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    Sacarlos del forro

    Delincuentes con camiseta que dan la vida por su cuadro y que están dispuestos a matar por sus colores siguen entrando a las canchas y seguimos viendo en vivo y en directo cómo hacen lo que se les canta sin consecuencias; por favor, que alguien lo explique

    Columnista de Búsqueda

    27 de noviembre de 2016. Día de clásico en el Centenario. Piedras, gritos, balas de goma, caballos, caos. Silencio. Si cerramos los ojos, todos podemos ver esa garrafa cayendo desde lo alto de la tribuna Ámsterdam. Una garrafa celeste, como en cámara lenta, cae sobre un grupo de policías. Todavía no sabemos cómo todos ellos están vivos. Apenas fue golpeado un policía en el hombro y el pobre perro que acompañaba el operativo llevó la peor parte. Pero también se salvó. El registro del fotógrafo Carlos Lebrato para el diario El Observador es el documento más fiel del extremo al que había llegado la violencia al fútbol uruguayo. Ese día marcó un quiebre en la forma en la que se encararía la seguridad en los espectáculos deportivos, que parecía que iba a cambiar todo.

    “Tenemos que comprometernos a luchar contra este flagelo porque a la familia uruguaya le gusta el fútbol. El gobierno va a trabajar en esta dirección. Si de repente el policía reacciona contra uno de estos desubicados delincuentes y pega un palo, no digan ‘qué malo el policía’. No estoy hablando de gatillo fácil o palo fácil. Pero el que actúe con violencia será reprimido”, avisó el entonces presidente Tabaré Vázquez. “No van a poder. No va a ganar la delincuencia. No es una tarea fácil”, dijo, y advirtió: “Si hay un violento y la Policía lo tiene que sacar del forro lo va a sacar del forro”.

    Casi 10 años pasaron de aquella frase. La Policía debió sacar del forro a los violentos que el pasado domingo 27 tiraron piedras, puntas de manguera de los extinguidores de incendios, pedazos de loza de los baños que destrozaron y también canillas. Todo frente a los ojos de quienes mirábamos por televisión y de todos los que estaban en el estadio Campeón del Siglo en el partido entre Peñarol y Cerro. La violencia televisada en vivo y en directo. A cara descubierta y también a cara completamente tapada. No lo vio quien no lo quiso ver. Entonces hasta el más lejano al fútbol, desconocedor de sus reglas y momentos para tomar decisiones se pregunta por qué es que nadie hace nada. ¿Cómo una tribuna es zona liberada para un grupo de violentos que puede, sin nada que lo detenga, romper y romper y tirar de todo contra los hinchas de otro cuadro, y encima, permanecer allí tranquilo, sin que nadie lo saque del forro? Y peor aún, que luego de tamaños actos de violencia puedan irse para sus casas porque, a pesar de que todo estaba filmado, fotografiado y registrado, ninguno fue interceptado al salir. Las explicaciones posteriores al partido, por parte del subdirector de la Policía, Alfredo Clavijo, apelaron a la Ley de Procedimiento Policial y se señaló que primero se identificaría a las personas y luego se las podría detener. Una estrategia que amerita, al menos, el cuestionamiento. Tendrá su lógica, pero cuesta captarla. Al menos el partido fue suspendido. No siempre pasa.

    Claro que esto no es un tema de Cerro. Ni de Peñarol ni de Nacional. En los últimos meses, años, en realidad, vimos caer botellas, bengalas, encendedores. Vimos más baños destrozados, generalas afuera de las canchas, emboscadas. También vimos partidos que continuaban a pesar de que seguían volando cosas. Y también nos preguntábamos qué se estaba esperando para suspenderlo. ¿Que mataran a uno? ¿Que una botella dejara inconsciente a un jugador o que una bengala le sacara un ojo? ¿Qué esperamos? Las respuestas generalmente remiten al reglamento, a la potestad de los jueces para suspender y a que en ocasiones hacerlo puede ser peor por los efectos que provocaría en las tribunas. Ok. ¿Entonces?

    Aquel clásico de la garrafa trajo algunos cambios, sí. Según recuerda un artículo de Luis Inzaurralde en El Observador, a partir de ese episodio la Asociación Uruguaya de Fútbol avanzó en algunos asuntos, como las cámaras con reconocimiento facial para identificar a los violentos, el sistema de registro de ingreso con cédula de identidad y la “lista negra” para que quienes cometieran actos de violencia estuvieran por un tiempo fuera de las canchas.

    Al principio parecía que todo esto daba resultado. Pero a la luz de los hechos, hoy es insuficiente. O no se aplica, o se aplica mal. ¿O cómo puede ser que los delincuentes con camiseta que dan la vida por su cuadro y que están dispuestos a matar por sus colores sigan entrando a las canchas? Por favor, que alguien lo explique.

    También está la discusión eterna sobre el rol de la Policía dentro de las canchas. Allá por 2014, después de un enfrentamiento entre oficiales e hinchas de Nacional en un partido con Newell’s en el Centenario, el entonces presidente José Mujica ordenó que los policías ya no estuvieran en las tribunas. De ahí en más hubo paros de futbolistas por falta de seguridad, críticas, cuestionamientos de los clubes, que exigían seguridad por parte del Estado, y distintas opiniones sobre lo que debería hacer el Ministerio del Interior dentro y fuera de las canchas. Pero no es que la Policía no está en las canchas. Lo que no hace es intervenir en las tribunas y las autoridades entienden que al ser un espectáculo privado, la seguridad corresponde a los organizadores.

    De todas formas, algo que dijo el ministro del Interior, Carlos Negro, en la conferencia me dejó confundida. Dijo que la Policía ingresará al espectáculo “si las circunstancias lo ameritan y cuando sea necesario para preservar la seguridad de las personas, el orden público y que no se cometan delitos, o que se cometan y deba intervenir la fuerza pública para la represión”. ¿No era este un caso con esas mismas características? Entiendo, ante la separación del cargo del exdirector de Seguridad en el Deporte Álvaro García, después del operativo del fin de semana, que ante lo que sucedió en las tribunas la Policía no ingresó esta vez pero que a futuro lo hará. ¿Lo hará? ¿Entendí bien?

    El ministro, además, advirtió que de ahora en más iniciará una tarea de control partido a partido con sugerencias a los clubes, y que no podrán hacer esos eventos si no cumplen con esas recomendaciones. También se anunció que se elaborará un decreto que regule aspectos de la violencia en el deporte, más allá de las leyes vigentes.

    Nadie desconoce que lidiar con los violentos y con los delincuentes es tarea difícil. Y que hay barras que aprietan y amenazan, y que tienen armas, y ya hemos visto en muchas —demasiadas— oportunidades que matar no es problema para algunos. Pero seguro que gran parte de los que van a la cancha con el único objetivo de generar violencia están identificados por las cámaras de reconocimiento facial. Si esto no es así, me disculpan, el fracaso es total. ¿Será mucho pedir que el que tira una canilla a la cabeza de otro ser humano no pueda pisar nunca más una cancha de fútbol? De verdad, eso sí que no puede ser tan difícil. Y que matar y morir por los colores deje de ser algo para estar orgulloso. A todos esos, como decía Vázquez, hay que sacarlos del forro.