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Por qué al uruguayo le encanta hablar del clima

Subimos al ascensor y el primer comentario con el vecino, en el 99% de los casos, tiene que ver con el clima; en la oficina se habla de que en la mañana había sol y ahora parece que va a llover; en la peluquería, la peluquera quiere saber: "¿Cómo está afuera?”

Editora Jefa de Galería

“Aquí en Uruguay, ¡hablan siempre del clima! Me llama la atención. ¡Y saben! Miran al cielo y saben cuándo va a llover, si va a estar soleado, cuánta humedad hay… Pues, ¡no entiendo!”, dice con cara de asombro una chica española a sus amigas también españolas, seguramente estudiantes de intercambio, en medio de la rutina ciudadana. “¡Es verdad!”, le contesta otra. “Antonio me comenta todo el tiempo si hace frío, si viene tormenta. Al principio pensaba que lo hacía porque quería hablar conmigo, para sacar tema, pero luego me di cuenta ¡de que no! ¡Lo hacen todos!”.

Unos meses atrás, en una entrevista publicada en Galería, la embajadora de Ecuador en Uruguay, Isabel Wagner, cuando le preguntaron cómo se lleva con el clima uruguayo, respondió: “Me parece hasta gracioso, tengo que mirar el pronóstico para salir. Es muy simpático. Estoy aprendiendo a vestirme. Es más complicado la variación del clima que la temperatura”.

Es cierto. No nos damos cuenta pero es cierto. Al uruguayo le encanta hablar del tiempo. Y esto desconcierta a los (cada vez más) extranjeros que viven entre nosotros. Probablemente esa costumbre tenga que ver con la observación de la embajadora, la variación del clima. Nunca sabemos cuándo puede llover porque sucede todo el año, en cualquier momento. Durante el invierno hay veranillos, y en verano puede soplar una sudestada y bajar la temperatura varios grados, tanto como para ponerse un abrigo. El clima nos tiene desconcertados hace tanto tiempo, que ya lo tenemos incorporado a nuestra idiosincrasia. Dicen que hay que conocer bien al enemigo. Definitivamente, los uruguayos tenemos una relación con el tiempo.

Subimos al ascensor y el primer comentario con el vecino, en el 99% de los casos, tiene que ver con el clima. El saludo diario con el portero habla de la temperatura, o de paraguas sí, paraguas no. En la oficina se habla de que en la mañana temprano había sol y ahora parece que va a llover. En la peluquería, la peluquera quiere saber: “¿Cómo está afuera?”. En Uruguay, la organización de cualquier evento queda sujeto a modificaciones por mal tiempo. Cuando alguien vuelve de las vacaciones, el comentario obligado es: “Tuviste suerte, te hizo buen tiempo”, o todo lo contrario. Incluso entre los saludos de cumpleaños siempre aparece un “disfrutá, ¡que te hizo un día precioso!”.

El pronóstico del tiempo es moneda corriente. Por eso los meteorólogos que salen o han sabido salir en los noticieros de televisión se han convertido en celebridades conocidas por todos, mucho más que destacados actores de teatro ganadores de varios premios Florencio.

¡¿Por qué esa obsesión por el tiempo?! ¿Por qué no podemos vivir nuestra vida sin estar pendientes del cielo y la atmósfera? Habrá que hacer un estudio sociológico sobre este fenómeno que llama la atención de los extranjeros. Pues, cuando vamos a otros países y está prevista alguna actividad y el tiempo tal vez parece no acompañar, la pregunta del uruguayo siempre va a ser si se suspende o si hay cambio de planes debido a la lluvia. Y la respuesta casi siempre es “no”, junto con un gesto de desconcierto.

Pero mientras nos divertimos comentando sobre algo que parece tan banal como el tiempo, el clima en el planeta Tierra está cambiando. Es imperioso para el mundo empezar a prestarle más atención. Y en eso los uruguayos llevamos la delantera. Mientras las españolas se ríen de cómo los uruguayos hablamos del tiempo, en España las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales han dejado más de 200 muertos y zonas devastadas por el paso del agua. En Valencia llovió en unas horas lo que llueve en todo el año. Con el cambio climático, pasan cosas que no pasaban. Y sin embargo, el mundo sigue sin mirar el clima.

En la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP16, llevada adelante en Cali, Colombia, los casi 200 países participantes no consiguieron el objetivo de aumentar hasta 200.000 millones de dólares anuales el gasto para implementar las metas para detener y revertir la destrucción de la naturaleza. Estaba previsto que la conferencia terminara el viernes 1 de noviembre, pero se extendió más de lo previsto. Sin embargo, la sesión plenaria se levantó a las 8 de la mañana del sábado 2 por falta de quorum. Es decir que los delegados de los países tenían cosas más importantes que hacer en otro lado. Quedaron varios puntos pendientes, por lo que la COP16 solo fue suspendida, para reanudarse en una fecha aún sin determinar.

Así las cosas en el ambiente político. Así las cosas en el medio ambiente.

Sigamos los uruguayos mirando el tiempo, que parece que le tenemos bastante más respeto que en otras partes del mundo.