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Francesca Cavallo: “Los hombres tienen la mayoría del poder económico, pero eso no los hace más felices”

En su visita a Montevideo por la Feria del Libro, Francesca Cavallo, la autora del éxito mundial Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, habló con Galería de su nuevo libro, dedicado a los varones, que invita a repensar los modelos de masculinidad desde la infancia como forma de transformar la sociedad

Editora de Galería

Escribir un libro sobre varones y para varones no estaba en los planes de Francesca Cavallo. Si el pasado había sido masculino, el futuro tenía que ser femenino, pensaba.

En 2017 publicó Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, un libro que relata las historias de cien mujeres de distintas épocas y culturas que rompieron moldes y dejaron huella. El éxito fue tan inesperado, tan masivo —“¡pum! como un cohete”, dice ella— que no hizo más que reafirmar su intuición. El primer volumen de esta serie fue publicado en la plataforma de financiamiento colectivo Kickstarter­, rompió los récords del sitio y se convirtió en la publicación de literatura más financiada en la historia del crowdfunding.

Ese fue solo el comienzo del fenómeno Niñas­ rebeldes. De ahí en más, sus historias fueron recibidas con la voracidad de lo que es realmente urgente y necesario: la serie de cuentos terminó en tres volúmenes (que siguieron rompiendo récords), publicaciones en más de 110 países y traducciones a 49 idiomas.

Pero ellos, los varones, no tardaron en aparecer. Primero, en forma de una pregunta que fue, por unos cuantos años, una especie de molestia. “¿Y los varones?”, le reclamaban padres y madres en sus giras por el mundo para presentar su obra dedicada a las niñas. ¿Por qué le pedirían a ella que escribiera un libro para sus hijos? ¿Acaso no había material para ellos en abundancia?

Sin buscarlas, muchas de las respuestas llegaron con el nacimiento de su sobrino. Entonces entendió que aquellos padres y sus preguntas, lejos de marcarle una falta, no hacían más que señalarle una necesidad, un vacío dentro de la literatura infantil que nadie mejor que ella podría llenar. “Me llevó años entender que esos padres solo querían ser parte del movimiento por la igualdad de género. Querían que sus hijos crecieran con modelos distintos a los que ellos mismos habían tenido, pero miraban alrededor y no encontraban mucho”, cuenta a Galería la escritora italiana desde una pequeña sala de reuniones durante su primera visita a Montevideo, que coincide con su primer viaje a Sudamérica.

Cavallo investigó y la investigación le dio vuelta las certezas. Resulta que los hombres, siempre poderosos, no eran ni tan felices ni tan libres como creía. Que el futuro, para ser justo, no tenía que ser masculino o femenino y que la igualdad de género es, en realidad, un camino de liberación mutua. Y así, después de tres años de trabajo logró publicar su más reciente obra, Cuentos del espacio para hombres del mañana, un libro de 12 cuentos que presentó en Uruguay en el marco de la Feria del Libro. “Si me hubieras preguntado hace apenas cinco años si quería escribir un libro para varones, te habría dicho que no, absolutamente no”, confiesa Cavallo. Así arrancan los 40 minutos de entrevista.

¿Cómo fue el proceso creativo de Cuentos del espacio para hombres del mañana?

Lo primero que entendí fue que no iba a crear un libro sobre hombres famosos, porque, por supuesto, no hay escasez de historias de hombres excepcionales. El espacio que les ofrecemos a las niñas para explorar quiénes son se ha ampliado muchísimo. Pero el espacio que les ofrecemos a los varones es más o menos el mismo que el que tuvieron nuestros padres.

La fase inicial de investigación fue bastante similar a la de Niñas rebeldes; pasé bastante tiempo analizando personajes masculinos en los cuentos tradicionales. Lo diferente, en parte, es que cuando trabajé en Rebel Girls, confiaba en las niñas instintivamente. Sabía que no eran menos capaces de liderar, que no eran menos inteligentes que los varones. Y sabía que somos nosotros quienes creamos una cultura de subalternidad, y después la llamamos “naturaleza femenina”. Ahora, cuando se trató de escribir para varones, tuve que enfrentar mis propios prejuicios. Me di cuenta de que una parte de mí no confiaba en los varones, que una parte de mí creía que los varones eran naturalmente menos empáticos, naturalmente más agresivos. Entonces me encontré en un lugar extraño, porque cuando escribís para niños, todo lo que escribís tiene que venir de un lugar de confianza radical. Ningún niño merece ser mirado como un sospechoso. Educar en el consentimiento no significa mirar a tu hijo pensando que tal vez sea un violador en el futuro. Significa darle herramientas para que pueda navegar su propia vida emocional, de modo que pueda procesar el rechazo, la decepción, sin recurrir a conductas destructivas. Tiene que nacer del amor, no del miedo. De lo contrario, no estás invitando al corazón de tu hijo al amor y a la paz. Empecé a estudiar la formación de la identidad masculina desde un punto de vista antropológico, sociológico y psicológico, porque quería entender si, así como creamos una cultura de sumisión para las mujeres, es posible que hayamos creado una cultura de agresión y apatía para los hombres, y después la llamamos naturaleza. Rebel Girls me llevó cuatro meses escribirlo. Este libro, en cambio, me llevó tres años.

