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Florencia Bordino, diseñadora uruguaya en el Caribe: “Siempre decimos que nuestras prendas son como obras de arte”

La diseñadora uruguaya es una de las fundadoras de la exclusiva marca dominicana de ropa femenina Isla & White, inspirada en la naturaleza caribeña

A más de 6.000 kilómetros de distancia de Montevideo, en la paradisíaca isla de República Dominicana, Florencia Bordino es la diseñadora uruguaya detrás de la exclusiva marca de ropa femenina Isla & White, una firma que fundó en 2017 junto con su socia ecuatoriana, Claudia González, a quien conoció —como dice ella— en “la isla”. Ambas llegaron allí por los trabajos de sus esposos. Inspiradas en la naturaleza caribeña, crearon una línea de ropa elegante y sofisticada para una mujer versátil, moderna y con mucha personalidad.

“En República Dominicana hay tanta belleza, tanta naturaleza, tanta inspiración y cosas increíbles, pero casi ninguna marca local, entonces las dos sentíamos que teníamos que hacer algo”, dijo a Galería Bordino, diseñadora de moda egresada de Peter Hamers Fashion Design School, además de psicóloga por la Universidad de la República y productora de moda por la Universidad de Palermo (Buenos Aires). En tanto, González es especialista en marketing de moda.

Las prendas de Isla & White son confeccionadas a mano, con materiales de alta calidad, como telas de lino natural o 100% seda, y se caracterizan por los estampados tropicales y coloridos creados especialmente por la marca. El resultado son looks caribeños pero con una estética muy urbana. “Nuestra idea siempre fue crear un mix entre lo que es el Caribe y la vida en la ciudad, un poco por nuestras culturas y raíces. Claudia viene de Guayaquil y conoce bien la vida caribeña, y yo que vengo de Uruguay quería darle la impronta de una mujer que vive en cualquier otro país. Nuestra ropa te la podés poner para un cóctel en la playa o con botas y una chaqueta leather y andar por la ciudad”, señaló.

Hoy, además de en República Dominicana, la marca tiene presencia en Estados Unidos, varios países de Europa, algunos de América Latina y ha llegado incluso a venderse en Medio Oriente. En Uruguay está presente solo en los meses de verano en Casa Ribera (Manantiales) y, aunque Bordino sueña con tener un pop-up en José Ignacio, también tiene claro que la mujer uruguaya no es el target de Isla & White. “Nosotros jugamos mucho con estampados y total looks de seda, y para las uruguayas eso es un montón. Nos encanta ese look natural, más desarreglado, pero el tema es que también se animen a incorporar más colores y telas como la seda para el día a día”, opinó.

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Florencia Bordino y su socia, Claudia González

Florencia Bordino y su socia, Claudia González

Hoy Bordino vive en Chile y González, quien también se sumó a la entrevista, en Ecuador, pero el taller y el equipo de trabajo continúan estando en “la isla”, a donde cada una viaja dos veces por año. El resto del trabajo lo realizan de forma remota.

¿Por qué eligieron el nombre Isla & White?

Claudia González: Siempre que nos referíamos a República Dominicana, decíamos “la isla”, entonces queríamos que el brand tuviera esa palabra. White siempre lo pensamos porque el blanco es muy elegante y sofisticado, algo muy fluido, que tiene mucho movimiento. Utilizamos el spanglish porque en República Dominicana se habla así y además para tener esa mirada internacional.

¿A qué tipo de mujer apunta la marca?

Florencia Bordino: La mujer a la que queremos llegar es versátil, moderna, elegante, activa y poderosa. Queremos que cuando se ponga una pieza de Isla & White sienta la felicidad de sentirse linda, especial y empoderada. Siempre decimos que nuestras prendas son como obras de arte, por el trabajo que implican y porque son pensadas especialmente para nuestras clientas.

¿Cómo es el proceso de creación y confección?

