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El sector editorial argentino atraviesa una crisis, casi, sin precedentes como resultado de la política económica que se aplica en Argentina desde hace cerca de dos años. Es cierto que los años anteriores ya habían sido malos: altísima inflación, costos de producción igual de altos, caída en el poder adquisitivo de la clase media e igual caída en el consumo de libros. Pero ahora la situación es notoriamente más grave, empeorada por la gran profundización de la crisis de consumo: de los consumos culturales y del consumo en general. El brutal ajuste económico parece ser el único horizonte argentino.
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La Cámara Argentina del Libro (CAL), la institución que nuclea a los principales actores del sector, acaba de presentar su informe anual sobre la situación del mercado editorial. Es un informe que, de forma habitual, tiende a no tener una importante repercusión pública y queda restringido a los miembros del campo editorial. Pero este año la situación fue diferente: el informe fue noticia en los más grandes medios argentinos. Por ejemplo, Infobae publicó un largo artículo con el título Un informe revela ‘caída generalizada de ventas’ y preocupación por el futuro del mercado editorial argentino. La Nación publicó una nota de aún mayor envergadura, cuyo título es Cuesta abajo: las ventas de libros volvieron a caer. El diario Perfil tituló: El mercado editorial argentino en cifras: se profundiza la crisis. Y finalmente Clarín, el multimedio más grande de Argentina, poderoso actor político y económico (propietario, entre decenas de otras empresas, de Cúspide, una de las dos más grandes cadenas de libros, con múltiples sucursales), evitó dar cuenta del tono general del informe para detenerse en un solo punto, no obstante muy significativo: Del país con más librerías de América Latina a la crisis que las empuja al cierre. La debacle económica golpea con fuerza al sector del libro. La crisis del sector editorial junto con la del cine argentino (después del cierre de hecho del Instituto Nacional del Cine Argentino, que otorgaba subsidios a la realización) son los dos grandes temas de conversación en estos tiempos en el campo cultural. El temor a una crisis gravísima, casi terminal, está instalada en el campo editorial. Recordemos, antes de avanzar, que la CAL representa a más de 500 editoriales, librerías y distribuidoras argentinas, sus informes son de un altísimo nivel de rigor metodológico y, por ende, sus datos son absolutamente confiables.
¿Pues qué dice el informe? Primero, una aclaración: son cifras del balance de 2024, por lo que tenemos que pensar que, al día de hoy, seis meses después, las cosas empeoraron. El dato central se encuentra en la Encuesta Anual de Ventas del Sector del Libro, realizada entre la CAL y el Núcleo de Innovación Social del Colegio de Sociólogos y Sociólogas de la Provincia de Buenos Aires. ¿El resultado? El 80% de los actores encuestados (las alrededor de 500 editoriales, librerías y distribuidoras que forman la CAL) indicó una caída en sus ventas. Entre las editoriales la caída fue variada, pero siempre mayúscula: “El 27% experimentó reducciones de entre 26% y 49% en las ventas, mientras que un 9% reportó caídas superiores al 50%”. Entre las distribuidoras, “el 78% informó un descenso de sus ventas”.
La segunda conclusión que arroja el informe es una fuerte reducción de la cantidad de títulos publicados. Para dar solo dos ejemplos: la importante editorial Siglo XXI (especializada en ensayo, que publica a autores como Lacan, Foucault, Bourdieu, Barthes, Sarlo, etc.), había sacado 56 libros en 2023, mientras que en 2024 publicó solo 44. En el otro extremo estético, la editorial Edhasa, centrada en un perfil de literatura de ficción en general comercial, redujo en 30% sus novedades. La contracción de la cantidad de títulos publicados es un fenómeno que alcanza a todas las editoriales.
En tercer lugar, se observa también una fuerte reducción en las tiradas, es decir, en la cantidad de ejemplares que se imprimen de cada libro. Según el informe, una apuesta fuerte para una editorial comercial, o sea, un libro que se espera que venda mucho, “hoy se mide en 3.000, 5.000 o, en casos excepcionales, 10.000 ejemplares, cuando en la Argentina hubo, hasta 2023, primeras tiradas de hasta 50.000 ejemplares”.