¿Dónde encontró inspiración? ¿En el contacto con niños, con padres?

Quería escribir personajes que tuvieran un diálogo más honesto consigo mismos, porque noté que en los cuentos tradicionales aparece el tema del conflicto con la familia de origen muy a menudo en los personajes femeninos, pero en los masculinos casi nunca hay este conflicto. Nunca se preguntan realmente: “¿Quiero el reino? ¿Quiero casarme para continuar el proyecto de mi padre?”. No se les da la posibilidad de preguntarse qué quieren realmente de su vida. Y en ese sentido, me di cuenta de que no eran ni cerca tan libres como creía. Entonces, me interesó que se detuvieran a pensar si realmente querían aquello que estaban persiguiendo. Lo raro y mágico que empezó a pasar cuando empecé a trabajar en esas reescrituras fue que no solo cambiaban los personajes cuando les daba la oportunidad de tener una introspección más precisa, sino que todo el mundo alrededor de ellos cambiaba. En ese momento me di cuenta de que esto no era una reescritura de cuentos viejos, sino que tenía que ser una colección nueva. Para llegar a estas historias, pasé por mucho ensayo y error. Creo que escribí cinco versiones distintas de este libro antes de llegar a la conclusión de que tenía que ser una colección de cuentos cortos.

Cuenta al final del libro que algunas editoriales al principio no creyeron en la historia. ¿Cómo superó ese rechazo inicial?

Fue difícil. Cuando salís de un éxito tan grande como Niñas rebeldes, es difícil seguir creando sin caer en la ilusión de que lo próximo que hagas tiene que ser más grande, y lo siguiente aún más grande. Porque esa es la fantasía comercial del éxito que construimos. Pero la realidad —y esto es cierto para el 99,99999% de autores, músicos, etcétera— es que, a veces, cuando te toca vivir un éxito tan grande, eso tiene que ser suficiente para el resto de tu vida.

El sistema editorial ganó mucho dinero con Niñas rebeldes, y lo que quieren es que sigas dándoles lo mismo. A veces eso puede perjudicar el proceso artístico, porque te hace tener más miedo de tomar riesgos. ¿Y qué es un artista si no toma riesgos? Parte de mi trabajo interno fue asegurarme de no sentirme rehén del éxito de Niñas rebeldes.

Estoy muy agradecida con Planeta porque me sentí vista como autora, como artista. Publicaron Niñas rebeldes, sí, pero también mi proyecto más ambicioso, que es Fuera de Serie, una colección de cuentos ilustrados sobre la vida de atletas paralímpicos. Obviamente, un tema como la discapacidad va a tener un público más chico. No es que no lo supieran, pero entienden cuál es el tipo de camino en el que estoy en términos de literatura infantil.

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Francesca Cavallo

Francesca Cavallo

La publicación de Niñas rebeldes se apoyó en décadas de trabajo feminista; en cambio, recién se está empezando a conversar sobre modelos alternativos a la masculinidad tradicional. Cuando piensa en el “éxito” de este libro, ¿cree que puede resonar de forma similar a Niñas rebeldes, o que tendrá otro tipo de impacto?

Supe desde el comienzo que iba a tardar un poco más que Niñas rebeldes en generar impacto. Creo que este es un libro que va a ser parte de mi legado como autora, y que el libro va a crecer con los años. Estoy muy orgullosa de este libro porque siento que, cuando salió Niñas rebeldes, había una comprensión muy extendida de los problemas que estábamos tratando de abordar, como la falta de representación y todo lo demás. Y este libro, en cambio, está haciendo dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, está reescribiendo el guion de la masculinidad en los cuentos infantiles y ofreciendo a otros autores un modelo para hacerlo. Pero, además, está abriendo una conversación entre adultos sobre la necesidad de ser más vulnerables y también, creo, está abriendo una conversación muy importante dentro del feminismo. Porque no sé cómo es la conversación en Uruguay, pero en Italia hay una gran sensación de conflicto, de que no hay lugar para los hombres en el feminismo, pero al mismo tiempo se les pide a los hombres que tomen posición cuando, por ejemplo, hay un femicidio. Pero no hay mucho diálogo. Entonces, de alguna manera, creo que un libro como este puede ayudar a replantear la conversación y construir un puente basado en la compasión mutua.

