¡Hola !

En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
$ Al año*
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

¡Hola !

En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
$ por 3 meses*
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
* A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
stopper description + stopper description

Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

Suscribite a Búsqueda
DESDE

UYU

299

/mes*

* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

¡Hola !

El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

Una pareja de uruguayos recorrió el Sendero de la Cresta del Pacífico de Estados Unidos

Caminaron más de 4.200 kilómetros en seis meses, solo con una mochila y una carpa

Por un lado está Isabel Bonavoglia, una uruguaya de 36 años, que conoce a Marcelo Hitta, de la misma edad, a través de la aplicación de citas Tinder. Es en 2020, cuando el Covid-19 se ha convertido en una enfermedad pandémica. Pero, a pesar de las recomendaciones de aislamiento en “burbujas”, deciden verse en persona. Así comienza la relación.

regenerado

Por otro lado está Cheryl Strayed, una mujer también joven, jadeando en la cima de una montaña después de haber caminado 30 kilómetros o más en un solo día. Lleva una enorme mochila con un sobre de dormir azul enrollado arriba, viste camisa a cuadros y un short. Está despeinada. Su piel está polvorienta, con manchas amarronadas de mugre y unos cuantos moretones y raspones. Se sienta y libera sus pies de unas botas de leñador acordonadas que le aprietan.

A priori, pareciera no haber un solo punto de contacto entre Cheryl, el personaje de la película Wild (Alma salvaje, 2014) que interpreta Reese Witherspoon, y esta pareja de uruguayos. Y no hubo puntos de contacto hasta que un día Marcelo le recomendó a Isabel la película. Pero no como cualquiera que va a ver algo al cine o descubre un filme que lo entretuvo en una plataforma de streaming y quiere que otros lo vean. Marcelo tenía una doble intención. ¿Que Isabel se entretuviera? Sí, claro. Pero sobre todo que viera a Cheryl Strayed en pantalla caminando por el sendero de la cresta del Pacífico de Estados Unidos (PCT, por las siglas en inglés de Pacific Crest Trail) para que algún día quisiera emprender la misma aventura.

Marcelo ya tenía cierta experiencia en senderismo. Había hecho el camino del inca en Perú, recorrido las Torres del Paine e isla Navarino  en Chile y tenía un grupo de amigos con los que, siempre que podían coincidir en vacaciones, practicaban senderismo en algún país. Eso sí, las travesías nunca duraban más de 10 días. Isabel, en cambio, jamás había hecho algo así. Solo le gustaba caminar y, dentro de Montevideo, se trasladaba a casi todos lados con sus propios pies.

Fue el día de su cumpleaños, 7 de setiembre de 2020, cuando ella vio la película y se emocionó. “Lloré, me reí, me movilizó un montón”, contó a Galería. “Y al principio lo vi como algo muy difícil. Dije ‘qué bueno sería poder hacer esto’, pero no. Tenía que dejar mi trabajo en el sector de Recursos Humanos de una empresa de seguridad “yo que siempre fui muy estructurada, muy apegada a la rutina”, tenía que juntar la plata, recién me había mudado sola”, recordó. Pero de a poco fue quebrando sus propias estructuras y comenzó a evaluar, junto con Marcelo, la posibilidad de hacer el PCT.

Él, por supuesto, tenía las ganas, pero también algunos obstáculos que sortear para poder hacerlo. Su padre atravesaba un problema de salud, también tenía que juntar el dinero y dejar su trabajo en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Al tiempo, su papá falleció y Marcelo se sintió más cerca del extenso sendero estadounidense. Siguió buscando alternativas para convencer a Isabel y, además de la película, le regaló el libro que inspiró Alma salvaje y que lleva el mismo título. Si bien Marcelo ya lo había leído, volvió a leerlo junto con Isabel. Con cada capítulo se volvía más nítida la imagen que surgía en sus mentes: ellos dos recorriendo el PCT.

El equipaje

El 25 de marzo de 2022, Isabel y Marcelo se volvieron los protagonistas de la película. Ahora ellos eran las almas salvajes. Ese día partieron desde un pequeño pueblo en la frontera entre México y Estados Unidos. Los esperaban 2.650 millas, el equivalente a 4.256 kilómetros en total. Los esperaba el PCT, un sendero que va desde la frontera entre México y Estados Unidos, hasta la frontera entre este último y Canadá. Atravesarían, en el camino, los estados de California, Oregón y Washington, pasarían por zonas de sierras, nieve, bosques y desierto.

