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Cremas para la belleza, las nuevas golosinas de las niñas
Las redes sociales han empujado a las niñas y adolescentes a una obsesión por el skincare hasta llegar a la cosmetorexia, el desorden psicológico relacionado con la necesidad compulsiva de utilizar productos de belleza
La pandemiaha dejado todo tipo de consecuencias. Una de ellas es el poder que han adquirido las redes sociales. Lo que hace a la esencia de las redes sociales es también su elemento más aterrador: cualquier persona del mundo puede subir contenido, el acceso es universal, ilimitado, total y completamente democrático. Esto entrega a todas las personas del planeta con acceso a internet y a un smartphone la posibilidad de convertirse en comunicadores masivos y eleva a esa categoría a quienes efectivamente hacen uso de esa posibilidad; estamos hablando de miles de millones de comunicadores masivos.
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Sin embargo, ser un comunicador es una profesión y como tal tiene sus responsabilidades y consideraciones éticas. Pero las redes sociales, el canal de comunicación por antonomasia hoy, son dirigidas —bajo un contrato de hecho y no de derecho— por influencers, es decir, personas que ejercen influencia, aquellos que tal vez podrían integrar la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time. Solo que en este caso la lista excedería ampliamente las 100.
Entonces, estas personas de todas las edades, géneros, religiones, convicciones, valores y prejuicios son quienes están mandando mensajes a la humanidad sin ningún tipo de conocimiento detrás, estudios, investigaciones, conciencia. Sus receptores, miles, millones, escuchan y muchas veces acatan, son influidos por esos influencers, que han encontrado una nueva ocupación u “oficio” que los define y les ha hecho ganar mucho dinero, pero que en muchos casos jamás estudiaron y tampoco se tomaron el tiempo de reflexionar sobre las consecuencias de lo que dicen y hacen, de cómo eso puede repercutir en los receptores de sus mensajes. Ética se llama.
Afortunadamente, el poder de estos influencers no alcanza a todos por igual, pero sus discursos hacen carne en aquellos en los que algo resuena, vibra, se mete en algún espacio vacío, ocupa o genera una necesidad.
La mejor arma para enfrentar cualquiera de estos ataques es el criterio, entender de quién viene el mensaje y aceptarlo o rechazarlo y no tomarlo como una verdad absoluta. Paso siguiente, enseñar esto a nuestros hijos, que viven sumergidos en ese universo virtual lleno de mentiras, falsas realidades, personas que no existen, valores distorsionados.
Uno de los tantos efectos de la exposición de niños y adolescentes —en este caso son más las mujeres— a las redes sociales es la obsesión por el skincare hasta llegar a la cosmetorexia, es decir, el desorden psicológico relacionado con una obsesión por la apariencia física y la necesidad compulsiva de utilizar cosméticos y productos del cuidado de la piel.
Si la niña necesita sentirse bella, ¿qué valor le estamos dando a la belleza? ¿Por qué necesita ser bella? ¿Qué es ser bella? ¿No es bella así como vino al mundo? ¿Qué puede pasar si no fuera bella? Si la niña necesita sentirse bella, ¿qué valor le estamos dando a la belleza? ¿Por qué necesita ser bella? ¿Qué es ser bella? ¿No es bella así como vino al mundo? ¿Qué puede pasar si no fuera bella?
Las chicas, incluso niñas de cuatro años, ven a las influencers todas montadas con sus trucos de maquillaje y baterías interminables de cremas que les prometen una belleza inventada, irreal, salida de filtros virtuales, y ellas quieren lo mismo. Pero la obsesión por las cremas es solo una canalización de la obsesión por la belleza, un imperativo que, paradójicamente en tiempos de feminismo activo y pujante, está cada vez más instalado.
En una nota que escribió Magdalena Cabrera y publicamos en este número, varias especialistas hablan de este fenómeno, de las consultas que reciben, de la exageración, de la no necesidad de uso de cremas en pieles sanas y perfectas, y hablan también de los padres. De padres que habilitan, que no se detienen a pensar en la formación de sentido crítico de sus hijos, que dan lo que los hijos piden sin pensar que no les hace bien y no se toman el tiempo de explicar y conversar. ¿Por qué los padres serán tanto más permisivos de lo que eran los nuestros 40 años atrás? Permisivos al punto de ceder ante cosas que les hacen mal a sus hijos. Tanto los cuidan de bebés y cuando llegan a la niñez parece que se “cuidan” solos. Como dice una especialista en la nota, no les dieron la mamadera de plástico porque tenía BPA, ¿por qué les van a dar esas cremas llenas de parabenos?
Pero, si la niña necesita sentirse bella, ¿qué valor le estamos dando a la belleza? ¿Por qué necesita ser bella? ¿Qué es ser bella? ¿No es bella así como vino al mundo? ¿Qué puede pasar si no fuera bella?
El tema real acá es la autoestima y la valoración de uno mismo. Trabajemos todos en esto, empezando por los niños. En una sociedad como la de hoy, que ha logrado alcances increíbles en cuanto al lugar que ocupa la mujer, sus derechos y sus libertades, no volvamos atrás empujando a las niñas a una persecución por la belleza física.