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No creo en la astrología..., pero quiero saber

No es casualidad que todos sepamos algo de este mundo. La industria digital vinculada a la astrología y el tarot tuvo un crecimiento exponencial.

Directora de arte de Galería

Podés llegar a la oficina y hacer algún comentario sobre la Ley de Presupuesto, lo flojo que jugó Uruguay, el final truncado e indignante de una serie o las nuevas andanzas de Wanda Nara. Pero nada nada nada llama más la atención de los presentes que decir: “Qué mal dormí, debe ser el eclipse”. Las manos se alejan de los teclados, los auriculares se corren y se escucha: “¿Eh? ¿Eclipse de qué? ¿Qué tengo que hacer? ¡Contá!”.

No me creo muy experta en el tema astrológico o místico, pero sí me he ganado ser referente en el tema gracias a algún curso, o libro, o video, y a un grupo de amigas —como se dice ahora— brujas.

Si las verdaderas brujas que murieron en la antigüedad nos vieran tomando aperol spritz con empanadas de carne cortada a cuchillo mientras los mazos de tarot, oráculos y alguna otra “brujería” van saliendo de las carteras, estoy segura de que nos golpearían con entusiasmo.

Ser de Géminis

La conversación ya es un clásico. Una persona habla de un problema. Le pregunto de qué signo es. Me lo dice. Le respondo: ahhh… Me pregunta: ¿por?, ¿cómo soy?

Cualquiera diría que se supone que uno tiene que saber lo que hace y siente, pero no hay match más emocionante que asociar sus comportamientos a un signo del zodíaco.

Pero no queda ahí. Si no encontramos explicación a ese “rasgo”, siempre hay un ascendente o una luna que le puede dar respuesta. Y si no se tiene el dato preciso de la hora de nacimiento, se mira fijo con ojos de bruja (clave) y se desliza un “seguramente tenés luna en Libra­, por eso no podés decidir”. Inchequeable.

Cualquiera diría que se supone que uno tiene que saber lo que hace y siente, pero no hay match más emocionante que asociar sus comportamientos a un signo del zodíaco. Cualquiera diría que se supone que uno tiene que saber lo que hace y siente, pero no hay match más emocionante que asociar sus comportamientos a un signo del zodíaco.

La incomodidad aparece cuando la respuesta es Géminis. Cualquier geminisportante sabe que es inminente la expresión de ojos desorbitados. Aun así, aprenden a convivir con este estigma, fundamentado por algún comentario ferviente de una canceriana de corazón roto gracias a uno de estos especímenes con mala fama.

Estoy convencida de que casi no debe haber persona que no sepa algo sobre algún signo zodiacal: los workaholic de Capricornio y Tauro, el egocentrismo de Leo, el orden de Virgo, la sensibilidad de Piscis y los comentarios alentadores cuando una amiga te dice que está saliendo con alguien de Escorpio (porque, claro, todos ya saben de su habilidad sexual). ¡Éxitos, reina!

Una industria bien aspectada

No es casualidad que todos sepamos algo de este mundo. De hecho, en los últimos años, la industria digital vinculada a la astrología y el tarot tuvo un crecimiento exponencial. Según un informe de DevTechnosys­, los ingresos de las aplicaciones de astrología en Latinoamérica pasaron de US$ 38,9 millones en 2019 a US$ 204,95 millones en 2024, lo que representa un aumento de más de cinco veces en solo cinco años.

Basta con mirar un reel sobre el portal 10/10 que te mandó una amiga para que tu algoritmo empiece con el bombardeo de publicaciones sobre “Temporada de eclipses: cómo salir ileso”, “Qué mate sos según tu signo” o “Parejas imposibles según tu signo” (no terminen sus relaciones por eso, por favor).

El tema siempre dispara charlas, no importa el contexto. Las mujeres son las más empapadas del tema, pero cada vez más hombres se meten en la conversación. Muchos hasta lo usan como herramienta de conquista ante una cita con escasos tópicos de conversación. Sobre todo, los varones de Escorpio.