2. viajar en el tiempo
3. borrar recuerdos
Todos hemos querido en algún momento olvidar algo, que otra persona olvide algo. Para estas situaciones podríamos emplear la máquina dos o la tres. Miren cuántas opciones tendríamos si Rube Goldberg hubiera invertido tiempo en esto en vez de fabricar una máquina para servir cereal.
Pero por suerte existe la ficción.
Una línea de un poema del inglés Alexander Pope inspiró el título de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, la película de Michel Gondry (con guion de Charlie Kaufman) que protagonizaron Jim Carrey y Kate Winslet en 2004 (está en Prime Video). La traducción exacta habla de una mente “inmaculada”, y refiere a la supuesta paz que traería tener un cerebro desprovisto de recuerdos.
Eso buscan Joel (Carrey) y Clementine (Winslet) cuando acuden a una empresa llamada Lacuna, Inc., que promete borrar selectivamente la memoria, eliminar del cerebro (y así del corazón) todas las vivencias asociadas a una persona. En este caso serían los recuerdos del otro. “Técnicamente el procedimiento es daño cerebral”, le dice el director de la empresa a Joel, pero él acepta igual; así de doloroso es recordarla.
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Kate Winslet y Jim Carrey como Clementine y Joel
Ella logra completar el procedimiento, olvidarlo, pero él no es capaz. La noche en que le colocan ese casco con la promesa de borrar su angustia se da cuenta de que hay muchas imágenes mentales, muchas palabras, experiencias íntimas de las que no quiere desprenderse. “Déjenme guardar este recuerdo”, pide a gritos, mientras está en ese trance; “quiero cancelar”. Pero nadie lo escucha.
No te voy a contar el final por si no la viste, solo voy a decir que termina con un elogio del destino.
Recuerdos equivocados
La memoria es más un hecho creativo que un mecanismo que registra vivencias. Se sabe que los recuerdos se editan con el tiempo: cada vez que evocamos un recuerdo vuelve distinto, con un agregado, una omisión, y hasta una invención.
“Una persona está en una reunión social con su pareja y se le ocurre contar, para amenizar la charla, una anécdota personal: el relato de cómo fue la historia de amor que llevó a conocerla, las primeras conversaciones, detalles románticos y otras curiosidades de ese hecho. Imaginemos también que no es la primera vez que la cuenta, ya que le resulta útil porque permite entretener al resto con un relato ensayado, lleno de vicisitudes, complicaciones y azares. (…) Pero luego de despedirse y de regreso a su casa, su pareja le comenta con sorpresa: ‘Lo que contaste no tiene nada que ver con lo que en verdad pasó entre nosotros’”, escribe el neurocientífico y escritor argentino Facundo Manes en Ser humanos.
El episodio 5 de la séptima temporada de la serie antológica Black Mirror, Apología (está en Netflix) habla sobre esta tendencia que tenemos los humanos de modificar nuestros recuerdos.
Phillip (Paul Giamatti) ya archivó en su memoria a Carol cuando lo llaman para avisarle que murió. Nos enteraremos luego de que fue su pareja hace años y que desde entonces no la ve. Aunque la noticia parece no afectarlo demasiado, acepta la propuesta que le hace la voz al otro lado del teléfono. Poco después, un dron le alcanza hasta la puerta de su casa un kit con el que deberá evocar recuerdos felices de Carol que se compartirán luego en el funeral.
Phillip solo tiene que pegarse un pequeño chip en la sien y la voz femenina que sale de un pequeño dispositivo lo irá guiando. Es un tutorial a medida, nada de una voz grabada. Le pide a Phillip que traiga fotos de Carol, y ahí empieza el viaje. En esa experiencia de realidad aumentada es capaz de meterse en las escenas que registraron las fotos, de revivir momentos y de caer en la cuenta de que muchos de sus recuerdos no eran fieles a la realidad.
Este hombre solitario, que de tan roto que le quedó el corazón tantos años después no ha logrado recomponerlo, encuentra en el final del capítulo la pieza que le faltaba del puzle para dar cierre a la historia que marcó toda su vida.
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Paul Giamatti en Apología, un episodio de Black Mirror
¿Cuántos recuerdos tendremos mal almacenados? Eso me quedé pensando, capaz que vos también. Está claro que una misma experiencia puede ser recordada de tantas maneras diferentes como personas la hayan vivido.
El olvido eterno
Somos nuestros recuerdos y la huella que dejaron, los aprendizajes que quedaron. Sin máquina de por medio, la vida decide a veces eliminar los recuerdos de una persona cualquiera. ¿Qué pasa entonces? ¿Seguimos siendo los mismos? ¿Somos otra persona? ¿Perdemos la identidad?
