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© 2023 Gravier Productions, Inc., Photography by Thierry Valletoux
En esa porción privilegiada de tierra está el controvertido y venerado director. El motivo de la entrevista es el estreno de Golpe de suerte en París (Coup de Chance), su nueva película, la número 50; financiada por capitales europeos, rodada en París y hablada en francés. En el filme (que se estrena en Montevideo este jueves 25 de julio), Allen vuelve a una combinación de géneros que domina a la perfección: la comedia dramática/comedia negra/thriller, y lo hace muy bien. Después de su debut fuera de competencia en el Festival de Venecia, recogió buenas críticas y se hizo de un respetable promedio de 82 por ciento de aprobación en el portal especializado Rotten Tomatoes. En el filme, Fanny, una atractiva treintañera, está en lo que considera el matrimonio perfecto: vive con Jean, un hombre exitoso y superatento (a veces obsesivo) en un departamento de lujo, hasta que se reencuentra con Alain, un viejo compañero de colegio que le confiesa haber estado siempre enamorado de ella. La relación entre los dos avanza, entre sospechas del marido, y la trama empieza a tomar otro rumbo de la mano también del simpático rol de Camille, la madre de Fanny.
Woody Allen se ve paciente, bien dispuesto al empezar a conversar con Galería. No da señales de apuro ni de tener que estar en algún otro sitio. Pero el límite de los 10 minutos para conversar con él es implacable. No habrá ni uno más.
¿Cómo está?
¡Estoy bien! Estoy en Nueva York. Hace mucho calor. Terrible.
El título de su nueva película habla de la suerte, del azar. ¿Cree en la suerte?
Sí, soy un gran creyente en el azar, en la suerte. Creo que la gente se asusta si las cosas se dejan libradas al azar porque no tienen control sobre ellas. Les gusta pensar que controlarán las cosas; que si trabajan duro, son honestos, son dedicados y hacen sus deberes, comen comida sana y hacen ejercicio, y hacen todo bien, controlarán sus vidas. Pero la realidad es que puedes hacer todo perfectamente, siguiendo las reglas, pero necesitas suerte. Te despiertas en la mañana y algo sale mal en tus rayos X, o das la vuelta a la esquina y una bicicleta da la vuelta demasiado rápido. Tienes que ser afortunado en la vida. Necesitas muchos muchos golpes de suerte. Muchos. Necesitas el trabajo correcto, el momento correcto, la mujer correcta, el hombre correcto para casarte. Dependes de la suerte, todo el tiempo.
Esa visión sobre el rol de la suerte en la vida ¿la aprendió con los años o siempre lo acompañó?
Fui extraordinariamente afortunado. Hasta ahora he tenido buena salud. Tengo buenos amigos y una linda familia. Fui muy afortunado. Cuando era joven y quería entrar a la industria del cine, justo cuando quería hacer mi primera película, ninguno de los grandes estudios me iba a dejar hacerla. No tenía ninguna trayectoria, no iban a darme un montón de dinero para hacer una película. Y justo en ese momento se formó una nueva compañía cinematográfica (Palomar Pictures, liderada por Edgar Scherick y Paul Lazarus III), y por ser nueva no podían atraer a directores de cine importantes. Nadie quería trabajar con ellos porque ellos tampoco tenían trayectoria. Así que vinieron a mí y me dijeron: te daremos dinero y puedes hacer una película con nosotros (la película fue Take the Money and Run). Coincidimos en el mismo momento, si hubieran llegado seis meses antes, o tres meses antes… si yo hubiera llegado un poco más tarde… Fue solo buena suerte. Y he tenido ese tipo de suerte toda mi vida. Cuando empecé, todos los críticos de cine enfatizaban lo que yo hacía bien y no decían nada de todo lo que hacía mal; no se metían en eso, se enfocaban en las pocas cosas que hacía bien. Siempre he estado apoyado por los críticos de cine y la gente pone plata en mis películas. No he tenido más que suerte.