Salieron con mucho entusiasmo, pero también con algún que otro temor. “Dicen que la mochila refleja tus miedos y yo tenía miedo de lo que me podía faltar”, dijo Isabel. Ella era la que llevaba el equipaje más voluminoso, con un peso por encima de lo recomendado. Al igual que Cheryl Strayed, tenía dificultades para llevar semejante carga en sus hombros. Por eso, a esa mochila gigante Isabel le puso el mismo nombre que adquiere en el camino la de la protagonista de Alma salvaje: Monster.

Isabel y Marcelo llevaban la ropa que entendían indispensable, una carpa, un sobre de dormir, una cocinilla a gas, pequeñas garrafas, una cacerola, agua y comida que reponían en cada parada. Además, un cuchillo, un “kit reparación” por si la carpa sufría algún averío (parches, hilo, aguja, pegamento), algún medicamento, crema curativa y vaselina para las paspaduras, y dos bastones de trek cada uno para usar de apoyo.

A eso debieron sumarle algunos elementos de seguridad. Adquirieron un Garmin, un aparato tecnológico con conexión satelital y un botón de emergencia para pedir rescate o algún tipo de ayuda, que además sirve para enviar mensajes a cualquier número de celular del mundo y aliviar preocupaciones de familiares. Llevaban también sus celulares para sacar fotos, filmar y poder acceder a Far Out, una aplicación que indica los puntos de agua y lugares recomendados para acampar en todo el recorrido del PCT. Para mantener los dispositivos tecnológicos con vida, incluyeron en sus equipajes cargadores inalámbricos que alimentaban con un mini panel solar y una cámara GoPro con la que grabaron varios videos que hoy están disponibles en su canal de YouTube (Caminantes UY). 

Para la zona de las sierras, Isabel y Marcelo compraron un bear canister, un tarro de plástico de unos 400 gramos que sirve para almacenar la comida y que los osos y otros animales que circulan por la zona no puedan comerla. Para la nieve, un ice axe, “hacha que sirve para escalar montañas y despejar el hielo del camino”, y microspikes, una especie de cadenas con pinchos que se enganchan en la suela del calzado para evitar resbalarse.

Eran siete u ocho días de caminata, noches en carpa, comidas hechas en la cocinilla a gas o barras de cereal y mantequilla de maní, poca o nula higiene y mucho uso del “kit caca”, como le llama Isabel. Esto último, sin entrar en detalles, era una pala y papel higiénico para cumplir con la necesidad básica. Después de esos días, tocaba acercarse a la ruta y levantar el dedo pulgar hasta que alguien accediera a trasladar dos cuerpos sucios hasta la ciudad o pueblo más cercano. Y ahí sí: una buena ducha, una rica comida y el merecido descanso.

En el camino

No todos los senderistas que se deciden a recorrer el PCT completan los 4.256 kilómetros. Por el camino quedan quienes abandonan por cansancio físico: no cualquiera aguanta caminar 30 kilómetros por día, o 35, o 12 horas. Y menos en un sendero tan salvaje, con paisajes, alturas y riesgos diversos. Quedan también quienes abandonan por alguna dolencia o lesión. Algunos fallecen, por caídas desde la altura, por la falta de aire en esas zonas, por complicaciones en la nieve, por ahogamientos en los cruces de ríos. Hay muchas causas por las que año a año el PCT se lleva más de una vida. Aunque es difícil encontrar estadísticas, en una búsqueda de noticias sobre el tema aparece, al menos, una decena.

Isabel y Marcelo tuvieron altos y bajos en su estado físico. Pero, entre esos bajos, nada grave. Él bajó 12 kilos en un mes y medio y en algún momento sintió su cuerpo más débil. Hubo días en los que le dijo a su pareja “pongamos la carpa acá, no puedo más”. Cansancio, la sensación básica. Algunos días tuvieron que salirse del camino y quedarse en una ciudad. Los dos sufrieron malestares de hígado por una alimentación que se alejaba de lo saludable y Marcelo tuvo llagas. Nada asociado a los factores de riesgo de un sendero salvaje. Y entre todo eso no “perdieron” más de seis días, según declaró él.

Se encontraron en el camino con senderistas de distintos países, culturas y costumbres. Un taiwanés cuya alimentación básica durante el recorrido consistió en aceite de oliva con azúcar, una pareja como ellos, muchos estadounidenses, gente de Alemania, de Bélgica, de otros países de Europa y de los más diversos orígenes conformaron su tramily: una palabra que surge de la unión de los términos en inglés trail (camino) y family (familia).

