Pero el reposo del guerrero se fue transformando en siestita, y cuando todavía se especulaba con los cierres de las mesas y la tele, cualquiera fuera el canal en el que había quedado enganchado, transmitía, de corresponsal en corresponsal, desde la escuelita 135 de Durazno hasta el Club Social y Deportivo La Burriqueta, ahí en la vuelta de Malvín, desde el Club Uruguay en la plaza Matriz hasta el Centro de Bizcocheros de La Teja, a Fortunato los ojitos se le habían cerrado.
Una señora muy emperifollada, que se había ido vestida como para dirigirse luego de inmediato a la toma de posesión del nuevo presidente, no tuvo problema en “cantar” su voto.
—Mire, m’hijo, aquí no hay más perro que el chocolate —arrancó la doña, y prosiguió con entusiasmo—, decí que o hay reelección, que es un error de la Constitución, tanto que los bolches del PIT-CNT querían reformar la Constitución, habría que haber puesto en la papeleta del plebiscito que había reelección y a Luisito lo votaba de nuevo y con las dos manos, pero, bueno, Delgado es lo que hay, y lo pienso votar, a pesar de la gordita esa medio chonguita que eligió para vice, aunque, te juro, así hubiera elegido de vice al Marcelo Abdala, cualquier cosa es mejor que la Cosse, nene, que es imbancable, y tené en cuenta que Lacalle se retira del gobierno con el 155% de popularidad y aceptación de su gestión, a ver cuál de los fantasmas estos del Frente tiene o tuvo ese apoyo —concluyó la entrevistada.
A esta altura Fortunato intuía que aquello era medio un sueño por más que no fuera de noche, pero el cronista de la tele seguía interpelando a futuros votantes y él no tenía conciencia de si era real o no.
Las dos personas siguientes, dos hombres en la mediana edad que conversaban animadamente entre ellos, también se animaron a hacer declaraciones.
—Mire, periodista —dijo el que estaba más adelante en la cola—, este gobierno ha bajado la inflación, construyó carreteras donde había caminos de tierra, reformó la seguridad social, medio a los piñazos, pero hizo lo que ningún gobierno anterior se había animado a hacer, bajó la tasa de delitos, menos los homicidios, pero ya sabemos cómo es la cosa entre bandas criminales, creó como 100.000 nuevos trabajos y recuperó el poder adquisitivo del salario real…
—Y dejame seguir a mí —lo interrumpió el que estaba atrás—: disminuyó el desempleo, se comió la pandemia, la sequía, las inundaciones, nos hizo vivir la libertad responsable y…
—Concluyo que ambos votan a Delgado-Ripoll —los cortó el notero de la tele.
—Así es, mi amigo, y va a ver que estas cosas no pasan desapercibidas, hay que reconocer los éxitos y los logros de este gobierno —enfatizó.
El flaco que estaba atrás en la fila estaba mascando un chicle y se animó a intervenir en la charla dando a entender que era conocido de los dos amigos que venían de dar su opinión.
—Loco —dijo el flaco dirigiéndose espontáneamente al periodista—, este par de bananas debe vivir en otro planeta —reafirmó, y siguió su propio libreto, no sin antes confirmar que pensaba votar a Orsi y a Cosse—. Le dieron un pasaporte express a un narcotraficante, hubo que echar a ministros, directores, intendentes de campaña que coimeaban con los gastos del departamento, les regalaban casas a los correligionarios y en otros curros bien gordos de comisiones internacionales colocaban a sus amigotes sin que se les moviera un pelo. ¡Andá! ¿Y los vas a votar de nuevo? —dijo en voz tan alta que una anciana que estaba atrás se enganchó con naturalidad en la conversación.
—Ay, cállese, señor, que este gobierno nos ha defendido con el Mides, que era una cueva de oenegés de la Marina Arismendi hasta que llegó este muchacho Lema, que ha colaborado muchísimo usando bien el dinero público y no tirándolo entre los amigotes. Yo voto a Delgado con las dos manos, qué quiere que le diga, y además está contra los comunistas, los dictadores de Cuba, de Nicaragua y ahora el atorrante de Maduro, que si ganan son capaces de traerlo de visita de nuevo al Uruguay. No, mi querido, ¡¡¡eso sí que no!!! —concluyó la anciana con entusiasmo.
Al paso que venían las cosas, las entrevistas del notero a los integrantes de la cola venían dándole una soberana paliza a la fórmula opositora, resaltando por aquí y por allá las virtudes y los aciertos de un gobierno que había tenido que sortear palos en la rueda, cacerolazos en plena pandemia, oposición sin argumentos contra la reforma jubilatoria, mintiendo que no habían sido consultados cuando habían estado en las reuniones convocadas por el Poder Ejecutivo sin haber aportado ni media idea.
Fortunato, en su sueñito vespertino, sonreía con alegría porque estaba confirmando que su sueño se volvería realidad.
Como estaba solo en la casa, el único ruido era el de la tele, que para él, a la hora que sea, es como una cajita de música que lo adormece.
En eso, y de un portazo, entró a la casa el hijo mayor y lo sacó de la modorra. Fortunato se restregó los ojos y le preguntó qué hora era.
—Viejo, son casi las 12 de la noche, te pegaste flor de siesta mirando las elecciones, ¿qué te parece el resultado?
—Mirá, me lo dormí todo —confesó Fortunato—, pero de lo que iba creyendo oír mientras dormía me parece que tenemos coalición para rato, esta vez con Delgado de presidente, que…
—¡Papá! —le gritó el hijo, sacándolo a Fortunato definitivamente de la modorra—, ¡ganó el Frente por 100.000 votos! ¡Flor de paliza se comió tu candidato!
—¿En serio? —replicó Fortunato, y de un frasquito que tenía en la mano extrajo una pastilla y se fue a la heladera a servirse un vaso de agua para engullir el tranquilizante—. Esta noche me salteo la cena, se me fueron las ganas de comer, hasta mañana, cuando tu madre vuelva decile que ni me despierte, debe estar festejando con la cuñada y las vecinas, todas fanáticas del Frente, que se acueste sin hacer ruido y sin despertarme. Por lo menos hasta mañana puedo soñar, antes de empezar el quinquenio de la realidad —concluyó.