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Niels Schneider y Lou de Laâge, protagonistas de la película
© 2023 Gravier Productions, Inc., Photography by Thierry Valletoux
Además de afortunado y neurótico, como suele autodefinirse Woody Allen, también se reconoce como hipocondríaco. Mientras su esposa, Soon Yi, se entretiene yendo al teatro, a museos, al cine o encontrando rebajas en las tiendas (“espero que algún día no se presente en casa con un tractor que no necesitamos porque estaba muy bien de precio”, dice Allen en A propósito de nada), él ocupa su tiempo asegurándose de que no padece una enfermedad terrible: “Me agrada ir a las consultas de los médicos, hacer que me tomen la tensión sanguínea, posar para radiografías, que me informen de que me encuentro bien y que esa mancha oscura en mi camisa blanca es de bolígrafo, no un melanoma”. Ese sería, asegura, “un típico día” en su vida.
Esa visión catastrófica que suele tener sobre su salud tiene que ver con una mirada más general de las cosas. “Cuando hay sol, me deprimo. Y la ciudad es tan hermosa bajo la lluvia, con el cielo nublado. No sé por qué. Algunos sugieren que es un correlato objetivo de mi estado interno. Mi alma está cubierta de nubes”.
Te despiertas en la mañana y algo sale mal en tus rayos X, o das la vuelta a la esquina y una bicicleta da la vuelta demasiado rápido. Tienes que ser afortunado en la vida. Necesitas muchos muchos golpes de suerte. Muchos. Necesitas el trabajo correcto, el momento correcto, la mujer correcta, el hombre correcto para casarte. Dependes de la suerte, todo el tiempo. Te despiertas en la mañana y algo sale mal en tus rayos X, o das la vuelta a la esquina y una bicicleta da la vuelta demasiado rápido. Tienes que ser afortunado en la vida. Necesitas muchos muchos golpes de suerte. Muchos. Necesitas el trabajo correcto, el momento correcto, la mujer correcta, el hombre correcto para casarte. Dependes de la suerte, todo el tiempo.
¿Hay alguna diferencia entre dirigir una película a los 40 y a los 88?
No hay diferencias. Porque habiendo cumplido 88, cuando dirijo no me siento… He tenido suerte hasta ahora, no tengo nada terrible que haga que no pueda ver o caminar. Así que es lo mismo para mí, como cuando era joven. Llego ahí y dirijo. Eso podría cambiar en los próximos dos minutos, puedo desplomarme mientras hablamos y no volver a ser el mismo. Pero hasta ahora he sido afortunado físicamente y no tengo problemas dirigiendo.
¿Tuvo que traducir el guion de Golpe de suerte en París al francés y dirigir en francés? ¿Le supuso alguna dificultad?
No, no fue difícil, porque escribí el guion en inglés y después se lo di a una persona francesa para que lo tradujera. Luego se lo di a los actores y lo leyeron, y en París hablan inglés, no siempre maravillosamente pero bastante bien, así que hablaba en inglés con ellos y les decía lo que quería. Ellos ya sabían lo que yo quería, pero se los reiteraba, y después ellos hacían lo que querían (ríe). Y no importaba. Los ves actuar en francés y puedes darte cuenta, aunque estén actuando en otro idioma, si son buenos o malos. Cuando vas al cine y ves una película en un idioma diferente al tuyo, puedes darte cuenta si son buenos actores o malos actores. No tienes que saber el idioma, actúan con su cuerpo, su cara, sus emociones.
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Woody Allen da indicaciones a Melvil Poupaud en el set de Golpe de suerte en París.
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De esta flexibilidad con los actores habla también en su libro. No les exige que digan los textos tal cual están en el guion si no los encuentran naturales (“siempre les aseguro que no tienen que decir nada que no quieran”) y está dispuesto a cambiarlos (“Pueden interpretar mis diálogos con sus propias palabras”). Tampoco es intransigente con el vestuario o los peinados si no los hacen sentir seguros. Según cuenta, sus actores tienen poder de decisión en la realización.
