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    Así no

    Los últimos episodios político-municipales demuestran que urge implementar reglas que hagan que el ciudadano común no se sienta un gil a pedal

    Columnista de Búsqueda

    Le di vueltas al tema. Le busqué alguna explicación medianamente lógica. Pregunté, averigüé y no encontré nada pero nada que me ayudara a entender cómo es posible que el intendente de Montevideo, Mauricio Zunino, menos de dos meses antes de la elección departamental del 11 de mayo, decidiera contratar a un cargo de particular confianza para la asesoría en el Departamento de Secretaría General de la comuna. ¿Cómo? Pero si pocos meses atrás, a fines de noviembre de 2024, habló de “ahogo financiero” causado por el gobierno central y dijo que tenía un atraso de “más de 1.000 millones de pesos”. Pero si más acá en el tiempo también enfrentó un conflicto con los trabajadores de TV Ciudad por la decisión de dejar de contratar a unos 70 trabajadores jornaleros.

    ¿En qué quedamos? ¿Hay ahogo y hay que dejar de contratar personal del canal municipal pero es necesario contratar a alguien para la asesoría en la intendencia por un par de meses? Incomprensible. Ojo, ilegal no es, pero es profundamente inconveniente.

    Antes de seguir me gustaría detenerme en algo que no me resulta menor. La persona elegida, la periodista Ana Inés Martínez, debe quedar fuera de esta discusión, a mi modo de ver. Al fin y al cabo ella termina siendo víctima de una decisión que nunca debió haberse tomado y que, como se tomó mal, ahora hay que deshacer. No lo digo yo, lo dice el propio Frente Amplio en su pedido a Zunino de que revea la contratación. Cuando digo “revea” en realidad quiero decir “anule” o “deshaga”. A la periodista se le ofreció un trabajo hasta el fin de esta gestión y ella lo aceptó. Hay quienes cuestionan eso, pero no me paro en ese lugar. Es una trabajadora como cualquiera. No se me escapa que es una figura pública y mediática y que eso hace crecer el ruido. Y que si la persona elegida para ese cargo se llamaba María Gómez o Susana López quizás nadie se hubiera enterado. Nada de eso se me escapa. Pero quiero creer que a Zunino tampoco. Él debió saber que esta contratación, que además tiene un salario nominal de casi 190.000 pesos, iba a romper los ojos. ¿Nadie se lo dijo? ¿Pensó que nadie la iba a objetar? ¿Pensó que era oportuno, cuando las intendencias están en el ojo público por distintas irregularidades o delitos, que una contratación de este tipo no iba a ser cuestionada? No estoy comparando esto con un delito, por favor. La literalidad imperante me obliga a aclararlo.

    Veamos ahora las explicaciones ante las consultas periodísticas, que son al menos difíciles de aceptar. El “vaciamiento de distintos cuadros y asesores producto de una migración hacia el gobierno nacional” señalado por el intendente no justifica la decisión. Para empezar no existe tal vaciamiento, según algunos integrantes de la fuerza política. Pero, además, en caso de que un número importante de contratados haya dejado la función para ocupar otros lugares, ¿no puede la intendencia prescindir por un par de meses de una asesoría de una periodista en la Secretaría General? ¿Realmente?

    El Frente Amplio reaccionó rápido y bien al objetar la decisión de Zunino, pero el daño ya está hecho. La periodista probablemente quedará sin ese trabajo y aquí no ha pasado nada. ¿Y las responsabilidades? ¿Se deshace el contrato y listo?

    Hay tantas cosas que están mal en todo esto que los pensamientos se adelantan al teclado. La discrecionalidad, los cargos de confianza, los controles inexistentes. Pero antes hay algo que también resulta por lo menos insólito. El Frente Amplio viene insistiendo con los manejos discrecionales en las intendencias (aunque también los ha tenido, claro) e impulsa junto con el Partido Colorado el ingreso por concurso y por sorteo para terminar con los dedazos. Días atrás, durante el acto del 26 de marzo, el presidente frenteamplista, Fernando Pereira, decía que de cara a las elecciones departamentales de mayo la izquierda buscará “sacar del Uruguay las prácticas clientelares”. Agregaba que con el triunfo del Frente Amplio en noviembre la sociedad uruguaya decidió que “no es admisible” que el país “se llene de actos opacos, o sencillamente de corrupción, que indignan día a día”.

    No hablaba de la decisión de Zunino, claro. Aún no era pública, pero esa decisión muestra lo que el propio Frente Amplio critica. Soy el intendente, hago lo que quiero con la plata de los contribuyentes, contrato a quien quiero con un salario privilegiado por los meses que me quedan y listo. ¿Qué podría salir mal? Bueno, todo.

    No solo el momento es el menos oportuno, a semanas de una elección departamental que ahora suma a las críticas por la basura como tema excluyente la discrecionalidad en una contratación de último momento. La torpeza política de no ver que esa contratación solo perjudicaría al partido que gobierna la ciudad desde hace 35 años y que pretende seguir haciéndolo es realmente digna de análisis.

    Pero voy a salir de la crítica. Aquí hay una oportunidad. La oportunidad del siglo. Esto abre la puerta a que por fin, de una vez, se discuta en serio sobre la cantidad de cargos de confianza y contrataciones directas que puede hacer un intendente sin que se le mueva un pelo. Es claro que cada jefe comunal necesita de un equipo de confianza, los directores de cada área también. Es natural y está bien que así sea. Pero es urgente la regulación. ¿Cuántos cargos de confianza pueden tener cada intendente o cada director? Cada departamento es un mundo, es cierto. Pero eso no puede impedir que haya determinadas reglas que hagan que el ciudadano común no se sienta un gil a pedal (perdón).

    Un camino ya está en el Parlamento, y tiene que ver con los ingresos por sorteo y concurso a las intendencias. Con todas las resistencias que tiene, porque sabemos que a los intendentes no les gusta en general que se metan en sus chacras, igual es posible que salga. Pero falta. Limitar los cargos de confianza de la manera que se entienda adecuada a esta altura parece inevitable. Y si no se da esa discusión, cada tanto nos seguiremos enojando con decisiones incomprensibles, discrecionales y absurdas que olvidaremos en pocos días. Hasta la próxima contratación.