Para darle un tono, digamos, literario o periodístico fui a buscar casos límites, extremos; y de esos casos extremos, que no fueran, además, los de la madre abnegada que hizo todo perfecto como se esperaba de ella. Fui a buscar historias que realmente hubieran sido muy dramáticas, pero también que se hubieran resuelto de determinada manera. Evidentemente, los cinco casos son increíbles: a una le sacaron a sus hijos en Panamá, no podía tener acceso a ellos, no los podía ver, el padre había decidido que se los iba a sacar. Ahí entendés, además, que cuando sos extranjera, sos inmigrante en un país, lo regalada que estás en un montón de cosas. Y ella logró, en una cosa de película, ir a rescatar a sus hijos, escaparse a Costa Rica y volver a Uruguay. Yo quería un caso de rescate, porque hay muchos, de mujeres casadas con extranjeros que les sacan a los hijos.
Pero el libro también abarca a madres que se enfrentan con la locura, la discapacidad.
Sí, está la madre que terminó matando a su hijo y que es una cosa impresionante. Para este caso, todas las entrevistas las hicimos en la cárcel de Cabildo, porque ella estaba presa y el caso estaba en una especie de limbo en el que no sabían cómo juzgarla, porque claro, tanto ella como él (su hijo) habían sufrido lo indecible. Él tenía un problema de salud mental muy grave y tenían situaciones de enfrentamiento entre sí continuas. Entonces, ella después relata de una manera muy cruda lo que fue todo eso y decía frases que, cuando yo salía de ahí, me tenía que quedar sola un rato, y después irme a trabajar. Una vez me dijo: “Es mejor que esté donde está ahora, y no en la sala 11 de Vilardebó, que es donde hubiera terminado, porque él me hubiera terminado matando a mí”.
Cosas terribles, pero que te dan la dimensión de la experiencia humana y muestran el tema de la salud mental, y de que si tenés un hijo con problemas de salud mental graves o agudos, estás solita con tu alma. Bueno, ella tenía a su marido, un tipo que la acompañó mucho. Pero sobre todo, si no tenés recursos económicos, estás regalada. Ahora está más reconocido como un problema, pero si leés a (José Pedro) Barrán, en su libro Medicina y sociedad en el Uruguay del 900, entendés todo del 900, y del 2000, sobre cómo negamos los problemas de salud mental, porque nos dan miedo, porque no lo sentimos como un problema médico durante muchos años.
Un caso que impresiona mucho también es el de Alexandra, con su hija con parálisis cerebral.
Alexandra es una mujer con una hija que logra comunicarse solamente a través del movimiento de ojos. Ella ya tenía dos hijos grandes, había tenido incluso cáncer de útero y asumió este tercer embarazo. En el parto hubo un inconveniente que hizo que la niña no recibiera oxígeno durante un tiempo y quedó con una parálisis cerebral que le imposibilita las funciones motoras, del habla y de todo lo demás. Sin embargo, el cerebro le funciona y ella logra comunicarse con su madre.
El otro caso es el de una adopción, y está en una zona gris porque es de una mujer que iba a tener una hija y había arreglado que se la cuidaran otras personas para ayudarla, pero en realidad esas personas la querían en adopción. De hecho, se la sacaron, se la llevaron del Pereira Rossell para cuidarla un par de días porque ella había tenido un problema de salud y no se la devolvieron. Todavía no se la habían devuelto hasta el momento en que la niña tenía ya como 10 años, y yo la entrevisté. Este caso tiene que ver con mujeres que están en situaciones de vulnerabilidad psicológica, muy exigidas, porque a su vez son madres solas. Son las típicas que muchos juzgamos, pero cómo pudo hacer esto, pero cómo confió en ese hombre, pero cómo le dio a la niña, son situaciones en las que uno dice que hay que estar ahí y entender un poco el esquema. Además, hay que decir que de los fantasmas de la maternidad que quise exorcizar, no exorcicé ninguno, seguí teniendo los mismos.
Monica Bottero. Cred. Leo Barizzoni.jpg
Leo Barizzoni
Y no podía faltar el caso de una madre de un hijo con adicción.