Claro que no hay muchas instancias para opinar antes del rodaje, porque a Woody Allen no le gusta ensayar. Por eso, dice que como cineasta es “un imperfeccionista”: “No tengo paciencia para rodar escenas una y otra vez con el objetivo de contar con planos adicionales captados desde diversos ángulos, por valiosos que sean luego a la hora de realizar el montaje”, escribe; “no soporto tener que repetir las mismas escenas una y otra vez. A mí me gusta rodar, irme a casa y ver un partido de baloncesto”.
Siguiendo con lo que no le gusta a Woody Allen, están los castings, un proceso que considera hasta tortuoso. Así relata la experiencia: “Yo estoy en la sala de casting y llega un actor nervioso que quiere conseguir el trabajo. Esa pobre persona tiene que aguantar que la miren de arriba abajo, que tal vez le hagan leer algo e interpretarlo. Yo no soy un experto en desenvolverme en sociedad y conocer gente, no me gusta. Nunca consigo que el actor se largue de allí lo bastante rápido. Es habitual que a la persona a la que van a presentarme la haya visto antes en alguna película, de modo que ya sé si puede actuar. No tengo nada que decirle a ninguno de los que vienen. Lo cierto es que si no hacen nada desquiciado, como abalanzarse sobre mí con una navaja, tiendo a contratarlos. Lo único que lo fastidia todo es cuando el siguiente actor que aparece es igual de bueno, igual de capacitado, y tampoco me ataca”.
Hace tiempo que Europa parece haberse vuelto su nueva casa. Ha filmado en Barcelona, Londres, Roma, París. ¿En qué otra ciudad europea le gustaría hacer una película?
Tengo muchas ideas, y depende de en qué país hay alguien dispuesto a poner plata en otra película mía: si lo ponen en Estados Unidos, tengo ideas para eso; si lo ponen en Atenas, cambiaría una idea para hacerla ahí; si lo ponen en Argentina, también. Así que tengo que saber dónde voy a filmar, antes de que saque una de mis ideas y ponga los toques finales.
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© 2023 Gravier Productions, Inc., Photography by Thierry Valletoux
Hasta hoy, este no miembro de la Academia (“Nunca me incorporé a pesar de que me presionaron para que lo hiciera, pero por la única razón de que jamás me incorporo a nada. La única cosa a la que me apunté en mi vida fue a los Cub Scouts cuando tenía 10 años, y lo odié”) escribe en la misma Olympia portátil que se compró a los 16 años, cuando aquella adquisición fue todo un lujo. “La he usado para mecanografiar todo lo que he escrito: mis guiones, obras, cuentos, casuals (así se llaman los artículos graciosos que salen en The New Yorker). Todavía no sé cómo se cambia la cinta”, cuenta en su libro. Mientras fue soltero, tenía un conocido habilidoso en esos menesteres y Allen lo invitaba a cenar con el fin encubierto del recambio de cinta. Desde hace tiempo, de eso se ocupa Soon-Yi.
Escribir es lo que más le gusta, asegura. Más que rodar, un trabajo que es duro y muy físico: se hace “bajo un clima caliente o frío en horas infames y requiere un millón de decisiones sobre temas de los que conozco poco. De pronto, tengo que dar indicaciones sobre ángulos de cámara y vestuarios y peinados femeninos y maneras de amueblar una casa y automóviles y música y colores”.
¿Estuvo alguna vez en Uruguay?
No, nunca he estado más al sur de Estados Unidos, o más al oeste de Estados Unidos, y solo muy recientemente estuve en Canadá por un par de días. Me quedo en casa la mayor parte del tiempo. Los únicos lugares a los que he ido son en Europa porque estoy familiarizado con ellos, acostumbrado. No me gusta viajar. Sería muy feliz si pudiera hacer todas mis películas en Nueva York.
Por algo, cuando le preguntan si quiere vivir en los corazones y las mentes del público él responde que prefiere seguir viviendo en su casa.