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La decisión de ser padre

La mayoría de los hombres quiere ser padre cuando consiga una estabilidad social y económica, desconociendo que su cuerpo le puede jugar una mala pasada

Editora Jefa de Galería

Algunos de los cambios que hace tiempo la vida actual viene proponiendo están empezando a mostrar sus resultados. Uno de esos terrenos es el que tiene que ver con la decisión de los hombres de ser padres. Los que están entre los 40 y los 50 años se están enfrentando a las consecuencias de las decisiones que tomaron; si fueron acertadas o no, solo ellos lo saben.

Un hombre de 48 años, que está terminando una relación de dos años con una mujer, se encuentra nuevamente solo en la carretera. Medita sobre su vida hasta ahora y sobre sus decisiones, y entiende que se arrepiente de haberle dicho que no a aquella pareja con la que tuvo una relación de una década cuando le planteó ser padres. Hoy, siente que ese tren ya pasó.

Otro hombre de 48 años, hace apenas cuatro que es padre, y aún no acredita la felicidad que le da esa nueva forma de amor. Pero el relato de su camino a la paternidad él mismo se encarga de hacerlo tragicómico: a los 42 años, los resultados de un espermograma daban que las tres cuartas partes de sus espermatozoides estaban sin vida, y los restantes tenían una forma extraña que jamás iban a poder penetrar el óvulo, por lo que el único camino para procrear era a través de la fertilización in vitro.

Otro hombre de exactamente la misma edad es padre de una niña de 8 y un varón de 4. Es feliz y los ama con locura, pero jamás imaginó el trabajo, el desgaste y la energía que insumiría la paternidad; el cansancio y la falta de sueño son hoy su estado natural.

Otro hombre de 42 años se divorcia de su esposa después de cuatro años de matrimonio porque finalmente está seguro de que no quiere ser padre, duda que le ha costado relaciones anteriores, además de años de terapia.

Decidir ser padre o no es una duda razonable, y la sociedad y la biología le permiten al hombre tomarla con ciertas libertades, más que a la mujer. Para un artículo sobre la postergación de la paternidad publicado esta semana a propósito del Día del Padre, la periodista María Inés Fiordelmondo realizó un relevamiento a través de un cuestionario de Google a 80 hombres que no fueron padres para conocer sus opiniones respecto a la paternidad. Entre los resultados se destaca que el 78% quiere ser padre, de los cuales 61% se imagina ese escenario­ después de los 35 años, y de ellos un 14% lo proyecta para después de los 40.

Existe la convicción —o convención— de que el hombre puede ser padre cuando quiera, que para él no existe el reloj biológico. Sin embargo, la investigación de María Inés la llevó a hablar con especialistas que aseguran que, aunque en menor medida, la edad del hombre también afecta su fertilidad.

Pero otra cosa que reveló el trabajo es que no existen muchos estudios sobre la paternidad y todas sus aristas, desde la biológica hasta la psicológica, a diferencia de la profusa literatura que se puede encontrar sobre la maternidad. ¿Por qué la paternidad no es un objeto de estudio atractivo? Parece que ni los mismos especialistas lo saben. Recién ahora están empezando a surgir algunas tímidas investigaciones al respecto.

En términos de psicología, los profesionales solo pueden adelantar lo que sucede en sus consultorios. En este sentido, la brecha de apareamiento (ese desfase entre lo que busca la mujer y lo que quiere el hombre) se confirma cuando los pacientes no parecen estar preocupados por no encontrar a la futura madre de sus hijos. Probablemente, se precise de un estudio científico para afirmar esto, pero la hipótesis sería que la postergación de la paternidad difiere en algunas causas con la postergación de la maternidad. En los hombres, la decisión pasa por elegir el momento más adecuado desde el punto de vista social o económico (aspectos que las mujeres también toman en cuenta). Esto implica que muchas veces esos tiempos no sean los mismos que los de las mujeres de la misma generación.

En suma, la mayoría de los hombres quiere ser padre y lo quiere ser cuando consiga una estabilidad social y económica, desconociendo que su cuerpo tal vez le juegue una mala pasada.

Pero, más allá de consideraciones médicas, sociales o psicológicas, la decisión de traer un ser humano a este mundo es una decisión trascendental, que modifica 180 grados la vida de una persona, y hay que estar abierto emocionalmente a vivirlo con plenitud.

La buena noticia es que no encontré casos de hombres que, después de conocer la paternidad, hayan querido dar marcha atrás.