El último retuit de la cuenta de X @drprevost data del 14 de abril, y contiene palabras del escritor católico Rocco Palmo: “Mientras Trump y Bukele usan la Oficina Oval para la deportación ilegal de un residente estadounidense, quien alguna vez fue un salvadoreño indocumentado, el ahora auxiliar de D.C. (Washington) Evelio, pregunta: ‘¿No ves el sufrimiento? ¿No te perturba la conciencia? ¿Cómo podés quedarte en silencio?’”, dice la publicación, en referencia a una columna escrita en el periódico Catholic Standard por el sacerdote salvadoreño y obispo auxiliar de Washington, Evelio Menjivar, que critica duramente las deportaciones “de dudosa legalidad” que está llevando adelante el gobierno de Donald Trump.
Mientras el entonces cardenal estadounidense-peruano Robert Prevost retuiteaba hace 25 días, el papa Francisco descansaba en su residencia en el Vaticano y mostraba algunos leves signos de mejoría de lo que había empezado como una bronquitis y derivó luego en una neumonía bilateral que lo mantuvo internado durante más de un mes.
Poca idea tenía Prevost de que el 8 de mayo, apenas unas semanas más tarde, las cortinas de terciopelo rojo del balcón central de la Basílica de San Pedro se abrirían y que del otro lado estaría él, haciendo su primera aparición pública ante los miles de fieles esperándolo en la plaza, ante el mundo entero, como León XIV, el nuevo papa.
Devoto, de familia inmigrante
Nacido en Illinois, Chicago, Robert Francis Prevost Martínez domina el español, el italiano, el inglés, el portugués, el francés, y se defiende en alemán y en latín. Su cualidad de políglota parece ser consecuencia de sus orígenes: su padre, Louis Marius, era de ascendencia italiana y francesa (sus padres migraron de Francia a Estados Unidos), mientras que su madre, Mildred Agnes Martínez, tenía raíces diversas: de procedencia española, su padre (abuelo de León XIV) era un inmigrante dominicano, mientras que su madre, oriunda de Luisiana, tenía ascendencia francesa, africana y española.
Creció con sus padres y sus dos hermanos en Dolton, un suburbio del estado de Illinois. Allí, desde niño, empezó su camino religioso; concretamente, en Santa María de la Asunción, la parroquia local en la que fue monaguillo y lector de sagradas escrituras, y que continúa en pie, aunque abandonada. Los Prevost solían ir diariamente a la misa de las 9:15, y su madre, conocida en la zona como Millie, era el alma de la parroquia: se encargaba de limpiar el altar y también de organizar actividades de recaudación de fondos.
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Así luce la iglesia Santa María de la Asunción, a la que la familia Prevost asistía diariamente a misa
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Dicen los vecinos que en aquellos años la villa estaba repleta de niños —entre 30 y 50 por cuadra—, un efecto causado por el auge poblacional tras la Segunda Guerra Mundial.
Consultados por The Chicago Sun-Times, sus compañeros de clase lo recordaron como un alumno sumamente disciplinado y, desde siempre, cercano a Dios. Una de ellas, Marianne Angarola, destaca que —a diferencia de sus compañeros— nunca se quejaba durante las oraciones largas, sino que se lo veía compenetrado en su postura de rezo. Otro de sus compañeros, Joseph Merigold, lo recuerda directamente como el más inteligente de la clase, siempre sentado en primera fila, aunque no por eso carente de sentido del humor, pues solía reír y hacer bromas con el resto de los niños.
Intelectual de alma misionera
En X se describe a sí mismo (también en español) como católico, agustino y obispo. Como señala su nombre, los agustinos son aquellos que siguen la línea de pensamiento del escritor, teólogo y filósofo cristiano san Agustín, quien representa un primer esfuerzo por fusionar la razón con la fe, la filosofía con la religión. Las órdenes agustinianas parten de la idea de que no tiene sentido que los religiosos estén enclaustrados en un monasterio, y que la Iglesia católica, lejos de esconderse de los problemas del mundo, debe salir al encuentro con ellos.
La senda religiosa de Robert Prevost estuvo siempre guiada por este postulado: es alguien de altos dotes intelectuales que al mismo tiempo dedicó gran parte de su vida a misionar.