Animales y otras amenazas

En un territorio salvaje, los humanos son los invitados. Los anfitriones son los animales y en todo el PCT conviven distintas especies. El animal más riesgoso es el oso, y en Norteamérica los hay de dos tipos: el negro (black bear) y el pardo (grizzly). El segundo es el más peligroso por ser más grande, territorial y carnívoro. El primero es el que predomina en el sendero y, si bien puede atacar, es más pequeño y temeroso. Los uruguayos se cruzaron con tres o cuatro de los negros en el camino y otro mientras intentaban acampar a la intemperie, sin la protección de la carpa. Esta modalidad se conoce como cowboy camping y muchos la practican para disfrutar del cielo estrellado y la brisa natural.

Esa noche, la pareja sí armó la carpa, pero solo con la primera capa, una especie de red tipo “mosquitero” transparente que permite ver hacia afuera y deja pasar el aire. Así se acostaron dentro con sus sobres de dormir. Eligieron un sitio al azar para acampar, y no uno de los recomendados en Far Out. Cuando ya estaban dormidos, Marcelo escuchó un ruido fuerte. Se incorporó y, en la oscuridad de la noche, vio cómo una sombra se alejaba. Luego escuchó a la sombra correr cuesta abajo, como llevándose puestos los pastizales. “Si no lo escuchaba, capaz que me despertaba con el hocico de un oso en la cara, pero me incorporé, se asustó y se fue”, contó. Isabel también se despertó, salieron de la carpa con sus cuchillos y colocaron la capa de arriba, como si eso fuera a protegerlos de un nuevo ataque.

Para estos senderistas había peligros más importantes que los animales en la PCT. Isabel le temía mucho a los pasos de montaña, sobre todo a las bajadas en la nieve, donde podía resbalarse. “Había lugares realmente peligrosos en los que si caía me moría. Si resbalaba con algo, si no iba concentrada, realmente me moría”, reconoció. Tampoco sucedió, pero su corazón se agitaba en esas partes y alguna vez hasta lloró de emoción después de haberlo logrado.

Los cruces de ríos también representaban una amenaza por la fuerza de la corriente del agua. Había que mirar hacia adelante y mantenerse en cuatro apoyos. La estrategia era que Marcelo siempre fuera adelante, por ser el más grande y el que sabía nadar mejor. Atrás, Isabel seguía sus pasos. Con las precauciones correspondientes, no tuvieron mayores dificultades.

Superestrellas y magia

Es casi innecesario un documento que certifique que una persona es senderista cuando está recorriendo la PCT. Los elementos distintivos se llevan puestos: la mochila, los bastones, el sobre de dormir. Cargan también con olores propios de la falta de higiene, capas de mugre en la piel que se confunden con un bronceado. Pelos desordenados en las mujeres, barbas largas en los hombres. “Te ven por la calle toda mugrienta, hedionda, desprolija, y te reconocen: ‘¡Es un PCT hiker!’. Sos como una superestrella, es algo tan raro”, dijo Isabel.

En cada pueblo o ciudad donde descansan, los “PCT hikers” (en español, senderistas del PCT) son casi superestrellas. La localidad de Julian, en California, es famosa por ofrecer una porción de torta gratis a cada senderista que pasa por allí. Para ello, en general, se les solicita algún permiso o acreditación. “Pero a nosotros no nos lo pidieron, con la pinta ya se dieron cuenta”, recordó Marcelo entre risas, a lo que Isabel agregó: “Porque te ven mugriento”.

En otro pueblo, una anciana llamada Virginia, que vivía sola, les ofreció acampar en el fondo de su casa. Isabel y Marcelo ya estaban por irse de allí para retomar el PCT, pero él propuso quedarse un rato más “porque a veces pasan cosas buenas”. Y sí pasaron. Virginia se acercó y les ofreció llevarlos al sendero, pero Marcelo contestó: “Es un poco tarde, estamos evaluando quedarnos por acá”. Allí fue que la anciana los invitó a su casa, les sirvió té caliente y galletas. Conversaron hasta altas horas de la noche y durmieron en su carpa pero en un lugar seguro y sin restricciones.

En Mammoth Lakes, también en California, una noche se cruzaron con un chofer de ómnibus chileno que los escuchó hablar español. Afuera estaba gélido y el plan de Isabel y Marcelo era, como de costumbre, dormir en carpa. “Vayan a ver al padre Jorge”, les recomendó el chileno. Era un sacerdote mexicano que dirigía una iglesia en el pueblo. “Seguramente puedan quedarse allí”, agregó. La pareja se acercó hasta el lugar y habló con el sacerdote, pero él les explicó que no podía alojarlos. Sin embargo, antes de que salieran de la iglesia, les dijo “por favor, tomen esto”, y les entregó un billete de 100 dólares para que pudieran hospedarse entre cuatro paredes.

