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Lily Collins tuvo una hija con maternidad subrogada: ¿importan los motivos?

La elección de la actriz de Emily in Paris y su marido, Charlie McDowell, para gestar a su primera hija abrió un debate ético

Hace unas semanas, Lily Collins presentó en su cuenta de Instagram a su hija recién nacida. La foto parecía tomada por la artista australiana Anne Geddes, con la bebé durmiendo plácidamente, arropada con elegancia, con la mano de la madre abrigándole el pecho. Una pequeña escenografía montada, nada librado al azar: las celebridades eligen al detalle cómo introducen a sus hijos a la mirada pública.

“Bienvenida al centro de nuestro mundo, Tove Jane McDowell. Nunca podremos expresar con palabras nuestra infinita gratitud a nuestra increíble madre subrogada y a todos los que nos ayudaron en el camino”, escribió la actriz junto a la foto.

La imagen de la niña, bautizada Tove —en honor a una escritora e ilustradora infantil finesa que Collins admira—, despertó una cantidad de respuestas amorosas: felicitaciones, mensajes de cariño, emojis de corazón y de fiesta. Pero despertó también controversia. En la lluvia de comentarios que recibió la foto, abundaron los que cuestionaban por qué la actriz de Emily in Paris y su marido (desde 2021), Charlie McDowell, habían recurrido a la subrogación de vientre.

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Algunos acusaban a la pareja de formar parte de una “tendencia poco ética”, en alusión a que varias estrellas han optado por esta vía para gestar a sus hijos. Las especulaciones sobre los posibles motivos no tardaron en aparecer, puesto que Collins y McDowell no han dado explicaciones de su decisión.

El debate inspiró columnas en los diarios británicos más importantes. “Deberíamos preguntarnos por qué esta historia de gestación subrogada ha tocado una fibra tan sensible en lugar de juzgarla”, escribió la periodista Charlotte Cripps en The Independent­. Por otra parte, Martha Gill escribía en su columna de The Guardian: “Lo siento, Lily Collins, pero cuando las personas subcontratan el parto, sus motivos realmente cuentan”.

La hija de la actriz británica y el director de cine estadounidense llegó al mundo en un momento en que empieza a hablarse de la “industria de la subrogación”. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la contratación de gestantes sustitutas ha aumentado en la última década, registrándose 9.734 transferencias de embriones en 2022, en contraste con los 3.517 de 2013.

Estados Unidos es el país al que muchos acuden para hacerlo, pues la subrogación remunerada es legal en 48 estados, mientras que en Reino Unido, por ejemplo, los vientres de alquiler solo están permitidos sin remuneración, es decir, por voluntad de la madre sustituta.

Las especulaciones

Ahí parece estar el eje del asunto, en las razones. A partir de los comentarios que causó la noticia, habría motivos que justificaran recurrir a la subrogación de vientre, y otros que no. Muchos la acusaron de que se hubiera tratado de una “subrogación social”, como se le llama cuando no tiene que ver con la salud o la infertilidad, sino con el estilo de vida: no querer pasar por los cambios en el cuerpo que implica un embarazo, no querer dejar de trabajar o poner la carrera en pausa durante la gestación.

Martha Gill, la columnista de The Guardian, se pregunta: “Ya sea por infertilidad, para salvar una carrera o por puro altruismo, ¿existe alguna razón que pueda justificar moralmente la gestación subrogada?”.

Los detractores de las madres sustitutas sentencian que el sistema se asemeja a la trata de ser humanos, por tratarse de un contrato en el que los ricos explotan los cuerpos de las mujeres a cambio de una remuneración económica. “Los ricos usan a las mujeres como incubadoras”, decía uno de los comentarios en las redes sociales de Collins; “El cuento de la criada: versión famosa”, decía otro. En Hollywood­, varias actrices han optado por vientre de alquiler para gestar a sus hijos: Nicole Kidman, Paris Hilton y Sarah Jessica Parker.

