El famoso tiburón blanco mecánico —llamado Bruce en honor al abogado de Spielberg— fue diseñado para operar en agua dulce, pero al enfrentarse al imprevisible océano Atlántico comenzó a fallar. Su boca se atascaba, sus motores se dañaban y muchas escenas debieron ser rehechas o directamente descartadas.
Una de las anécdotas más insólitas ocurrió cuando el director George Lucas, amigo de Spielberg, visitó la filmación. En un juego entre colegas, Lucas metió la cabeza dentro de la boca del tiburón animatrónico… y esta se cerró, dejándolo atrapado. Tuvieron que desarmar parte del mecanismo para liberarlo. Lo consideraron la ”primera víctima“.
Otra historia curiosa involucra al perro de Spielberg, un cocker spaniel llamado Elmer. El director solía llevarlo al set y, en una de las escenas, el perro aparece como la mascota del hijo del jefe Brody. Elmer no tenía experiencia actoral, pero su presencia agregó un toque espontáneo al filme.
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Susan Backlinie se prepara para filmar la primera escena de Tiburón
Tres días para una escena de tres minutos
El rodaje no solo fue técnicamente complejo, sino también físicamente agotador. La icónica escena inicial, en la que una joven llamada Chrissie es atacada mientras nada desnuda de noche, tardó tres días en filmarse. La actriz Susan Backlinie fue atada con arneses submarinos que los técnicos tiraban en diferentes direcciones para simular el ataque del tiburón.
Durante la filmación, ella no sabía en qué momento se la jalaría ni con qué fuerza, lo que provocó una reacción de terror genuino.
“Cada vez que gritaba era real”, comentó Backlinie años más tarde. “No sabía cuándo venía el tirón ni hacia dónde me iban a lanzar”.
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Robert Shaw, Roy Scheider y Richard Dreyfuss, protagonistas de Tiburón
Universal
Un elenco entre el caos y la química
El reparto principal también atravesó dificultades. Robert Shaw (Quint) y Richard Dreyfuss (Matt Hooper) tenían una relación tensa fuera de cámara, lo que se tradujo en una rivalidad creíble dentro del filme. Shaw, alcohólico declarado, a veces bebía durante las escenas. El famoso monólogo sobre el naufragio del USS Indianapolis —una de las piezas más impactantes de la película— fue escrito parcialmente por él, y tuvo que repetirse varias veces hasta que se logró una toma sobria y perfecta.
Roy Scheider (Martin Brody), por su parte, improvisó una de las líneas más memorables del cine: “Vas a necesitar un barco más grande” (“You’re gonna need a bigger boat”). La frase, no incluida en el guion, fue una reacción espontánea a la aparición del tiburón y terminó volviéndose legendaria.
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Dos notas que cambiaron el cine: la música de John Williams
Una parte fundamental del impacto de Tiburón fue su música. El tema principal, compuesto por John Williams, se convirtió instantáneamente en sinónimo de peligro inminente. La partitura se basó en una construcción minimalista: dos notas alternadas —mi y fa— que crecían en intensidad como una amenaza invisible que se acerca.
Cuando Williams le presentó la idea por primera vez a Spielberg, el director creyó que era una broma. “Pensé que me estaba tomando el pelo. Le dije: ‘Eso no puede ser todo’”, recordó Spielberg en una entrevista con The New York Times. “Y él me dijo: ‘Confía en mí’. Y tenía razón. Esa música es el tiburón”.
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Robert Shaw y Richard Dreyfuss durante el rodaje de Tiburón
Universal
La banda sonora ganó el Oscar a Mejor música original en 1976 y es considerada una de las más influyentes en la historia del cine. En 2005, el American Film Institute la eligió como la sexta mejor partitura de todos los tiempos.
En palabras del propio Williams, en una entrevista con la BBC: “Lo importante no era cuántas notas tenía el tema, sino qué tan profundamente se metía en la mente del espectador. Era como un latido, un código de advertencia”.