F.B.: Con Claudia nos imaginamos el mundo que queremos crear en cada colección. Elegimos el pantone, los elementos, cuántos prints vamos a hacer y nuestro equipo de diseñadores gráficos diseñan todo de cero. Literal: dibujan a mano cada elemento. Después se pintan con acuarela o de forma digital y luego se estampan. Tenemos nuestro taller y el equipo de trabajo en República Dominicana. Producimos todo allá. Por año, viajamos dos veces cada una. Un viaje lo hacemos juntas y el otro, separadas. Trabajamos todo de forma remota.

¿Siempre se inspiran en la naturaleza del Caribe?

F.B.: Cuando ves una pieza, enseguida te das cuenta de que es nuestra, pero más allá de eso fuimos mutando. Arrancamos, por ejemplo, con la palmera y después nos dimos cuenta de que había muchas marcas que usaban palmeras, entonces pensamos en jugar con otras cosas. Empezamos otro tipo de estampados, utilizando otros elementos. De hecho, tuvimos tres o cuatro colecciones donde nos inspiramos en otros paisajes, como la costa Amalfitana. Siempre son paisajes con un toque caribeño, pero no siempre está la palmera.

Nuestra idea siempre fue crear un mix entre lo que es el Caribe y la vida en la ciudad, un poco por nuestras culturas y raíces. Claudia viene de Guayaquil y conoce bien la vida caribeña, y yo que vengo de Uruguay quería darle la impronta de una mujer que vive en cualquier otro país. Nuestra ropa te la podés poner para un cóctel en la playa, o con botas y una chaqueta leather y andar por la ciudad. Así ando yo por Chile. Esto, sobre todo, para no quedar estancadas en el mercado caribeño y poder salir al mundo, que fue nuestro objetivo desde un principio.

¿Cuántas personas forman el equipo de trabajo?

F.B.: En el equipo de costura, terminaciones, corte y empaque tenemos unas 25 personas. Los diseñadores trabajan de forma freelance y son de distintas partes del mundo. Luego tenemos la gerencia de logística y la parte de administración, ventas, calidad y marketing digital. La parte de ventas y comercialización (internacional) la trabajamos con un showroom en Nueva York. Las ventas wholesale (al por mayor) son nuestro mayor mercado.

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¿En el mercado local, dominicano, cómo les va?

C.G.: El mercado de República Dominicana es retail, que es full price, es el precio del consumidor directo. Son mercados completamente diferentes, pero son igual de importantes y poderosos.

¿Cuántos locales tienen en República Dominicana?

C.G.: No tenemos. En Dominicana, a las clientas les gusta que las visites, que les lleves las piezas, que les tomes las medidas, probarse tranquilas en su casa.

F.B.: Es una atención muy personalizada porque Dominicana tiene una dinámica muy particular. No es un paisaje tan urbano, como puede ser Montevideo, donde la gente se mueve fácilmente. Allá la dinámica es totalmente diferente. Primero, porque hay 40 grados de calor todo el día. Segundo, porque el transporte público no funciona y el tráfico es una locura. Entonces, las clientas están acostumbradas a un servicio más personalizado. Allá, por ejemplo, las grandes tiendas como Saint Laurent, Gucci, Cartier, Dolce & Gabbana tienen choferes que mandan las cosas a las casas de las clientas.

Nos encanta ese look natural, más desarreglado (de las uruguayas), pero el tema es que también se animen a incorporar más colores y telas como la seda para el día a día. Te podés poner una camisa de seda con unos jeans y unos tenis (championes) y subirte al 121, pero sienten que nada que ver. Nos encanta ese look natural, más desarreglado (de las uruguayas), pero el tema es que también se animen a incorporar más colores y telas como la seda para el día a día. Te podés poner una camisa de seda con unos jeans y unos tenis (championes) y subirte al 121, pero sienten que nada que ver.

¿En qué otros países de América Latina está la marca?

F.B.: Ahora estamos en Nicaragua y en Panamá. En Chile hemos hecho pop-ups en una tienda multimarca y en Uruguay estamos en verano en Casa Ribera (Manantiales). Pero en estos países nos manejamos con el market internacional. Es decir, en cada season, mandamos la colección al showroom en Nueva York, que es muy exclusivo, maneja seis o siete marcas. Ellos tienen su cartera de clientes de todos los países, que hacen las órdenes de compra. Cuando cierra la season, nos mandan las órdenes de las tiendas que compraron y nosotros producimos. Siempre trabajamos con seis meses de anticipación.