Al final, hombres y mujeres son parte del mismo problema.

Exactamente. Cuando escribí Niñas rebeldes, trabajé bajo la suposición de que si los hombres tenían la gran mayoría del poder económico, religioso, político, entonces debían ser más felices que las mujeres. Esa era mi hipótesis. Y después, cuando empecé a hacer la investigación para este libro, me di cuenta de que los hombres mueren entre cinco y siete años antes que las mujeres, que se suicidan tres veces más que las mujeres, que representan el 95% de la población carcelaria en el mundo y que son responsables de los delitos violentos. Si mirás los indicadores que miden el bienestar humano, sí, los hombres tienen la gran mayoría del poder, pero ese poder no los está haciendo más felices. Las medidas que elegimos como sinónimo de éxito en realidad están haciendo que la gente sea más violenta, más infeliz, y no están generando mucho bienestar­ en general.

¿Cuál es la esperanza para niños de padres conservadores, teniendo en cuenta que esa ola también crece, y que difícilmente puedan acceder a un libro como el suyo?

En Italia y en Chile este libro está entrando en las escuelas primarias. Hay una demanda muy grande de docentes para usar historias del lado de los niños como herramienta para desmontar los estereotipos de género. En Italia estamos trabajando con una de las fundaciones más importantes cuya misión es combatir la violencia de género; estamos haciendo una edición especial del libro, que tiene seis de las 12 historias, y por cada historia hay un cuaderno de actividades para que los docentes trabajen en el aula. Las escuelas pueden ser un aliado muy importante para difundir este mensaje, porque, claro, algunos padres van a comprar el libro, otros no. Eso es una lotería.

Las medidas que elegimos como sinónimo de éxito en realidad están haciendo que la gente sea más violenta, más infeliz, y no están generando mucho bienestar­ en general. Las medidas que elegimos como sinónimo de éxito en realidad están haciendo que la gente sea más violenta, más infeliz, y no están generando mucho bienestar­ en general.

¿Cómo están reaccionando los varones y los padres ante este libro?

Están entusiasmados, a los niños les encanta. Una madre en Italia me contó lo que pasó cuando leyeron la historia del pirata con su hijo de cuatro años, que es sobre el consentimiento, y llegaron a la parte en la que el pirata le quiere dar un beso a la pirata, que está inconsciente porque perdió mucha sangre con el incidente del cocodrilo. El libro dice que él espera a que ella despierte antes de preguntarle si la puede besar. Y el niño de cuatro años, apenas la madre leyó esa parte, le dijo enseguida: “Mamá, ¿eso significa que el príncipe de La bella durmiente se equivocó?”. Y ella quedó helada con lo rápido que hizo la conexión, con solo cuatro años. Nosotros, los adultos, olvidamos el impacto que tienen las historias que consumimos cuando somos chicos.

Vayamos al comienzo. ¿Qué la impulsó a escribir libros para niños?

Empecé mi carrera en el teatro. Fui directora y asistente de dirección cuando era muy joven. Cuando la obra en la que era asistente empezó a salir de gira, tuve mi primer trabajo con un niño, porque cuidaba al hijo del director al que estaba asistiendo. Disfruté mucho esa experiencia, me generaba mucha curiosidad ver cómo ese niño de tres años procesaba el mundo y cuánta información era capaz de procesar. Después enseñé actuación a niñas y niños en edad de escuela media, cuyos padres querían que fueran actores profesionales. Fue una experiencia muy rara porque esos padres venían y me decían: “cambiá a mi hijo”. Querían que fueran más extrovertidos. Y yo decía: “yo no estoy acá para cambiar a tu hijo”. Están haciendo teatro, son niños, tienen que divertirse y aprender a expresarse con más libertad, no a cumplir con sus expectativas.

Fue la primera vez que me di cuenta de que el trabajo de una educadora o de una narradora que crea historias que llegan a los niños tiene la oportunidad de alcanzar a toda la familia. Nunca hice política directamente, pero siempre fui una persona muy política. Y me di cuenta de que quizá la literatura infantil es la forma más política de literatura que existe, porque la manera en que los niños llegan a ver el mundo, lo que creen que el mundo espera de ellos y lo que ellos pueden esperar del mundo se convierte en nuestro futuro.

Hay un enorme potencial de cambio social en la literatura infantil. Y esa es una de las razones por las que, con los años, me apasioné tanto por esto.

Cuentos del espacio para hombres del mañana Francesca Cavallo
Editorial Planeta Infantil, 184 páginas, 690 pesos.

Editorial Planeta Infantil, 184 páginas, 690 pesos.

¿Qué consejo les daría a madres y padres que quieren criar varones fuera de los modelos tradicionales, pero al mismo tiempo están lidiando con una cultura que sigue fomentando estereotipos de género?

