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    Realismo mágico y realismo político

    Sr. Director:

    El fallecimiento de Vargas Llosa ha vuelto a poner en escena al llamado realismo mágico, ese mundo maravilloso que ambienta sus novelas y, ni que hablar, las de García Márquez, en las que la imaginación no es que supere a la realidad, sino que la magnifica. Un mundo fantástico que el lector puede vivir y disfrutar.

    Nuestra política tiene también su realismo “mágico”. Aunque no en el sentido de algo imaginativo y fascinante, sino de realidades, generalmente pedestres, que son surrealistas. Hoy lo está protagonizando el Frente Amplio.

    Por un lado, con el episodio de la Sra. Cecilia Cairo: ¿cómo se le pudo ocurrir que podía vivir toda su vida —y parte de ella como legisladora y como ministra— sin pagar impuestos? Surrealismo solo superado por la novela popurromántica que intentó ensayar el Frente para lavar sus culpas con el agua bendita de la pobreza (trucha).

    Al respecto, Perogrullo me hizo algunas preguntas: 1) ¿No hay nadie, entre los organismos recaudadores de la Intendencia de Montevideo, que deba asumir responsabilidad por la colosal morosidad tributaria de la diputada y exministra Cairo? ¿Más de 20 años de garrón y nadie en la intendencia tiene la culpa? Trae recuerdos de otra Intendencia y otro legislador del FA. Y 2) ¿Qué es esto de la teoría de la exoneración tributaria popu que ahora emite el FA para justificar a Cairo? ¡Pobre! ¿Qué tiene de malo? ¡Es pobre! Y los pobres no están obligados a pagar impuestos. Estaría bueno saber qué opina el ministro de Economía.

    A propósito, si una ministra (y un senador) están exonerados de pagar sus impuestos por supuestas razones económicas, ¿por qué está mal que un intendente le dé una mano a un vecino que no tiene plata para solucionar sus problemas?

    Ahora, atrás de la telenovela, hay otro fenómeno de realismo “mágico” que va más al fondo: creer que la mejor fórmula para armar un equipo de gobierno es aquella que suma a los condicionamientos políticos para elegir gobernantes, otros más —en este caso, de género—, pero hay otros. No parece ser una fórmula muy eficiente para obtener buenos gobernantes. Como que privilegia la vidriera por sobre el funcionamiento. Para decirlo más claramente: se eligen ministros pensando en quedar bien con la barra, no en las obligaciones y responsabilidades de gobierno.

    Pero todavía hay otra manifestación de realismo “mágico-político” que está haciendo el Frente. Una quizás más difícil de percibir. Lo que podríamos llamar el suspenso del delivery: transcurren los días y no pasa nada. Se suceden las reuniones, de gabinete, de legisladores, y no pasa nada. Pura declaración.

    Sin embargo, bien mirado, capaz que eso es “realismo-real”: la realidad del país no está tan mal; lo prudente es no apurarse a menearla, que quizás se pone peor. Sobre todo si al gobierno le da por contentar a la hinchada (la barra, como le llamaba Mujica).

    El problema está en que para poder hacer realismo-real cuando se llega al gobierno, hay que evitar hacer realismo mágico en las campañas electorales, y ahí la culpa del fenómeno está repartida entre los políticos que prometen y los electores que quieren que se les prometa.

    Porque la realidad-realidad es de que este gobierno, aún con las mejores intenciones, aún si le resultara bueno el equipo que eligió pensando en la foto y aún si le sopla algún viento a favor, jamás va a poder crear el realismo mágico que prometió.

    Dejemos la magia a los genios literarios y mejor dediquémonos a decirle la verdad a la gente: su realidad no cambiará mágicamente. Solo cambiará por el camino del esfuerzo y la excelencia.

    Ignacio De Posadas