En otro momento, cuando ya soñaban con hamburguesas, pizzas y postres, pararon en un restaurante de un pueblo a tratar de cumplir esos sueños. Se dieron sus gustos y al momento de pagar el mozo les dijo: “¿Vieron una pareja de ancianos que estaban sentados allí?”, y señaló una mesa. Ellos asintieron. “Ya les pagaron la cuenta”. Isabel y Marcelo se miraron y salieron corriendo. Los encontraron subiendo a su auto para irse y pudieron saludarlos y agradecerles sin entender del todo por qué, sin siquiera conocerlos, sin haber cruzado palabra, habían tenido ese gesto.

En distintos puntos en mitad del camino, los senderistas fueron encontrando lo que se llama trail magic, algo así como “la magia del camino”. Se trata de alimentos, bebidas y productos de necesidad básica que personas anónimas dejan para que quienes recorren el PCT pueden tomarlos de manera gratuita.

Frontera de fuego

Cada año, el estado de California sufre incendios forestales de enorme magnitud. Para los que recorren el PCT, este es uno de los principales motivos de abandono o de pausas prolongadas, ya que se clausuran partes del camino. Isabel y Marcelo venían con mucha suerte. Solo habían tenido que saltearse una parte del camino que estaba siendo restaurada tras el Dixie Fire, un gran incendio ocurrido en 2021. Pero al finalizar las tareas de restauración pudieron volver y recorrer ese tramo.

El año 2022 no sería la excepción, y los incendios volvieron a atacar los bosques californianos. La suerte de Marcelo e Isabel comenzaba a agotarse. Aparecieron los fuegos y ellos caminaban por delante, hasta que tuvieron que detenerse. Ya sabían que la amenaza estaba latente. Habían visto aviones por todos lados y en una noche de camping su carpa se llenó de humo y cenizas.

De pronto todo el fuego se concentró en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, impidiendo el recorrido del tramo final. Solo quedaban 30 millas de las 2.650 totales, pero la pareja de uruguayos no pudo llegar al monumento que indica el fin del PCT y sacarse la foto tan popular. A Marcelo no le importaba, consideraba que esa foto era algo simbólico y estaba orgulloso del camino recorrido. Isabel también sentía orgullo, pero a ella se le mezclaba con cierta tristeza por no haber podido llegar a la meta.

A la pareja se le ocurrió una idea para festejar su gran logro. En la lona que usaban para colocar debajo de la carpa dibujaron el famoso monumento. La ataron a unos árboles y crearon su propio final del camino para obtener una foto distinta pero igual de válida. El incendio continuó durante varios días.

“Una vida nueva”

Isabel y Marcelo dieron por finalizado el PCT el 8 de setiembre de 2022, después de cinco meses y medio de caminata. Recuerdan la experiencia y las sonrisas achinan sus ojos. Tratan de ordenarse para contar la historia, porque de una anécdota surge otra y otra y otra más. Saben que descubrieron un estilo de vida que les atrae. Mucho.

“Una de las cosas más lindas fue la gente que conocimos, fue como una revelación. Nunca había estado en Estados Unidos y quizás tenía algunos prejuicios, pero me sorprendí para bien con todas las personas que conocimos, todo lo que hicieron por nosotros”, resaltó Marcelo.

La pareja siguió recorriendo senderos del mundo tras finalizar el PCT. Estuvieron en Nepal, luego en Italia. Pero para Isabel nada supera el PCT. En Nepal, si bien vio paisajes increíbles desde montañas aún más altas que las estadounidenses, no sintió la misma conexión, dijo. Recuerda “la carpa, la rutina de todos los días” y su “pedacito de mundo”. Y agrega “los desafíos, la satisfacción de atravesarlos, esas horas con uno mismo, horas y horas de caminar, la contemplación de la naturaleza, los atardeceres, los amaneceres”.

Decidirse a recorrer el sendero de la cresta del Pacífico no es decidirse a hacer un simple viaje. “Es un cambio de vida, porque vos renunciás a tu trabajo, te vas a otro país y todos los días hacés lo mismo: caminar, comer y dormir. Así durante seis meses. Es un hábito, una vida nueva”, concluyó él.