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“Creo en las ciudades densas como Manhattan porque nos permiten una calidad de vida mejor”
Amante confeso de crear ciudades para vivir en la altura en detrimento de la casa con patio, y de abrir las puertas del país a la inversión, pero a no apelar a la inmigración china para crecer, el arquitecto Carlos Ott sigue vinculado a Uruguay, mientras desarrolla megaproyectos en el planeta. En Manila hay pósters con su foto en las carreteras
Los visitantes entraron al luminoso living que tiene una envidiable vista sobre el Puerto de Punta del Este, donde lo único que se escuchaba era música clásica a buen volumen. Poco después apareció el entrevistado, vestido con impecable pantalón beige, camisa a rayas rosadas y blancas, y náuticos marrones, dejando una sutil estela de perfume a su paso. Se sirvió la primera de las tres tazas de café que tomó en las siguientes dos horas y se sentó.
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El arquitecto Carlos Ott está en Uruguay solo unos pocos días. Será una estadía corta, como le pasa siempre. Además, buena parte del tiempo lo ocupa en reuniones vinculadas a su actividad, así que otra vez tendrá que postergar encuentros con amigos. Ott llegó luego de pasar unos días en Singapur y Filipinas, donde desarrolla varios proyectos, y poco después partirá rumbo a Nueva York y Miami. En esta última ciudad confía en tener unos días libres para coincidir con sus hijas y nietos, pues ellos viven entre Estados Unidos y Canadá, y su intensa agenda no le permite verlos como quisiera.
Buena parte de la vida de Ott transcurre en aviones y aeropuertos. También pasa el tiempo en su casa en Montreal —que sus vecinos llaman "un mamarracho", porque no sigue el estilo de casas de la zona— o en los apartamentos que tiene en París, Nueva York, Miami, Buenos Aires, Shanghái, Montevideo y Punta del Este. Se lo nota ansioso por todas las actividades que tiene que desarrollar en el resto del día, pero al momento de la entrevista parece estar 100% disponible para la charla. Aunque es una referencia a nivel mundial, Ott no habla con soberbia ni dando consejos. Por el contrario, parece un docente que busca dar una explicación clara y bien pensada a cada pregunta, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
¿Qué proyectos de los que tiene en marcha actualmente considera diferentes a lo que ha hecho hasta ahora?
Uno de ellos es el showroom de la empresa de autos Lamborghini en Dubái —donde más autos de esta marca se venden en el mundo—, que es muy grande, por lo que requiere un edificio. También estamos haciendo un proyecto muy grande en Manila, Filipinas, que son cien torres de sesenta o setenta pisos, más una torre de oficinas y una torre de ópera y conciertos, con museo, plaza y centro comercial. En Manila, que tiene 25 millones de habitantes, han puesto pósters con mi foto en las carreteras y entonces, cuando voy a comer una pizza a cualquier restaurante, la gente me pide autógrafos (risas). También estamos haciendo un hotel espectacular en Dubái, al lado del Burj Khalifa, que es la torre más alta del mundo. Lo estamos diseñando contrarreloj porque queremos comenzar la construcción ya mismo. En Miami ha habido una recuperación muy grande después de la crisis de 2008 y vamos a hacer cinco o seis proyectos muy importantes de torres en el centro, sobre la playa y sobre el agua. En Brasil estamos en plena construcción de quizás las dos torres más importantes de oficinas en San Pablo.
Carlos Ott
Leo Barizzoni
¿En esas ciudades nota que haya alguna tendencia arquitectónica que se esté imponiendo?
Sí. La gente está siendo consciente del impacto ambiental. En todos los edificios que se están haciendo se estudia mucho el impacto negativo que puede tener esa construcción y se trata de disminuirlo. Estamos haciendo siempre edificios verdes, donde se aprovecha al máximo el agua de lluvia y la luz solar para la energía eléctrica. En el caso de Singapur, si los edificios no tienen una buena certificación LEED —que es un estándar internacional de proyectos verdes— no se venden. Cuanto más alto es el nivel de LEED, más valor tiene el edificio, porque se sabe que baja el costo operativo y de mantenimiento.
¿Qué proyectos tiene en Uruguay?
