Sin embargo, la confusión se instala cuando, por un lado, aparecen productos como sérums rejuvenecedores y cremas hidratantes, desodorantes, blanqueadores y tantos otros, mientras que, por el otro, se lee y escucha que la vulva no necesita más que un poco de agua una vez al día. Son dudas que se reflejan en la consulta médica. “En el control anual, la mujer se anima a preguntar más por su salud vulvar y vaginal”, apunta la ginecóloga y farmacóloga Stephanie Viroga. Para la especialista, este es, justamente, el costado positivo del boom: las mujeres buscan informarse sobre qué hacer y qué no hacer, si realmente hay pasos necesarios y cuáles no lo son. “Eso me parece buenísimo, que las mujeres se preocupen. Hay que tener un cuidado como con cualquier otra parte del cuerpo”, subraya.
Básicamente, que este mercado haya dado mayor visibilidad a la vulva es lo que, como consecuencia, la saca de ese lugar tabú que siempre ocupó.
Pero los especialistas mantienen una mirada más bien cauta acerca de este auge, ya que la adopción masiva de rutinas de skincare para la vulva, sin previo análisis ni indicaciones médicas, no solo podría estar reforzando inseguridades disfrazadas de necesidades, sino que podría, también, alterar la salud vulvovaginal.
Estética versus cuidado
La vulva tiene que ser saludable y funcional. Ni bella, ni tersa, ni clara, ni con olor a rosas, apunta la médica sexóloga Fiamma Dellacasa. En ese sentido, la médica dermatóloga Magdalena Vola añade que para cuidar una vulva sana, “cuanto menos se haga, mejor”. “Lo ideal es hacer lo menos posible, y evitar jabones antibacterianos o el lavado excesivo”, subraya.
Para cuidar esta zona del cuerpo, Viroga apunta que muchas veces alcanza con cambiar hábitos inculcados en las mujeres desde la infancia y enfatizar ciertas recomendaciones: por ejemplo, evitar a toda costa el uso de protectores diarios y del bidet, evitar la ropa interior sintética, dormir sin ropa interior y promover el uso de bombachas blancas de algodón, un color muchas veces evitado debido a la visibilidad de las manchas. “Las mujeres tenemos secreción vaginal, entonces las bombachas se manchan. Es así, es la vida”, señala.
La dermatóloga Magdalena Vola sostiene que los productos que apuntan a “combatir” la hiperpigmentación —que buscan blanquear la vulva para lograr un color rosado— están “completamente desaconsejados”. “Son zonas difíciles de tratar. Si ya es complicado despigmentar la cara, en la vulva o las axilas es muchísimo más complejo. No lo aconsejo”, indica.
Para la higiene, en tanto, es suficiente con agua una vez al día y, en caso de desearlo, se puede añadir un jabón con pH similar al vaginal, que en edades reproductivas suele estar por debajo de 5. “Lo importante es lavarla lo menos posible, no hay que lavarla a cada rato. Y cuidar la piel con la misma lógica que la piel de la pierna; si tenés una piel reseca, se va a cuartear, es la misma lógica, sin ir a la hipertrofia”, agrega Viroga.
En determinados casos, los médicos recomiendan añadir algún tipo de hidratante; por ejemplo, cuando existe sequedad, que puede generar picazón y en muchos casos ser confundida con infecciones. “Muchas veces las mujeres te dicen que les pica, y en realidad esa picazón es una piel totalmente reseca, la piel de la vulva que no está correctamente hidratada”, indica Viroga.
Del mismo modo, durante la perimenopausia y la posmenopausia, la caída de los estrógenos produce sequedad e incomodidad, lo que se conoce como síndrome genitourinario. En estos casos, la hidratación pasa a ser fundamental para recuperar la elasticidad y, sobre todo, evitar molestias, como picazón, o dolor durante las relaciones sexuales.
En definitiva, el cuidado de una vulva sana en general se reduce a evitar ciertos hábitos, en lugar de sumar pasos innecesarios.
La hegemonía vulvar
Una cosa es cuidar la vulva y otra bien distinta es buscar alterar su apariencia y olor. Muchos de los productos que ofrece el mercado de la cosmética vulvar no están dirigidos al cuidado de la vulva, sino justamente a modificar su aspecto, bajo la premisa de que implementar una rutina para esta parte del cuerpo equivale a cuidarla.