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Otras especulaciones que han surgido en torno al caso de Lily Collins tienen que ver con su pasado de trastornos alimenticios, y si podrían haber afectado su fertilidad. Cuando en 2017 la actriz protagonizó la película To the Bone (Netflix), en la que interpretaba a una joven con anorexia, lo hizo en parte para terminar de exorcizar su propio desorden. “Uno tiende a rodearse de mitos cuando sufre un trastorno alimentario. Lo vi (el hacer la película) como una oportunidad para comprender mejor mi trastorno, (...) me desahogué. Fue muy liberador”, dijo en una entrevista con Harper’s Bazaar.

Según ha contado, lo que disparó el trastorno fue el vínculo con su padre, Phil Collins. “Me he dado cuenta de que muchas de mis inseguridades más profundas provienen de estos problemas con mi padre”, escribe. “Me ha llevado más de una década resolver algunos de ellos (otros aún los estoy resolviendo) y finalmente armarme de valor para decirle lo que pienso”, contaba en otra entrevista a The Times, en la que también se mostraba orgullosa de la lucha de su padre para vencer el alcoholismo.

El ambiente en el que estaba inmersa probablemente tampoco ayudó. “De joven, quería alcanzar la imagen de la perfección y la asociaba con lo que se ve en los medios; se cree que la figura tiene mucho que ver con la perfección”, decía a Harper’s Bazaar­. “Luego, al crecer, me di cuenta de que la perfección no existe y mis prioridades cambiaron porque quiero formar una familia algún día. No quiero que estos problemas autoimpuestos afecten mi capacidad para tener hijos, porque la realidad es que no se puede tener hijos cuando se está así de enfermo”.

De esto también han hablado algunos expertos en fertilidad, explicando que la anorexia puede llevar a un índice de masa corporal por debajo de lo considerado saludable, y esto a una amenorrea (falta de menstruación), lo que atenta contra la posibilidad de un embarazo. Las exigencias físicas del ambiente del espectáculo, con sus posibles consecuencias, llevó a algunos a pensar que podrían tener algo que ver tanto con la decisión de Collins como con las de otras de sus colegas de Hollywood.

La gestación subrogada, un tema sensible

“Caemos en esta trampa cada vez que una mujer pública tiene un bebé de esta manera (...). Una trampa que nos lleva a denunciarlas en nombre del feminismo —qué poco fraternal usar el cuerpo de otra mujer para gestar a tu bebé—, pero que se basa en la idea de que su propia apariencia es lo único que importa. Eso es misoginia arraigada en su máxima expresión y de la mayor hipocresía”, escribía Claire Cohen en Vogue, en la columna que tituló “No es asunto tuyo por qué Lily Collins utilizó una madre sustituta”.

“No sabemos nada sobre los desafíos que Collins y su esposo pudieron haber enfrentado, ni sobre la mujer que los ayudó. Apuesto a que muchos de esos que la critican duramente también defenderían el derecho de una mujer a hacer lo que quiera con su cuerpo; eso incluye la privacidad sobre sus dificultades o, incluso, su decisión de actuar como madre sustituta”.

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Lily Collins se casó con Charlie McDowell en 2021

Lily Collins se casó con Charlie McDowell en 2021

Charlotte Cripps, de The Independent, invitó a mover el foco y a centrarse en por qué levantó tanta polvareda la noticia Collins y McDowell­. Su deducción es que el dinero que se necesita para acceder a la maternidad subrogada hace el tema todavía más crítico, sobre todo para las personas en edad reproductiva. “Dadas las acaloradas conversaciones actuales sobre la imposibilidad de las mujeres de la generación millennial o de la generación Z de permitirse tener hijos, y la caída en picada de la tasa de natalidad, es fácil entender por qué oír hablar de celebridades adineradas que pagan a vientres de alquiler para tener lindos bebés puede desatar un resentimiento profundamente arraigado”.