¿Apuntan a una clienta de alto poder adquisitivo?

F.B.: Sí, sobre todo porque nosotros trabajamos con telas como linos naturales y 100% seda, además de que hacemos nuestros propios estampados. No producimos nada industrializado. Cada una de las piezas son hechas por un costurero de principio a fin. Los botones son a mano y hacemos costura a la francesa (técnica de confección que permite obtener un acabado limpio y reforzado). Entonces, nuestras prendas tienen un costo de producción que no permite competir con marcas que producen en serie y no tienen los controles de calidad que nosotros tenemos. Si hacés este tipo de productos, tenés que apuntar a un mercado que te pueda pagar.

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¿A qué países fuera de la región llegan a través de los clientes internacionales?

C.G.: Estamos principalmente en Estados Unidos También, en España, Grecia y Alemania. En Medio Oriente estuvimos en una época con bastantes pop-ups y también vendíamos a través de Ounass, una plataforma retailer gigante. Pero, muchas veces, estos retailers van y vienen.

¿Cómo fue el proceso de internacionalización?

F.B.: Cuando comenzamos con la marca, nos preguntamos cómo podíamos hacer para darnos a conocer. Entonces, viajamos a Miami a presentar la marca en una feria. Ahí conocimos a las dueñas de una tienda, Boho Hunter, que ahora cerró, pero en su momento tenía varios locales en Miami. Ellas fueron las primeras que hicieron una orden internacional. Eso fue en 2019. A partir de ahí nos empezamos a mover con otras tiendas. Dominicana es un punto estratégico porque, al estar cerca de Estados Unidos, te permite moverte al exterior más rápido; además, tiene mucha influencia internacional. Tenés las marcas que querés, tiene tratado de libre comercio con Estados Unidos y además hay muchos eventos. Siento que estuvimos en el lugar indicado para el proyecto que diseñamos.

C.G.: También tiene Euro 1 (acuerdo comercial con reducciones arancelarias) con Europa. Eso nos da mucha ventaja en el mercado internacional.

¿Les gustaría tener mayor presencia en el mercado uruguayo?

F.B.: Estoy intentando convencer a Claudia de abrir un pop-up en verano en José Ignacio, aunque sea durante diciembre y enero. Más que nada porque se llena de brasileños high society, y Brasil es un mercado en el que siempre estamos pensando. Me da mucha pena, pero más allá de eso siento que el mercado uruguayo no es nuestro target. Es decir, tienda en Uruguay no vamos a tener nunca, sobre todo porque nosotros jugamos mucho con estampados y total looks de seda, y para las uruguayas eso es un montón. Nos encanta ese look natural, más desarreglado, pero el tema es que también se animen a incorporar más colores y telas como la seda para el día a día. Te podés poner una camisa de seda con unos jeans y unos tenis (championes) y subirte al 121, pero sienten que nada que ver.

En Dominicana, podés andar como quieras y cuando quieras en cualquier momento del día y nadie te va a juzgar ni mirar mal. En Uruguay, siempre está esa mirada de qué te pusiste y qué no te pusiste. Las temporadas cortas de calor también influyen. Claudia en Ecuador usa nuestra ropa mil veces más que yo, que estoy en Chile. Acá en invierno muere todo, hay muchos menos eventos. Allá todo el año tenés 25 grados.

¿Qué planes de crecimiento tienen en el corto plazo?

C.G.: Lo principal es ampliarnos en el mercado internacional. Siempre nuestras colecciones abren en Nueva York, pero el año pasado empezamos a presentarnos también en París. Entonces, seguir por ese camino: Europa, Emiratos y otros lugares en los que todavía no estamos.

F.B.: También tener un flagship store (la tienda madre que transmite mejor la experiencia de compra de la marca) en alguna parte del mundo, para darle visibilidad a la marca, pero ese es un proyecto más a largo plazo.