Estamos con Forum, que es un proyecto residencial en Puerto del Buceo. Estamos terminando el edificio Celebra en Zonamérica, que es un edificio de oficinas, y estamos gestionando el certificado LEED. Además, estamos en la construcción de un hotel en Bulevar Artigas, casi en la Rambla. En Punta del Este estamos haciendo Artower frente al Conrad, un proyecto pequeño frente a la playa Bikini en Manantiales. Estamos terminando dos edificios Sunrise en la parada 5 y otro en Roosevelt, cerca de Maldonado. También está el proyecto Oh!, del shopping de La Barra.
La construcción es una de las actividades que más creció en los últimos años en Uruguay. ¿Cómo observa el fenómeno?
Creo que es positivo. Hoy el costo de la construcción ha subido, el costo de la mano de obra también, y por lo tanto también el costo de venta. Se está notando que los precios de venta están subiendo y los precios de los terrenos también.
En 2012, sobre el crecimiento inmobiliario de Uruguay, Rafael Viñoly dijo en entrevista con Galería que había que cuidar que Uruguay no fuera "el lugar de juego de la clase media alta argentina". ¿Qué opina?
Discrepo. Creo que hay que recibir con los brazos abiertos a la gente que viene a invertir. En los años 80 llegaron los japoneses a invertir en Estados Unidos y los estadounidenses estaban desesperados. Decían que los estaban invadiendo, pero estaban poniendo dinero y dando trabajo. Esa plata se quedó en Estados Unidos. Lo mismo pasa aquí. Si alguien invierte, corre riesgos. Si hace dinero en algún lado, apuesta a un país, pone el dinero y pretende conseguir sus beneficios. Es un riesgo. A ese señor que toma ese riesgo con su capital, hay que recibirlo y ayudarlo. Estamos hablando de inversiones legales. En un país chico como el nuestro, que no crece poblacionalmente, necesitamos eso. Sería un disparate hacer lo contrario.
Buenos Aires es un caso. Era una ciudad perfecta y limpia, en la que salías a las cuatro de la mañana y no pasaba nada. Hoy es una ciudad violenta y hay una gran discordancia. Me parece que Montevideo a nuestra pequeña escala también lo es. Tenemos que tratar de ser críticos para mejorar todo eso.
Carlos Ott
Leo Barizzoni
Mencionó que habló con el presidente Mujica. ¿Tiene un diálogo frecuente con él?
—No. La única vez que nos vimos fue para presentarle el proyecto Forum porque nos parecía un proyecto importante. Lo invitamos al lanzamiento, no pudo ir y nos recibió de forma muy amable. Estuvimos hablando unas dos horas, y hablamos de todo.
¿Cómo lo ve a Mujica?
Lo veo de afuera. Es la primera vez que la prensa internacional habla del presidente uruguayo (risas). Creo que es un señor más que interesante, por algo está en la primerapágina de “The New York Times” y del “Times”. Me imagino todos los problemas que tiene un presidente. Él nos contaba que quiere hacer cosas, pero no es tan fácil. Tenemos una burocracia importante que es difícil de mover, se quejaba un poco. Pero bueno, el país está en un momento oportunísimo a nivel internacional y regional y tenemos que aprovechar esta volada.
Al término de la entrevista le avisan a Ott que el auto lo está esperando abajo para ir a un canal de televisión. Para optimizar el tiempo le pidió a unos inversores que le lleven unos planos hasta ese lugar, así puede mirarlos antes de partir hacia Montevideo.
Enseguida aclara que por más que el vehículo esté pronto, él no tiene apuro en hacer las fotos. Por eso sonríe, se para y posa en distintos ángulos. A los 66 años está en uno de los momentos de mayor actividad. Cuando Galería le preguntó si al igual que Oscar Niemeyer él era de los que pensaba en trabajar hasta el último día de su vida, Ott aprovechó para recordar una anécdota relacionada con el arquitecto brasileño que falleció en diciembre de 2012 a los 104 años. “Hace tres años, Niemeyer me mandó un libro de él autografiado deseándome feliz cumpleaños. Le pregunté ‘¿cuál es tu receta?’. Me dijo: ‘tomá caipirinha y andá a la playa’”.
“No creo que sea longevo como Niemeyer porque en cualquier momento me desenchufan, pero mientras esté enchufado voy a buscar alguna cosa”, agregó Ott. A la playa no va. Pero, por las dudas, cada tanto toma una caipirinha.