Sin embargo, al igual que como ocurre con tantas otras partes del cuerpo de la mujer (desde la aparición de arrugas hasta el peso y la forma del cuerpo, las canas, los pelos), detrás de estos mensajes se esconde la idea de que la vulva debería lucir de tal o cual manera. Una “hegemonía de la vulva”, plantea Dellacasa. Y que si no luce o huele “así”, siempre se puede corregir. “Se la compara con la cara. Siempre digo que el skincare es la nueva obsesión, como la de la delgadez: tener la piel perfecta, de porcelana. Y eso no aplica a la vulva. Que existan productos que ayuden a la salud vulvar me parece genial, pero no son para todas ni son obligatorios”, enfatiza la sexóloga. Agrega que no es casual que la mayoría de las marcas de cosmética vulvar recurran a las flores, los colores rosados o duraznos para promocionarse, un aspecto “tierno, rosado, armonioso”. “Y en realidad las vulvas, generalmente, son todo lo contrario, no son simétricas, ni son claras; y hay un millón de formas diferentes”.
Más allá del terreno sexual, Viroga asegura que la vulva tiene un olor “normal y necesario” que quizás no coincide con el establecido como ideal o agradable. “Lo que pasa es que las mujeres a veces no conocemos nuestro olor natural, porque desde chiquitas nos han enseñado a no tener olor y ni siquiera sabemos lo que es.
El auge del mercado del skintimate convive, paradójicamente, con el movimiento de aceptación corporal, el feminismo y la reivindicación de la diversidad. Mientras hay campañas que insisten en aclarar que no existe un modelo único de vulva, la cosmética vulvar propone un ideal de simetría y color, o sea, justo lo contrario.
No es casual, entonces, que la pigmentación (color) de la vulva, por ejemplo, sea un motivo de consulta frecuente. En esa línea, la dermatóloga Magdalena Vola sostiene que los productos que apuntan a “combatir” la hiperpigmentación —que buscan blanquear la vulva para lograr un color rosado— están “completamente desaconsejados”. “Son zonas difíciles de tratar. Si ya es complicado despigmentar la cara, en la vulva o las axilas es muchísimo más complejo. No lo aconsejo”, indica.
¿Aliado o enemigo?
El skintimate se suele presentar como “aliado” para paliar inseguridades de las mujeres en el terreno sexual. Por ejemplo, el olor genital es la principal limitante de las mujeres a la hora de recibir sexo oral, apunta Dellacasa, por lo que muchas mujeres recurren a desodorantes para la vulva. “Muchas no quieren recibir sexo oral, no porque no les guste, sino porque les da vergüenza que pueda haber posibles olores”, indica. En muchos de esos casos se recurre a algún desodorante recomendado por un médico o sexólogo como herramienta puntual para lograr el disfrute de esta práctica sexual, aunque Dellacasa advierte sobre los riesgos de aspirar a que los genitales “se conviertan en un perfumador”, ya que los desodorantes pueden alterar la salud vulvovaginal. Además, contrario a lo que se cree, el olor natural de la vulva, lejos de ser algo indeseado, es un estímulo que favorece la excitación y atracción erótica.
Más allá del terreno sexual, Viroga asegura que la vulva tiene un olor “normal y necesario” que quizás no coincide con el establecido como ideal o agradable. “Lo que pasa es que las mujeres a veces no conocemos nuestro olor natural, porque desde chiquitas nos han enseñado a no tener olor y ni siquiera sabemos lo que es. La vagina tiene su secreción, así como transpiramos las axilas, como tenemos el aliento de la boca, cada una tendrá su olor. El olor de la vagina, por el pH que tiene una vagina normal, tiende a ser ácido”, indica la ginecóloga.
Y mientras el mercado ofrece cada vez más opciones para “mejorar” o “embellecer” la vulva, no existe, como era de esperar, un boom de skincare para el pene. Para Dellacasa, no se podría trazar un paralelismo entre el cuidado de ambos genitales, ya que la piel y la mucosa del pene son diferentes a las de la vulva. Los hombres no atraviesan cambios hormonales tan marcados como las mujeres con vulva, ni la disminución hormonal de la menopausia. Pero difícilmente ellos se conviertan en presa de un mercado que les propone en unos simples pasos diarios modificar la apariencia de sus penes.
Mientras tanto, productos como polvos de diamante y desodorantes íntimos buscan imponerse con fuerza; la vulva va dejando de ser tabú y pasa a convertirse en un tema de conversación que, en el mejor de los casos, permitirá discernir entre supuestas necesidades de dudosa procedencia y un cuidado real, libre de presiones estéticas.