Les diría que no esperen de sí mismos ser perfectos, porque parte de lo que significa ser pioneros es que estamos intentando, tratando de encontrar un camino. Muchos padres me han contado, por ejemplo, que cuando sus hijos varones empiezan la escuela, si eligen una botella de agua rosa para llevar, dudan en comprarla porque tienen miedo de que sea objeto de burlas. Y yo siempre digo: bueno, si le decís que no compre una botella rosa, quizás pensás que lo estás protegiendo, pero en realidad lo estás usando como escudo para protegerte vos. Porque no estás seguro de que, si lo molestan en la escuela por llevar un objeto del color “equivocado”, vos vayas a tener el coraje de plantarte a su lado. Entonces, ¿qué tipo de padre o madre preferirías tener? ¿Uno que te diga: “hijo mío, salí al mundo y sé vos mismo, yo voy a estar a tu lado pase lo que pase?” ¿O habrías querido tener un padre que te diga: “hijo mío, salí al mundo, pero cuidado, porque si vas a la escuela con un objeto del color equivocado, yo no voy a estar a tu lado?”. Tenemos que ser ese padre valiente para nuestros hijos, incluso cuando tenga un costo. Cualquier cosa que valga la pena en la vida tiene un costo.

Hasta hoy vemos padres o abuelos que manifiestan su incomodidad si ven a sus hijos varones jugando con muñecas en lugar de dinosaurios o autitos.

Hay que entender que los hombres que hacen ese tipo de cosas están reaccionando desde su miedo y su vergüenza, porque cuando ellos eran niños los hicieron sentir tan avergonzados de esa parte de su personalidad que ese dolor sigue ahí. No se dan cuenta, pero se activa cuando ven a su hijo. Uno de los problemas de la masculinidad es que es un perímetro muy estrecho, rodeado de alambre de púas, y corriendo por ese alambre, a alto voltaje, está la vergüenza. Entonces te hago sentir vergüenza si elegís una botella rosa. Te hago sentir vergüenza si elegís el personaje equivocado para tu mochila. Te hago sentir vergüenza si movés las manos de una forma que no es la estándar. Y todos esos golpecitos —o golpes grandes— de vergüenza moldean esa incapacidad de procesar emociones que es tan típica de tantas manifestaciones de lo que llaman masculinidad tóxica. No hay nada tóxico en la masculinidad: lo tóxico son los mensajes que construimos alrededor de lo que significa convertirse en hombre.

¿De qué manera los cuentos que escribe se conectan con su historia personal?

Es curioso, porque yo era una niña queer, aunque no lo sabía. Crecí en un pueblo pequeño en el sur de Italia en los años 80. Hasta los 20 años ni siquiera sabía que las lesbianas existían. Salí del clóset más tarde, a los 23. Y cuando empecé a trabajar en este libro, me di cuenta de que cuando mis padres me leían cuentos, yo nunca me veía en las princesas. Siempre me vi reflejada en los personajes masculinos. Y había interiorizado esta idea de que, por ejemplo, si estaba en una relación, yo tenía que ser la proveedora, la que salva, la que sostiene. Pero no me había dado cuenta del impacto que esas historias tuvieron en mi mundo interno hasta que escribí este libro. Así que, en cierto modo, también lo escribí para mí.

También tiene una newsletter, Maschi del futuro. ¿Qué tipo de mensajes recibe de los hombres?

Maschi del futuro es un proyecto muy importante y central en todo esto. Porque es la comunidad más grande del mundo de personas que están reescribiendo el guion de la masculinidad. Son 25.000 personas que cada semana se reúnen alrededor de esta newsletter­. Maschi­ del futuro analiza elementos de la cultura pop y momentos de la vida. Por ejemplo, uno de los números más valorados fue sobre qué pasa cuando hay una muerte en la familia y no se espera que los hombres hagan el duelo. Hay una expectativa subyacente de que ellos sienten menos dolor que las mujeres. Y en familias en las que muere el padre, hay un montón de historias de adolescentes que de golpe se espera que se conviertan en “el hombre de la casa”. Lo más confuso es que es como si la sociedad lo viera casi como algo prestigioso, porque de golpe es mayor que sus pares. Pero está atravesando un dolor enorme. Y el trauma no surge del dolor. Surge de quedarse solo en el dolor, y esa soledad es una parte enorme de la experiencia masculina.

El escritor italiano Italo Calvino decía que si queremos superar el infierno, tenemos que identificar qué no es infierno en la sociedad y darle espacio. Lo que estoy haciendo con Maschi del futuro es justamente eso, yendo a esos lugares de la sociedad donde este modelo ya viene gestándose. Cuando escribís para construir cambio social, no podés comportarte como si todo empezara de cero. Primero tenés que identificar dónde ya se está gestando el cambio, y construir a partir de ese progreso.