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Sostenibilidad: dos emprendimientos uruguayos convierten residuos textiles en material para la construcción

La ropa usada puede convertirse en material de construcción evitando que acabe en vertederos contaminantes; en Uruguay, dos iniciativas marcan ese camino

Las industrias de la moda y la construcción son de las que producen mayor impacto en el medioambiente, por lo que el principal desafío de cada uno de los actores que intervienen en sus cadenas productivas es incrementar su circularidad. Además de las varias soluciones ecológicas diseñadas para reducir su huella de carbono, en Uruguay empiezan a surgir emprendimientos con el mix justo de creatividad y curiosidad que basan sus diseños en una sostenibilidad cruzada para la creación de nuevos productos reciclados.

Cuando los desechos son tantos que desbordan su aplicación dentro de la propia industria, el valor agregado sucede cuando lo que para una es descarte, para la otra significa materia prima. De este modo el resultado es win-win: mientras que el sector textil encuentra una alternativa para valorizar parte de los residuos que crea, el rubro de la construcción se beneficia de oportunidades para mejorar en términos de sostenibilidad y rendimiento.

Según el informe Una nueva economía textil: rediseñando el futuro de la moda (2017), publicado por la Fundación Ellen MacArthur —referente mundial en el desarrollo de la economía circular—, para producir una remera de algodón se requieren 2.700 litros de agua. A su vez, la producción textil causa el 20% de la contaminación de agua potable y el 10% de las emisiones de carbono en el mundo. Frente a estos números que resultan alarmantes para el desarrollo sostenible, solo se recicla el 1% de los desechos textiles producidos globalmente.

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Mariana Paredes y Macarena Bravo

Mariana Paredes y Macarena Bravo

En este escenario, la transición a la circularidad es crucial, y resulta necesario maximizar la recuperación de los residuos para reintroducirlos en ciclos productivos propios y ajenos a la industria de la moda. Combinar fibras textiles como materia prima para el diseño de nuevos productos de la construcción es un camino recientemente explorado en nuestro país y con no tantos antecedentes en el mundo.

Cuando las uruguayas Mariana Paredes y Macarena Bravo fundaron su emprendimiento Crocus en plena pandemia, se dedicaron a realizar una exhaustiva búsqueda de antecedentes sobre cómo endurecer residuos de la industria de la moda con la perspectiva de transformarlos en paneles acústicos y aislantes térmicos. Sin embargo, no encontraron a escala local información específica que valiera de referencia. “Comenzamos a probar y tuvimos muchos fracasos, y cuando estábamos a punto de abandonar, logramos generar placas con estructura”, recuerda Mariana.

Referencias en el mundo

Algunos emprendimientos extranjeros valen de ejemplo en esta consigna de potenciar la economía circular entre industrias. La arquitecta francesa Clarisse Merlet creó un prototipo de ladrillo textil aislante térmico y acústico, resistente al fuego y a la humedad. Cada pieza usa el equivalente a dos o tres remeras y está confeccionada de ropa triturada que Merlet compra a un proveedor de Normandía.

Otra referencia es la invención de la australiana Veena Sahakwalla, quien ha desarrollado pavimentos y revestimientos hechos de descarte textil. Estas baldosas tienen un acabado similar al cerámico, gran capacidad acústica y son resistentes al fuego y al agua.

A comienzos de este año, un grupo de Investigación en Tecnología Textil de la Universidad Politécnica de Cataluña desarrolló y patentó un nuevo material para la construcción que revaloriza toneladas de residuos textiles, ahorrando energía y emisión de dióxido de carbono. Este nuevo material, que mejora las propiedades del fibrocemento, ya ha permitido fabricar tejas, paneles de fachadas y baldosas para pavimentos.

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Uruplac

Uruplac

Las técnicas más utilizadas para este tipo de reciclaje son mecánicas, permitiendo procesar casi todo tipo de residuos textiles sin importar la cantidad y la composición. Además, esta técnica es especialmente indicada para el reciclaje de fibras naturales, como el algodón, ya que es la única que permite preservar sus cualidades.

En un proceso de desfibrado secuencial, los residuos pasan a través de unos rodillos giratorios que obtienen las fibras individuales. El resultado son diferentes fibras, trozos de tejido y polvo que, luego de un procesado de baja energía sin adición de productos químicos, acaba formando una tela de pocos milímetros de espesor que se mezcla con un aglutinante para formar laminados posteriormente prensados. Las propiedades de este material dependerán del conglomerante y del número de capas prensadas, aunque por lo general tienen una buena resistencia y alta ligereza.

Esta mezcla obtenida de residuos textiles recuperados y aplicada a productos de construcción implica tres importantes beneficios: reduce los problemas medioambientales asociados a la acumulación de desechos, produce materiales de construcción más sostenibles y permite avanzar hacia la economía circular.