Muchas menos ventas que en 2024 (que ya habían sido menores que en 2023), menos títulos publicados y tiradas más bajas, ese es el escenario de crisis, por momentos desolador, del mercado editorial argentino en la actualidad.
Hay un cuarto punto, que no está en el informe de la CAL, pero que se desprende de sus conclusiones: esta situación crítica aumenta la desigualdad dentro del ecosistema editorial y favorece (o perjudica menos) a los grandes grupos editoriales multinacionales —como Penguin Random House o Planeta— y a las grandes cadenas de librerías. Por dar otro ejemplo, la pequeña (y muy prestigiosa) editorial de poesía Caleta Olivia redujo su plan editorial en un 70%. ¿Por qué? Porque las pequeñas editoriales tienen menos recursos y espaldas económicas que los grandes grupos. Otro tanto ocurre con las librerías de barrio en comparación con las cadenas. Como sucede con los efectos generales de la política económica del gobierno, en el campo editorial se declina también a favor de una mayor concentración, de una mayor inequidad que favorece a los grandes grupos concentrados por sobre las pequeñas pymes culturales, como las editoriales chicas y las librerías también chicas.
Pero hay un quinto punto para pensar, otro tema de conversación recurrente en el campo cultural: cierta similitud con los años 90. Recordemos que en esa época, con una política económica bastante cercana a la actual, prácticamente quebró todo el campo editorial nacional. Las dos grandes editoriales argentinas, en situación económica ruinosa, fueron compradas por emporios multinacionales: Sudamericana, donde publicaban García Márquez y Cortázar, por Mondadori (hoy, Penguin Random House), y Emecé, donde publicaban Borges y Bioy Casares, por Planeta. Las demás editoriales, las editoriales pequeñas, cerraron todas. ¿Pero es tan similar la situación actual con la de los años 90? En muchos aspectos, efectivamente sí (incluso podría decirse que hoy la destrucción cultural avanza todavía más rápido). Pero hay un punto, un punto específico en el campo editorial, bien diferente, y que es, con seguridad, el punto más disímil con ese entonces: la existencia, desde hace al menos dos décadas, de un gran conjunto de editoriales independientes, dinámicas, prestigiosas, con buenos niveles de ventas, muy profesionalizadas y muy reconocidas por el público y los libreros. Editoriales como, por dar pocos nombres, Entropía, Katz, Adriana Hidalgo, Eterna Cadencia, Godot, Sigilo, Caja Negra, Interzona, Blatt & Ríos, Ampersand, La Bestia Equilátera, Fiordo, Chai, entre decenas de muchas más, publicaron los libros más interesantes de estos años y, casi todas ellas, están también muy bien distribuidas en España. Son editoriales que publican no solo autores noveles sino también consagrados (incluso premios Nobel, Goncourt, Pulitzer, etc.) y que han formado un ecosistema editorial sólido y de altísima reputación. Esto no existía en la década de los 90, donde las pequeñas editoriales no habían logrado crear un público ni catálogos de la importancia que tienen las actuales. En este punto se concentra la discusión: ¿podrá la política económica recesiva y de ajuste permanente del gobierno dañar fatalmente a estas editoriales como ocurrió en los años 90? ¿O la fortaleza del campo editorial independiente podrá resistir? (Resistir, como lo indica el informe de la CAL, achicando tiradas, bajando el número de títulos, siendo más conservador; pero resistencia al fin). La edición independiente, surgida luego de la gran crisis de 2001, se encuentra hoy frente a un desafío inédito. Tiene el viento en contra de la época, pero la esperanza a favor de los lectores, los autores, los libreros, los críticos y los propios editores, entrenados a resistir estos embates.
Entre tanto, pronto, entre el 6 y el 9 de agosto, llega la FED, la feria de editoriales independientes. Es el gran momento del año en que alrededor de 300 editoriales independientes se nuclean en un gran evento, en una gran feria, en que sus libros son comprados por miles y miles de lectores. A riesgo de usar un lugar común, esos días son casi una fiesta. La fiesta de la resistencia, también.