tuvo lugar en Riad, capital de Arabia, a finales de 2022. Allí, el país consolidó su primer eslogan turístico: “Viajar por un futuro mejor”, y Mohamed Bin Salmán, el príncipe heredero, apuntó a esta industria como el eje de su plan Visión 2030 para dejar de depender del petróleo dentro de la próxima década. 

El país árabe espera atraer 30 millones de visitantes por año, sin mencionar que la apertura al turismo tiene que desembocar en una importante inversión extranjera. De la Osa lo cataloga como “turismo aspiracional”, tanto para el país ofertante como para sus demandantes, turistas que apuestan a una experiencia de exotismo. 

Marcha atrás. En la misma reunión, el expresidente de la Asociación Uruguaya de Agencias de Viajes Carlos Pera anunció la creación de más de 80 rutas diferentes con Arabia Saudita como destino principal, precios que van desde 2.000 a 6.000 dólares por persona, entre seis y 19 días, con itinerarios que incluyen además a Israel, Jordania, Catar y El Cairo, en Egipto. 

Confían en que los uruguayos se subirán rápidamente a ese tren como si las diferencias entre los estilos de vida de ambos países no existieran, pero el plan de Salmán las tuvo en cuenta de todas maneras. El objetivo de Visión 2030 incluye una decisión histórica para el país: la flexibilización de su dogma más conservador. La idea es que los accionistas o inversores que se acercan a Dubái, desvíen la mirada a un reino de Arabia que promete una transición.

El país de Mahoma, que contiene a las dos ciudades santas más grandes del mundo islámico, la Meca y Medina, necesariamente tendría que apuntar a una apertura más allá de las condiciones de ingreso al país. Y ante el nacimiento de una posible industria del turismo, en los últimos años se relajaron las normas de indumentaria para los extranjeros, que no serán consultados acerca de religión u orientación sexual al entrar al territorio arábigo, ni se les solicitará un certificado de matrimonio a la hora de compartir habitaciones. 

Todavía se restringe el consumo de alcohol y las fotos o videos de personas, situaciones, hechos e incluso incidentes sin permiso. Además se exhorta al decoro público, lo que significa no usar ropa con lenguaje, imágenes o símbolos obscenos, ni demasiado reveladora del cuerpo.

La Mezquita del Profeta, en la ciudad santa de Medina, fue el primer centro de propagación del islam. La Mezquita del Profeta, en la ciudad santa de Medina, fue el primer centro de propagación del islam.

De la Osa se arriesgó a asegurar que Arabia Saudita hoy es un país que no tiene absolutamente ningún riesgo para los turistas; “un gran desconocido, pero el destino 2023”.

Un diamante en bruto. Amaneceres y atardeceres inyectados en anfetaminas, un filtro naranja por defecto, extensiones kilométricas de dunas, paisajes increíbles, mucha historia y temperaturas casi tan extremas como el contraste entre antiguo y moderno. Así es Arabia Saudita, el destino todavía sin pulir que ya se promociona como “auténtico”, “santo” y hasta “milagroso”. 

Desde sus sitios sagrados como la mezquita más grande de Riad, Al Rajhi, hasta la ciudad a los pies del oasis de Al Ahsa, Al Hofuf —reconocida por su producción de dátiles a escala mundial—, el reino árabe tiene múltiples atractivos, sin mencionar los seis sitios declarados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Entre ellos, el centro histórico de Yeda, con sus callejones medievales y construcciones de rocas coralinas del mar Rojo; el punto arqueológico de Hegra, por su complejo de más de 100 tumbas monumentales con inscripciones y pinturas rupestres, y por ser el sitio de la civilización nabatea —antiguo pueblo musulmán— mejor conservado de Medio Oriente, y el propio oasis de Al-Ahsa, con sus dos millones y medio de palmeras, impresionantes jardines, canales, manantiales y pozos, y sus monumentos excavados en roca que hoy se consideran las huellas del ser humano del Neolítico en el golfo Pérsico.

En la ciudad de Petra se encuentran construcciones monumentales históricas de culto. En la ciudad de Petra se encuentran construcciones monumentales históricas de culto.

Todas estas paradas históricas, que forman parte de la conocida ruta de los peregrinos —un recorrido por las ciudades santas—, también destacan por atractivos turísticos más convencionales, como la costa del mar Rojo. La cadena canadiense de hoteles resort de lujo Four Seasons ya tiene en la mira las playas de Umluj, conocidas como las Maldivas sauditas, rodeadas de montañas y volcanes inactivos, y plantaciones de mangos.

Más allá de la discusión de si es o no un sitio ideal para vacacionar, es innegable que Arabia Saudita sería un destino inolvidable, sobre todo, por las escenas de la vida cotidiana que tanto atrapan a los turistas, recordándoles permanentemente que no se está dentro del mundo occidental. “Las personas quieren ser parte del destino al que van, sentirse como locales”, aseguró De la Osa. Las ferias, ceremonias y paseos en camello también son actividades estrella dentro del turismo arábigo. 