Lo que Cripps dice, en definitiva, es que aunque la maternidad subrogada se ha popularizado en los últimos años, sigue considerándose un “parto de lujo”. Según detalla, el precio de la gestación subrogada en Estados Unidos oscila entre los 100.000 y los 125.000 dólares, a los que se suman los “beneficios VIP” que algunos famosos ofrecen a “sus portadoras” (chefs privados, entrenadores personales). “Sin embargo, para la mujer común y corriente de 2025 (en Estados Unidos), tener un bebé está prácticamente fuera de su alcance”.

Las madres subrogantes

Del otro lado de este método de gestación, en el anonimato absoluto, están las madres sustitutas. Ellas también tienen sus motivos. En algunos casos serán puramente altruistas, al ofrecerse como portadoras del bebé de una hermana, amiga, o alguien querido con dificultades para gestar; y ni siquiera en estas circunstancias el tema está exento de polémica. “Deberíamos cuestionar ese motivo en un mundo en el que tradicionalmente se ha glorificado el autosacrificio femenino”, escribe Gill en The Guardian. “En casi todos los países, las mujeres tienen muchas más probabilidades de ser donantes de riñón y los hombres, receptores, a pesar de que la enfermedad renal es más frecuente entre las mujeres”.

Pero los que despertaron toda la controversia son los otros casos, los de las mujeres que aceptan el trato a cambio de dinero. “La mayoría de las gestantes son mujeres jóvenes con dificultades económicas en países pobres a quienes se les paga por alquilar sus vientres”, opina Gill.

El estudio “Experiencias emocionales en madres sustitutas: un estudio cualitativo”, que publicó el Iranian Journal of Reproductive Medicine, partió de la importancia del vínculo entre la madre y el feto durante el embarazo para investigar qué le pasa a la madre de alquiler cuando entrega al recién nacido a la pareja comitente. “Algunas mujeres se someten a la gestación subrogada por problemas económicos sin ser plenamente conscientes de los riesgos potenciales”, dice el estudio. La conclusión fue que el embarazo subrogado “debe considerarse una experiencia emocional de alto riesgo, ya que muchas madres subrogadas pueden enfrentar experiencias negativas”. Por eso, los investigadores recomiendan que “las gestantes reciban asesoramiento profesional antes, durante y después del embarazo”.

La única respuesta

La vida obviamente siguió para Lily Collins y Charlie McDowell. Aunque ella no respondió a los comentarios, él sí lo hizo y en el mismo medio, como un comentario más.

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Después de agradecer los mensajes amables abordó lo que verdaderamente lo estaba llevando a escribir: “En cuanto a los mensajes desagradables sobre la gestación subrogada y nuestro camino hacia un bebé, está bien no ser un experto en gestación subrogada. Está bien no saber por qué alguien podría necesitar una gestante para tener un hijo. Está bien desconocer las motivaciones de una gestante, independientemente de lo que se suponga. Y está bien dedicar menos tiempo a lanzar palabras de odio al mundo, especialmente sobre una hermosa niña que ha traído mucho amor a la vida de las personas. Eso es todo por ahora, porque (la niña) acaba de hacer caca y necesito cambiarle el pañal”.

Con esto, el director de cine dio por terminado el asunto. Pero el tema quedó expuesto y las opiniones surgiendo y oscilando entre la libertad de las mujeres de decidir sobre su vida y su cuerpo, y justamente lo opuesto, la falta de libertad de decisión cuando hay presiones o necesidades económicas. “Si los ricos delegan el embarazo a otros solo porque pueden hacerlo”, es un problema, escribió Martha Gill en The Guardian. Y una cuarta columnista británica, Claudia Connell (que ha vivido en carne propia problemas de infertilidad), se suma a las críticas desde el Daily Mail: “Ningún anuncio feliz me hará ver la gestación subrogada como algo más que un negocio poco edificante, ni me impedirá pedir su prohibición”, escribió. “En el corazón de este negocio se encuentra un preocupante desequilibrio de poder”.

Mientras tanto, esta “industria” sigue en alza. Según la consultora Global Market Insights, el mercado (que incluye clínicas de fertilidad, hospitales y profesionales de la salud involucrados en procedimientos de reproducción asistida), que se estimó en 22.000 millones de dólares en 2024, superará los 200.000 millones en 2034.