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Se realizó la primera muestra de aperos antiguos en la Expo Prado
Jinetes y amazonas vestidos con ropas típicas montaron caballos que lucían recados, frenos y riendas del siglo XVIII y XIX, por valores de hasta 160.000 dólares
En un rincón detrás de las caballerizas, una decena de jinetes se preparaban para lo que sería la primera muestra de aperos antiguos en la Expo Prado. Iban engalanados en ropas que simulaban las vestimentas de los siglos XVIII y XIX. Los caballos, mansos, se dejaban ensillar con todos los elementos que conforman un apero: la montura o recado, el freno, el cabresto, la alfombra, la enjalma y las riendas. De tanto en tanto, una caballada cruzaba por el lugar dejando una estela de polvo en el aire. Es que la actividad ese sábado 14 de setiembre, desde y hacia el ruedo de la principal exposición ganadera del país era cada vez más intensa.
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El polvo en el aire y el nerviosismo de los jinetes y las amazonas no empañaron la emoción que sobrevolaba por protagonizar la primera muestra de esta clase, que, se espera, continúe en las siguientes ediciones de la Expo Prado.
En esta primera experiencia se utilizaron 18 aperos que iban desde el año 1840 hasta 1920, cinco provenientes de Argentina y uno de Brasil, fabricados en diversos materiales, desde guasca hasta plata y oro. Los participantes se fueron ubicando en fila según la época a la que correspondían sus aperos; una manera organizada para poder ir prestando atención a los detalles, que dicen mucho del objeto.
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Adrián Echeverriaga
Marcelo Gallone, uno de los organizadores, aseguró que una de las características de los aperos antiguos que los diferencia de los actuales es que los garzones (el frente de los recados) son más abiertos. Para comprender la forma que tienen los recados, Gallone explicó que esta se debe a la topografía del sitio en el que son usados. Por ejemplo, “cuando son lugares más inclinados el jinete tiene que ir más calzado, respaldado, porque va hacia arriba o abajo, por lo que los garzones son altos. Los argentinos de Buenos Aires o del sur de la provincia no tienen esta característica porque cabalgan en zonas llanas”.
También, los aperos se diferencian por el estatus social de su dueño. Los más adinerados los tenían en cuero, oro y plata, mientras que los más humildes eran solo en cuero y guasca. “Esto es la representación de lo que eran los gauchos un domingo”, comentó el organizador sobre lo que estaba por suceder en la muestra. “Los peones también usaban buenas cosas pero en otros materiales, a lo sumo tenían un buen cuchillo de plata”, señaló.
En cuanto al mantenimiento de estos antiguos recados, el experto subrayó que el cuidado se basa en limpiar con un trapo y engrasar los cueros.
La mayoría de las piezas presentadas esa tarde en la Rural son heredadas, ya que se trata de elementos muy costosos. “Los cinceles que forjaban la plata y oro ya no existen, por eso, además de valor económico, tienen un valor histórico”, aclaró Gallone. El precio de uno de estos aperos de “alta gama” puede llegar a los 160.000 dólares, mientras que los de cuero pueden costar entre 30.000 y 40.000 dólares. “Lo que estamos presentando es lujo”, aseguró, y agregó que se presentaron aperos de todas partes del país.
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Adrián Echeverriaga
Gallone fue el responsable de llevar adelante esta iniciativa, que también incluyó ropa típica de la época. “Esto lo vengo trabajando desde enero, cuando presenté el proyecto a la ARU (Asociación Rural del Uruguay). Creo que estamos empezando a hacer algo”, dijo. La idea es que en el futuro se organice un concurso de aperos para poder darles trabajo a guasqueros y plateros, y crear nuevas monturas que permitan una pequeña producción artesanal. Eso “generaría una microeconomía en la que trabajen para poder competir, y que de esa forma se desarrolle un ecosistema”.
Cecilia Rodríguez, una de las amazonas, lucía un traje de época en tono bordeaux e iba sentada sobre el caballo a la usanza del siglo XIX, de costado. Ella contó que se trataba de una montura inglesa de amazona con riendas en filigrana de plata. El rebenque también tenía su historia: había sido de Tabaré Regules, y regalado a su padre, Tabaré Rodríguez. “Todo inspirado en lo que llegaba a nuestro país proveniente de Inglaterra”, dijo.
Ya prontos y orgullosos de sus llamativos atuendos, los caballos y sus jinetes se dirigieron hacia el ruedo, donde los recibió con aplausos un público ávido por conocer más sobre la antigua cultura gaucha de estas tierras.