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    Los “renunciantes”: la historia de los tupamaros disidentes que se unieron a los partidos blanco y colorado

    Un nuevo libro del politólogo Javier Suárez ahonda en las peripecias de un grupo de disidentes del MLN que dejó el movimiento porque creía que no había condiciones para la lucha armada, y terminó incorporándose a los partidos tradicionales

    La renuncia de un grupo de dirigentes del MLN-Tupamaros a mediados de la década de 1970, aunque fue vista como una traición, “evitó un baño de sangre” y representó para ellos un rápido pasaje del foquismo al liberalismo político, que los condujo, tras un breve período marxista-leninista, a los partidos tradicionales.

    Esta peculiar peripecia política fue recordada por el ensayista Hebert Gatto durante la presentación, a fines de abril, del libro Los otros tupamaros (editado por Davinci), un resumen de la tesis de maestría en Ciencia Política de Javier Suárez, quien trata un tema complejo que ya había sido abordado antes por otros investigadores, entre ellos Aldo Marchesi, Clara Aldrighi, Alfonso Lessa y Leonardo Haberkorn.

    Gatto, autor de El cielo por asalto, el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) y la izquierda uruguaya (1963-1972), editado hace más de veinte años, recordó la decisión de “adiós a las armas” durante la presentación del libro de Suárez a fines de abril en la Biblioteca Nacional, en la que participaron también el tutor de la tesis, Adolfo Garcé, y el historiador Jorge Chagas.

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    Publicación Nuevo Tiempo, número 1, abril de 1975

    Publicación Nuevo Tiempo, número 1, abril de 1975

    El grupo de disidentes tupamaros, que entonces creó el efímero núcleo Nuevo Tiempo, estuvo exiliado en Chile, Argentina, Francia y otros países de Europa y se los conoce con el nombre de “renunciantes”. Ganaron ese apelativo porque estando en la dirección clandestina la abandonaron durante una tensa reunión, ya que consideraron que, entre 1973 y 1975, no existían condiciones para la lucha armada como pensaba el resto, entre ellos el sector “proletario” y el de los llamados “peludos”, por el origen cañero de muchos.

    Además de poner su vida en riesgo, una lluvia de acusaciones cayó sobre estos dirigentes, Lucas Mansilla, Kimal Amir, Luis Alemañy y William Whitelaw —los últimos tres hoy fallecidos—, porque abandonaron el MLN-T en un momento crítico, luego de la derrota de 1972. A pesar de que contaban con gran número de combatientes, armas y dinero, dentro y en el exterior, con el respaldo de la organización argentina Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que integraba la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR) con chilenos y bolivianos.

    “La mayoría de la militancia, por las más diversas razones, desde procomunistas, trotskistas, maoístas y foquistas que creían que las acciones armadas debían ser ejecutadas más adelante y no en aquella coyuntura, terminaron siguiendo nuestro camino de desvincularse del MLN”, había explicado Alemañy a Haberkorn.

    Uno de los más críticos con los que el cientista político Suárez denomina “otros tupamaros” fue el exministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, quien sostuvo que “la claudicación histórica” de estos dirigentes provocó la derrota en lo que constituyó “un golpe en la nuca al MLN”. Fernández Huidobro, que entonces estaba preso, opinó que “traicionaron desde la dirección suprema, abandonaron en plena batalla armas y bagajes, se llevaron contactos que decidían vida y muerte para muchos y también, no podía ser de otra manera, los recursos financieros” porque “de golpe descubrieron que la revolución se hacía con Wilson y ahora son militantes de los partidos tradicionales”.

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    Tres “renunciantes”, noviembre 1975

    Tres “renunciantes”, noviembre 1975

    Los tupas de Wilson

    El libro de Suárez realiza un seguimiento del proceso que comenzó en enero de 1973, cuando tuvo lugar el llamado Simposio de Viña del Mar, una reunión de militantes refugiados en Chile en la columna La Guacha. La experiencia durante el gobierno de Salvador Allende, el posterior traslado a Argentina previo al golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet, el contacto con dirigentes políticos en el exilio y la salida a diferentes países de Europa explican en parte la rápida transformación de las ideas políticas de este grupo. Estos dirigentes fueron luego acusados de haber manejado de forma deshonesta el dinero de la organización, que no era poco, ya que se habían realizado —con participación de tupamaros— varios secuestros a ejecutivos de empresas multinacionales en Argentina.

    Salvo Whitelaw, que fue asesinado en mayo de 1976 en Buenos Aires junto a su compañera Rosario Barredo, el grupo se instaló en Francia (Universidad Católica de Lyon), Suecia y Suiza, desde donde estableció contacto con el líder blanco Wilson Ferreira, exiliado en Londres luego de los asesinatos en Buenos Aires de Héctor Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini y la desaparición de Manuel Liberoff.

    La influencia de Ferreira, así como antes las de Gutiérrez Ruiz y Michelini, fue determinante para el cambio de posición de los “renunciantes”. En poco tiempo pasaron de adherir las ideas de Ernesto Guevara, convencido de la vía de crear focos revolucionarios, a las ideas marxistas-leninistas, que argumentaban a favor de la creación de un partido para hacer la revolución con las masas, para finalmente adoptar una postura de liberalismo político que los acompañó durante el resto de su vida.

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    Fernando González Guyer y Wilson Ferreira Aldunate

    Fernando González Guyer y Wilson Ferreira Aldunate

    “Estaban los foquistas, los marxistas que todavía creían en la vía armada y los marxistas que apostaban a la política, los más críticos con el MLN. Yo estaba en ese grupo. Era consciente de que había habido una derrota, de que había que encarar un nuevo proyecto, más político, más marxista y menos nacionalista. (…) Volver con gente armada me parecía imposible, malo o innecesario. Todos considerábamos que el primer paso era sacar al país de la dictadura y yo no creía que la salida pudiera ser militar”, contó Alemañy al autor en 2023.

    Otros integrantes del MLN-T que se sumaron a los partidos tradicionales o quedaron como independientes fueron Fernando González Guyer, que estaba en Suiza, Juan José Cabezas, Carlos Pouso y Luis Nieto.

    Cabezas al regresar a Uruguay se dedicó a la docencia en la Facultad de Ingeniería. Pouso, autor del libro Rosario Barredo y William Whitelaw, estudió Relaciones Laborales en Lyon y a su regreso fue columnista del semanario wilsonista La Democracia, igual que González Guyer, que fue diplomático y políticamente apoyó a Jorge Larrañaga.

    Alemañy, militante de Por la Patria, fue asesor del ministro de Trabajo blanco Álvaro Carbone durante el gobierno de Luis Lacalle Herrera y antes integró el Centro de Estudios para la Democracia en el Uruguay (Celadu). En el MLN-T era conocido como Prudencio o Bazuca.

    Amir se sumó a la lista 99 y fue impulsor del debate que, encabezado por Hugo Batalla, contribuyó a que el sector abandonara el Frente Amplio, primero en el Nuevo Espacio y luego reincorporado al Partido Colorado. Nieto, por su parte, integró la 99 y el Nuevo Espacio, pero no se sumó al regreso al Partido Colorado.

    Antes de retirarse de la actividad política, Lucas Mansilla, que en el MLN-T usaba el seudónimo de Marcelo Blanco, trabajó en la secretaría del senador blanco Alberto Zumarán.