Está el caso de Rocío, la madre de un chiquilín que consume pasta base y que fundó la organización de las Madres de la Plaza, que es esta plaza donde vivo ahora (Entrevero). Reclamaban respuestas para los chiquilines porque ahí sí que estás sola también. En aquel momento, en 2006, cuando empecé el libro no era una cosa tan acuciante, hoy lo ves, lamentablemente está, y atraviesa las clases sociales, los niveles socioeconómicos y culturales. El proceso de escribir este libro fue doloroso pero muy satisfactorio, y también, tuve la alegría de que le fue bien; tuvo tres o cuatro ediciones en su momento.
¿Cómo cambió su visión de las cosas a partir de haber ocupado la dirección del Instituto Nacional de las Mujeres durante cinco años?
Cambió mi perspectiva de la política, de la gestión pública y también de cómo uno respeta al funcionariado público. Esto no lo digo como política, porque yo ya no voy a hacer más política, por lo menos como dirigente, o sea que no puede ser tomado como una cuestión demagógica. El compromiso del funcionariado público realmente está muy subvalorado, porque siempre nos quedamos con aquel personaje de (Antonio) Gasalla, que los hay…Yo tuve una funcionaria que estuvo dos años certificada y que en el Instagram ponía fotos con sus amigas saliendo a tomar y no sé qué. A veces uno está tan centrado en la gestión, tenés 90 funcionarios, que no te podés tomar el trabajo de ir a ocuparte de cada uno, de lo que hace o deja de hacer. Pero realmente eso sucede, hay gente que vos ves que no tiene un compromiso o se toma el trabajo público como una beca.
Pero eso que no hacen los que no hacen se lo ponen al hombro los que sí tienen compromiso, y que no importa quién gobierne, se rompen el alma para sacar las cosas adelante. Entonces, a esa gente, que yo diría que es un porcentaje muy importante del funcionariado público, uno le toma respeto porque realmente quiere hacer las cosas bien, porque sí, porque no le va a traer ningún beneficio.
¿Es motivador trabajar en la administración pública?
El tema es que vos tenés que proponer las respuestas al principio porque después ya está jugado el presupuesto y no podés hacer cambios en el camino. Eso es lo que tiene de ciencia, digamos, la administración pública. Pero mi sucesora, igual que mi predecesora, es una mujer comprometida con el tema y nos hemos transmitido buenos consejos. O sea, a mí me dio buenos consejos Mariella Mazzotti, que venía de la administración pasada, sobre qué hacer y yo le di lo que a mí me parecía a Mónica Xavier, que es quien vino ahora. Eso debería ser así. Me parece que es importante tomarse en serio lo de las políticas de Estado. No puede ser que cada cinco años venga alguien y cambie todo, o quiera tirar abajo todo lo que se hizo y empezar de nuevo, porque en cinco años es muy difícil que lo puedas hacer.
Entonces, en ese sentido vas aprendiendo cosas que en una admnistración capaz no podés implementar, pero que se la vas a pasar a quien venga después de vos. De todas maneras, hay una cosa que está muy buena y es que los técnicos que implementan esas políticas siguen, son funcionarios públicos. Entonces ellos son los que van acumulando aprendizajes y por eso es importante confiar. Cuando vos llegás, tenés que confiar en los técnicos porque son los que están todos los días con los temas.
¿Cómo es su rutina de escritora ahora?
Mi nueva vida, que empezó el 1 de marzo, es contar una historia policial que implica reconstruir el año 1956 en Uruguay y en el mundo. Y bueno, ahora estoy haciendo lo que siempre soñé, que es ir todos los días y hacer un horario laboral en la hemeroteca del Palacio Legislativo, rodeada de diarios. Trabajé 37 años como periodista, entonces cuando iba entrando en la hemeroteca y mirando todos aquellos diarios pensé “todo lo que hice en esos 37 años está acá”, o sea que es muy removedor, muy simbólico instalarme a trabajar en ese lugar, y estoy disfrutando como loca esa investigación.
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Editorial Aguilar, 288 páginas, 950 pesos