Manos a la obra

Crocus nació con la consigna de transformar desechos textiles en productos útiles con impacto significativo en la industria de la construcción y el diseño. “Todo comenzó cuando descubrimos cómo hacer estructuras con descartes textiles en 2021. Por sus propiedades, el textil es bueno para aislar y absorber sonido, por lo que la idea de los paneles acústicos no parecía tan alocada”, explican sus fundadoras. Además de su inherente valor agregado, este material supone otras ventajas, como poder adoptar forma, color y grosor a elección para producir módulos de distintas características.

Actualmente, las emprendedoras se encuentran en la fase de testeos y validación de material, trabajando en conjunto con varios laboratorios locales para estudiar con certeza las cualidades de la mezcla y potenciarlas. También se están desarrollando muestras para placas, ladrillos, baldosas y paneles que pronto serán prototipos a escala real. “Tenemos calculado cuánto textil utilizamos para realizar un ladrillo y podemos decir que con el peso de una remera de manga corta para hombre, talle L, se confecciona un ladrillo y medio”, afirma Macarena.

Como parte de su modelo de negocio, Crocus­ cuenta con un servicio de proyecto de diseño en el que una empresa puede proporcionar su descarte textil para que le sea devuelto en otro formato de producto personalizado, creando una propuesta circular que revaloriza el desecho. “Este año le realizamos a un hostel lámparas y plafones para sus habitaciones elaborados con su cartel textil”.

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Uruplac

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Uruplac

Uruplac

Impulsos al emprendedor

Como todo proyecto en etapa de investigación y desarrollo, requiere de un impulso financiero, que es el punto de quiebre entre quienes desean avanzar y quienes pueden hacerlo. En el caso de Crocus, aplicaron con éxito al programa VIN 2023 (Validación de Ideas y Negocios) impulsado en conjunto por la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande) y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

Se trata de un programa que busca acompañar a personas en sus primeros pasos para emprender, apoyar proyectos que plantean experimentos de validación para el desarrollo de un mínimo producto viable y su testeo en el mercado objetivo, que requieran de fondos económicos para su ejecución y tengan como objetivo probar la viabilidad comercial del producto o servicio. “Esta financiación se reparte según las etapas de la investigación, abarcando la posibilidad de financiar la compra de materia prima, la contratación de máquinas o de servicios de marketing, por ejemplo, entre otras cosas. Por el momento no recibimos ningún otro apoyo institucional”, explican.

Otro programa de referencia para este tipo de emprendimientos es el de Oportunidades Circulares, que busca promover la transición eficaz hacia una economía circular contribuyendo a la mejora de la productividad y la rentabilidad de las mipymes. Con este programa resultó beneficiada la empresa Uruplac Reciclados, creada en 2012 a partir del impulso de un incentivo de ANII, para promover su proyecto de perfil innovador llamado Sombra, orientado a la producción de placas onduladas recicladas que sirven para dar sombra en el sector agropecuario. Con el apoyo de Conaprole, estas chapas favorecen la producción protegiendo a los animales durante las altas temperaturas del verano y las bajas temperaturas del invierno.

“Los fondos de Oportunidades Circulares nos permitieron incorporar otros productos y crecer. Desde entonces hemos trabajado en asociación con otras empresas para probar diferentes fibras textiles y tipos de plástico aplicables a nuestras distintas placas”, refiere el director de la empresa Lumber Andrada.

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Uruplac

Uruplac

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Uruplac

Uruplac

Los residuos textiles son parte esencial de la estructura de estos materiales: cada placa tiene un tamaño de 2,44 × 1,22 metros, 10 milímetros de espesor y un peso de 25 kilos, del cual 30% corresponde a desechos textiles. El resto de la composición debe ser de elementos plásticos para que se fusionen y permitan una masa homogénea capaz de integrar la fibra. “Utilizamos desechos textiles, sobre todo de alta composición de fibra sintética, como fibras de poliéster y otras plásticas, no algodón”, explica el director de Uruplac.

Los recortes textiles sintéticos se trituran en una máquina industrial que los vuelve partículas milimétricas que son mezcladas con materiales como polietileno de baja densidad, polipropileno o poliéster. Así se obtiene una placa que se confecciona a partir materiales 100% reciclados con prensado caliente y sirve como aislante para diversos usos constructivos, desde cerramientos hasta revestimientos para contenedores.

Modelos de negocio de emprendimientos como Crocus y Uruplac suponen una propuesta de valor agregado que apuesta a un perfil de cliente alineado cada vez más a la promoción de prácticas sostenibles y el cuidado del medioambiente. Mientras las prácticas de consumo continúen avalando el fast fashion­ y la inmediatez de compra, el potencial de crecimiento de empresas con perspectiva a un futuro más verde parece ser exponencial. Basta con crear el ecosistema propicio para su desarrollo, en el que tanto públicos como privados y la sociedad en su conjunto contribuyan con políticas y prácticas contundentes y necesarias.