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Steven Spielberg controla la calidad del tiburón animatrónico durante el rodaje de la película
Universal
Spielberg, el tiburón y la sombra del fracaso
Spielberg ha confesado que el rodaje fue tan traumático que evitó asistir al último día de filmación por miedo a que el equipo lo arrojara al mar. En declaraciones al Hollywood Reporter dijo: “Fue la experiencia más estresante de mi vida profesional. Cada día pensaba que me iban a despedir”.
Irónicamente, muchas de las limitaciones se convirtieron en virtudes. La imposibilidad de mostrar al tiburón con frecuencia —debido a sus fallas— llevó al director a recurrir al suspenso visual, a planos subjetivos, a la música. El resultado: una tensión constante que convirtió a Tiburón en un manual de cómo asustar sin mostrar.
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El póster que se volvió ícono
A veces, una imagen es tan poderosa como una melodía: el cartel de Tiburón lo demostró. Creado por el artista Roger Kastel, mostró a una bañista nadando tranquilamente mientras un gigantesco tiburón blanco asciende desde las profundidades. Esta imagen fue utilizada tanto para la portada de la novela original de Peter Benchley como para la promoción de la película.
Kastel basó su obra en un cuadro pintado originalmente para una galería de arte, pero fue el diseño encargado por la editorial Bantam Books el que terminó definiendo visualmente a la película.
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El póster fue impreso millones de veces y sigue siendo uno de los más reconocibles de la historia del cine. Es considerado por críticos como una pieza clave del marketing moderno en Hollywood. La ilustración ha sido parodiada, citada y referenciada en infinidad de películas, series y productos culturales.
Joe Mandel, uno de los responsables de la campaña publicitaria de Universal Pictures, tuvo la visión de usar la silueta del tiburón y la palabra jaws en letras enormes, sin necesidad de mostrar sangre o violencia explícita. “Sabíamos que el miedo estaba en la anticipación, no en el ataque”, dijo Mandel en una entrevista para el documental The Shark Is Still Working.
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Póster original de Tiburón
Universal
Un legado de miedo... y de consecuencias ecológicas
Aunque Tiburón fue una obra maestra cinematográfica, su influencia también tuvo un lado oscuro. Tras el estreno, se registró un aumento significativo en la pesca deportiva y caza de tiburones en todo el mundo, impulsado por el miedo y la fascinación que despertó la película. Diversos estudios señalaron una caída abrupta en ciertas poblaciones de tiburones en los años posteriores a 1975.
Benchley, autor de la novela original, expresó remordimientos años después. En una entrevista con National Geographic, admitió: “Si supiera lo que sé ahora sobre los tiburones, jamás habría escrito ese libro”. El propio Spielberg ha dicho que nunca imaginó que la película provocaría un verdadero daño ambiental. “Realmente y hasta el día de hoy lamento la diezma de la población de tiburones a causa del libro original y la película”, comentó en una charla con el programa Desert Island Discs de la BBC Radio.
Actualmente, científicos y ambientalistas trabajan para revertir el daño que causó la popularización del filme. Campañas como Shark Week, documentales como Sharkwater y proyectos de conservación intentan cambiar la percepción del tiburón como monstruo por la de un animal vital para el equilibrio marino.
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Una película que no se oxida
Más allá de su impacto en taquilla, Tiburón cambió la manera de producir, promocionar y consumir cine. Marcó el inicio de las campañas publicitarias masivas, los estrenos simultáneos a escala mundial y la figura del “evento cinematográfico”.
“Tiburón me enseñó que las limitaciones pueden ser oportunidades”, dijo Spielberg en una charla en el podcast The Director’s Cut. “Y que a veces, no ver al monstruo es lo más aterrador de todo”.
Cincuenta años después, muchos siguen pensando dos veces antes de meterse al agua. Y eso lo dice todo.