Por otro lado, la sorpresa es un condimento importante durante los viajes. Arabia Saudita es toda una experta a la hora de romper tópicos y superar expectativas, a no ser que a alguien no le asombre encontrarse con un lago de sal en medio del desierto, dentro de un cráter volcánico de casi 300 metros de profundidad. Este lugar, Abu Dhabi, es el sitio favorito para los campistas, no así para los fanáticos de las bajas temperaturas; muy rara vez hay inviernos con menos de 15 ºC.

Entre cadenas montañosas de más de 3.500 metros de altura, laderas y acantilados, Arabia Saudita tiene uno de los climas más inhóspitos del mundo. Entre cadenas montañosas de más de 3.500 metros de altura, laderas y acantilados, Arabia Saudita tiene uno de los climas más inhóspitos del mundo.

Los contrastes más impresionantes del país están dados por la madre naturaleza. El reino arábigo destaca por ser un destino que guarda un equilibrio perfecto entre entornos naturales y construcciones hechas por la mano del hombre.

Arabia está lista. La transformación a la que se somete este país es, sobre todo, física. Con la reciente creación de un Ministerio de Turismo, Arabia Saudita tiene prevista una inversión multimillonaria en infraestructura. El país, que se moderniza día tras día de la mano de su población joven —de 36 millones de habitantes, casi un 50% tiene menos de 24 años—, está inmerso en varios megaproyectos de lo más futuristas.

Plan de diseño para The Line, corazón del megaproyecto NEOM sobre el mar Rojo. La infraestructura está pensada para albergar a nueve millones de personas. Fotol: AFP Plan de diseño para The Line, corazón del megaproyecto NEOM sobre el mar Rojo. La infraestructura está pensada para albergar a nueve millones de personas. Fotol: AFP

The Line es toda una ciudad amurallada del mañana, a orillas del mar Rojo. Con poco menos de 200 kilómetros de extensión, se proyecta como una edificación cubierta de espejos que atraviesa desiertos costeros y montañas en forma de línea recta. En su interior, donde se despliegan imponentes jardines llenos de vegetación y fuentes colgantes, se asentará una ecociudad sin calles ni tránsito, que se sostendrá con energías renovables.

Foto: AFP Foto: AFP

El fin de la primera fase de esta construcción está previsto para el año 2030, con un costo total de alrededor de medio billón de dólares. Esta idea forma parte de un plan diferente al de Visión 2030, también propuesto por el príncipe Salmán. Se trata de Neom, un complejo de tres megaciudades con inteligencia artificial y hasta luna propia. Estará formado por The Line, Trojena (una ciudad pensada para la realización de los Juegos Olímpicos de invierno y una apuesta al turismo de montañas) y Oxagon (un centro industrial del futuro

Plan de diseño que muestra la zona de montañas en donde se proyecta la megaciudad de Trojena. Foto: Neom, AFP Plan de diseño que muestra la zona de montañas en donde se proyecta la megaciudad de Trojena. Foto: Neom, AFP

Se incluirán apartamentos, chalets y mansiones, así como hoteles que van desde el ultralujo a experiencias familiares más acogedoras en cabañas de madera, además de resorts y centros de bienestar, y una amplia oferta comercial y de ocio. 

Pero la vieja Arabia Saudita también se renueva para volverse una gran megalópolis. En la segunda ciudad más grande del reino, Yeda, se está construyendo la Kingdom Tower o Jeddah Tower, con la pretensión de volverse el rascacielos más grande del mundo. El proyecto —dirigido por Adrian Smith, el arquitecto estadounidense que también trabajó en el diseño del actual rascacielos más alto del mundo, Burj Khalifa, en Dubái— tuvo una pausa en 2018 y hoy se encuentra en etapa de supervisión de los avances. Fue pensado para albergar oficinas, condominios de lujo y la propuesta hotelera de Four Seasons, despertando el interés de uno de los principales accionistas de la cadena, Bill Gates.

Vista aérea de la ciudad de Jeddah y sus torres, sobre la costa saudita. Foto: Bandar al-Dandani, AFP Vista aérea de la ciudad de Jeddah y sus torres, sobre la costa saudita. Foto: Bandar al-Dandani, AFP

En la década de los años 80 y 90 nadie hubiera pensado en viajar a Dubái porque la hoy llamada ciudad del futuro era apenas un páramo en el desierto. Lo mismo sucederá con una Arabia Saudita que, aunque ya está lista para recibir turistas de todo el mundo, se propuso redoblar la apuesta vecina. “Estamos ante el nacimiento de un destino”, concluyó De la Osa.