Dominique Waissbluth Kingma analizó en su tesis de doctorado en Filosofía, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, la identidad en casos de pérdida de memoria en personas con alzhéimer. La identidad, según la psicología, se da cuando “no hay disrupciones en la memoria”, por lo que en el caso de la pérdida de recuerdos, la identidad entra en peligro.
Pensar en esto me da una sensación de vacío. De soledad. De desconcierto.
Lo que concluye el estudio es que en las personas con alzhéimer la identidad se compone de su propia narrativa actual, es decir, de los recuerdos que van quedando, sumados a los de una persona cercana con “acceso a la información pasada que el primero olvida”. Ambos, juntos, constituyen la identidad de esa persona.
Llenar esos huecos de la memoria es un acto de amor, y son en muchos casos las parejas las que van narrando, una, diez, mil veces o las que sean necesarias, ese relato compartido.
Me acuerdo de Diario de una pasión (está en Prime Video y en Max). Ahí está Noah, ya viejo (James Garner), leyéndole sus diarios a Allie (Gena Rowlands), la mujer con la que se casó, tuvo hijos, envejeció y creó incontables recuerdos sin saber que a ella, con el tiempo, se le olvidarían. Le cuenta absolutamente toda su historia: cuando ella (de joven, interpretada por Rachel McAdams) le dice “si vos sos un pájaro, yo soy un pájaro”; cuando él (Ryan Gosling) construye una casa pensando en ella a pesar de que ya no son nada; y por supuesto el reencuentro y todo lo que vino después. Ella tiene algunos momentos de lucidez que para él son destellos de la Allie de la que se enamoró; él vive por esos segundos de gloria.
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James Garner y Gena Rowlands en Diario de una pasión
Me acuerdo también de La memoria infinita (está en Netflix hasta el 4 de junio), el documental de Maite Alberdi nominado al Oscar y ganador del gran premio del jurado en Sundance. Es desgarrador, tuve que mirarlo en etapas, pero si no lo viste, te lo recomiendo.
Alberdi le dio una cámara a Paulina Urrutia, actriz, para que fuera registrando el camino de su marido, el reconocido periodista chileno Augusto Góngora, hacia la pérdida total de recuerdos. La mayor parte de la película está filmada por ella, así que es un acceso total a la intimidad del matrimonio.
—Yo soy Augusto, y tú, ¿quién eres?
—Yo soy la Pauli, nos conocemos hace más de 20 años.
Él puede no saber quién es ella, pero en algún lugar que no es su cerebro están almacenados sus sentimientos, porque es visible que todavía la ama. Paulina lidia cada día con la paulatina desaparición de Augusto, pero logra, de una manera admirable, dejar de aferrarse a lo inasible.
Es descorazonador ser testigo de ese duelo en vida, pero es esperanzador ver que, en algunos casos, el amor le gana a la razón y hasta a los recuerdos.
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A veces pienso en las últimas veces. La última vez que escuché la risa de mi abuela. La última vez que usé un pañuelo de tela de mi padre o que mi madre me llevó la cocoa a la cama antes de irme a la escuela. La última vez que pensé que el algodón de azúcar era la mejor golosina del mundo, que le grité a mi hermana “¡sigue!”, porque terminaba la tanda de la serie del momento. La última vez que le di la mamadera a mi hijo.
“La memoria no es sobre el hecho que vivimos, sino sobre el último recuerdo”, dice Manes.
Por supuesto que esos últimos recuerdos no siempre son felices. Él pone el ejemplo de El secreto de sus ojos —la película argentina de Juan José Campanella que ganó el Oscar, basada en la novela de Eduardo Sacheri— cuando Ricardo (Pablo Rago), el viudo de la víctima, le dice a Benjamín (Ricardo Darín):
—Lo peor de todo es que me la voy olvidando. Entonces me esfuerzo para pensar en ella todo el día, toda la noche, me desvelo para recordarla... El día que la mató, por ejemplo, Liliana me preparó té con limón. Sí, porque me había escuchado toser toda la noche y me dijo que me iba a hacer bien... Y vuelvo a recuerdos así, estupideces… Y después dudo de si era con limón o con miel. Y ya no sé si es un recuerdo o el recuerdo de un recuerdo lo que me queda.
Uno nunca sabe cuándo es la última vez. Será porque es lo mejor, en general el cerebro sabe lo que hace. Pero, últimamente, trato de estar atenta.
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Me gustaría recomendarte unas lecturas. A propósito del Día de la Madre, Federica Chiarino entrevistó a Noelia Campo y su hijo adolescente, Valentín Ibarburu, que hablaron sobre su vínculo de confianza. Para enterarte de cómo es en su casa la sexóloga Vivian Dufau, podés leer lo que conversó con María Inés Fiordelmondo. Y si todavía no compraste el regalo para el próximo domingo, te damos algunas ideas de libros y de moda.