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En el Día de la Madre, un llamado a los padres, o a quienes quieran serlo
Mientras la natalidad desciende en todo el mundo, cada vez más mujeres están cuestionando el mandato de la maternidad porque no quieren enfrentarse a una responsabilidad inequitativa
Desde hace varios años, se viene registrando en todo el mundo un descenso sostenido de la natalidad. En Uruguay, las cifras de nacimientos igualan los valores de fines de 1800, principios de 1900. A escala internacional, la fecundidad se ha reducido de un promedio de cinco nacimientos por mujer en 1950 a 2,3 en 2021, lo que indica que la población —y en especial las mujeres— ejerce cada vez más control sobre su vida reproductiva, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
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Ese control que se señala, especialmente de las mujeres, tiene su correlato en el ámbito médico y en las políticas públicas: se han creado varios métodos anticonceptivos así como facilitado el acceso a esa información y a su empleo a usuarias del sistema de salud, y se ha trabajado en la prevención del embarazo adolescente.
Este avance de la medicina en métodos anticonceptivos con el que nuestras abuelas no contaban le ha dado el poder y la libertad a las mujeres de decidir cuándo quieren ser madres y cuándo no. Desde hace varias décadas, en general, los hijos se piensan, se desean, se buscan. Y hoy parece que el deseo de ser madre está en franco descenso.
Los factores que causan este fenómeno pueden ser muchos, pero hay uno que está bastante claro: las mujeres ya no quieren ser madres del modo en que conocen el ejercicio de ese rol. Tienen delante un modelo de maternidad que no es el que se ajusta a su visión de la vida, a su forma de vivir, de disfrutar, de realizarse. No quieren una crianza despareja. Porque lo que ven a su alrededor es un desequilibrio entre el rol de la madre y el rol del padre.
Durante siglos, la primera (y a veces única) misión de la mujer en esta vida era tener hijos. Pero en los últimos años, cada vez más mujeres están cuestionando ese mandato porque no quieren enfrentarse a una responsabilidad inequitativa, no quieren asumir la sobrecarga que les implica el desbalance en las tareas de cuidado y crianza.
Seguramente, si a esas mujeres se les planteara una maternidad en la que hubiera equidad, cuidado mutuo, escucha, responsabilidad emocional, compromiso real con el pequeño ser, lo pensarían de nuevo Seguramente, si a esas mujeres se les planteara una maternidad en la que hubiera equidad, cuidado mutuo, escucha, responsabilidad emocional, compromiso real con el pequeño ser, lo pensarían de nuevo
Las mujeres han cambiado, la maternidad/paternidad no tanto. Muchas mujeres aún encuentran que los varones siguen exigiéndoles más dedicación de la que ellos están dispuestos a prestar a los hijos y la familia. Y ellos siguen sin cuestionarse sus propios privilegios y su rol en esa desigualdad en el hogar. Cada vez más, las mujeres se respetan a ellas mismas, saben lo que no quieren, buscan la igualdad. La igualdad en responsabilidades, tiempos, tareas, y también en oportunidades fuera del ámbito familiar, así como las tienen ellos.
Si los hombres no se liberan de su machismo cotidiano, ya no habrá mujeres dispuestas a ser madres. Seguramente, si a esas mujeres se les planteara una maternidad en la que hubiera equidad, cuidado mutuo, escucha, responsabilidad emocional, compromiso real con el pequeño ser, en la que las mujeres no tuvieran que postergarse ellas, su carrera, sus deseos, su necesidades, lo pensarían de nuevo.
Es verdad que el rol de los padres ha cambiado mucho: se ven padres en el pediatra, en las reuniones de la escuela, con la maestra, en la plaza solos con sus hijos; aunque siempre son minoría. Pero sigue existiendo un nivel más profundo al que no llegan, de compromiso afectivo real con ese rol, de interés y preocupación genuina por cuidar y criar al niño de manera sana, por saber qué le sucede, cuál es el problema que tiene en la escuela, o de qué forma es importante alimentarlo o tratarle esa alergia que lo molesta.
Hasta que los hombres no adquieran esta competencia afectiva, esa inteligencia emocional que los conecta con la persona que desciende de ellos; que asuman plenamente la imperiosa misión de hacerlo crecer sintiendo ese amor paterno incondicional, igual y en la misma categoría que el de la madre, las ganas de las mujeres de embarcarse en la maternidad serán cada vez menores. De hecho, en las condiciones planteadas hoy, UNFPA prevé que para 2050 la fecundidad descienda aún más, hasta llegar a 2,1 nacimientos por mujer en todo el mundo. El desafío es alto, pero podemos ser una sociedad más avanzada.