De leer en la iglesia, el joven devoto ingresó al Seminario Menor de los Padres Agustinos, en Michigan, para luego recibirse de licenciado en Matemáticas en la Universidad de Villanova (Filadelfia, Pensilvania), una institución también perteneciente a la Orden de San Agustín. Se ordenó como sacerdote en 1981, en la Orden de San Agustín de San Louis, en la Provincia Nuestra Señora del Buen Consejo de Chicago, y obtuvo un doctorado en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino. Es, además, licenciado en Teología.
Siguiendo la herencia familiar multicultural, Robert Prevost es estadounidense, pero vivió 18 años en Perú, donde empezó el camino misionero que lo llevó a viajar por la región. A juzgar por su discurso, está claro que el nuevo papa tiene especial sensibilidad por ese país andino, y es de suponer que también la tenga por América Latina toda. En Perú, se hacía llamar Roberto, y su conexión con esta nación lo llevó a que en 2015 obtuviera la nacionalidad.
Allí se dedicó a labores pastorales con comunidades locales, muchas en situación de pobreza; trabajó como profesor de Teología y como formador de seminaristas y, en 2014, el papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo, ciudad costera ubicada al noroeste de Perú.
A Jorge Bergoglio lo conoció cuando era arzobispo de Buenos Aires. En una entrevista realizada a Prevost por Vatican News tras la muerte del papa Francisco, el entonces cardenal destacó cómo cada vez que se cruzaba con Bergoglio este le expresaba preocupación por el pueblo de donde era obispo. “Me preguntaba: ‘¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas?’”.
Hasta 2023, Prevost era un obispo conocido únicamente en Perú. Ese año, el estadounidense-peruano entró al Vaticano sin que prácticamente nadie de allí lo conociera, y lo hizo por la puerta grande: el papa Francisco, además de nombrarlo cardenal, lo designó prefecto del Dicasterio de los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, entre otros importantes cargos que reflejaron la preferencia del sumo pontífice por líderes misioneros de visión global; es decir, con un sólido conocimiento sobre los diferentes escenarios del catolicismo en el mundo.
De tenis y caballos
Durante su vida misionera en Perú, en sus momentos de descanso, Prevost jugaba al tenis en el monasterio de Santo Toribio de Mogrovejo. Y fue así como descubrió este hobby. “Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú he tenido pocas ocasiones de practicarlo, así que tengo muchas ganas de volver a la cancha. Aunque mi nuevo trabajo no me ha dejado mucho tiempo libre para eso hasta ahora. Me gusta mucho leer, dar largos paseos, viajar, conocer sitios nuevos y disfrutar del campo en un entorno diferente”, dijo Prevost al medio digital Augustinian Order.
Las misiones también le despertaron el gusto por la equitación, ya que como parte de su labor tenía que cabalgar para acceder a comunidades remotas de difícil acceso.
Conocer su personalidad será cuestión de tiempo. Por el momento, sus allegados subrayan su apariencia seria y formal; se presenta protocolario pero cercano y de carácter paciente. Es un comunicador bueno, aunque no parece ser un excelente orador.
Del papa Francisco admiraba su coherencia y autenticidad, su alegría, su sentido de la responsabilidad y su consideración especial “a los pobres y a los que sufren”, según dijo en una entrevista con Vaticano News tras su fallecimiento. Cuando fue consultado por el legado del papa Francisco, se limitó a admitir que era una pregunta “difícil de responder”. “Yo, al menos, necesitaré mucho tiempo para apreciar, para comprender verdaderamente lo que el papa me ha dejado a mí, a la Iglesia y al mundo”, concluyó pocos días antes de asumir como León XIV.
Pasaron apenas nueve minutos entre el anuncio de su nombre y su salida al balcón. Fueron suficientes, sin embargo, para que surgiera una avalancha de etiquetas: de conservador a progresista y todo lo que hay en el medio. Hasta que Prevost salió y dio a conocer todo lo que hasta el momento se puede saber sobre el rol que ocupará hasta su último día de vida: dio un discurso breve pero intenso y con muchas señales de continuidad de Francisco. No contuvo la emoción pero sí las lágrimas, pues no hubo quien no notara sus ojos vidriosos acompañando una sonrisa de apariencia tímida.
Y, para los latinoamericanos, un pequeño gran gesto: se tomó unos segundos para saludar, en español, a la diócesis de Chiclayo en Perú, donde fue obispo desde 2015 —año en que obtuvo la nacionalidad peruana— hasta 2023, cuando el papa Francisco lo consagró cardenal, decisión que derivaría en que se terminara convirtiendo menos de dos años después en su sucesor.