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    El Frente Amplio funciona como “maquinaria política eficiente” a pesar de creciente fraccionalización alimentada por cargos

    El consumidor se enfrenta a la góndola del supermercado y tiene ante sí una oferta muy variada. Otrora había menos opciones y la vida era más sencilla, pero ahora antes de comprar debe informarse bien, leer la letra chica, reflexionar y luego decidir cuál es el producto que mejor satisface sus necesidades naturales o estimuladas por el marketing. A veces acierta y otras se equivoca.

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    Algo parecido le ocurre este año 2019 al votante del Frente Amplio, un partido que tiene alrededor de 80 sectores en todo el país y decenas de formas de respaldar a cuatro precandidatos a la presidencia.

    En el Plenario Nacional, el órgano máximo entre congresos, están presentes “solo” 29 sectores, 13 de ellos con representantes en el Parlamento. Pero en la Corte Electoral, con aval del partido para usar el lema Frente Amplio (FA), antes de fines de mayo serán registrados muchos más, que compiten por un espacio y buscan legitimidad.

    Es que la estructura orgánica tiene un sistema bastante exigente para habilitar nuevos ingresos, pero en cambio en los estatutos no está prevista la salida compulsiva de un sector de los órganos de dirección aunque este carezca de representatividad.

    Un cuadro publicado en setiembre de 2016 por los investigadores Rafael Piñeiro, Verónica Pérez y Fernando Rosenblatt muestra que 15,3% del Plenario Nacional oficialista —13 votos a menudo decisivos— está compuesto por sectores menores sin representación parlamentaria y en algunos casos poca o nula incidencia en la sociedad.

    Este desfasaje, explicaron fuentes del FA consultadas por Búsqueda, lleva a una tensión y a veces a alianzas entre los sectores aún no admitidos, que tienen adherentes pero no incidencia directa, mientras otros, que son apenas sellos, cuentan con votos decisivos en el Plenario Nacional.

    El enfermo imaginario

    Acerca de la fraccionalización del FA, la fuerza política que rompió el bipartidismo y este año aspira a obtener en las urnas un cuarto gobierno nacional consecutivo, existen al menos tres tipos de miradas: politológicas, frenteamplistas y de sus adversarios políticos.

    Estos últimos prefieren describir al Frente como una colcha de retazos con una estructura burocratizada y dominada por los sectores “ultras”, que tienen más militancia y digitan lo que deciden las bases, a las que desde 1993 se adjudica en todos los organismos de dirección una representación del 50% igual que los sectores.

    En el Plenario Nacional, el órgano máximo entre congresos, están presentes “solo” 29 sectores, 13 de ellos con representantes en el Parlamento. Pero en la Corte Electoral, con aval del partido para usar el lema Frente Amplio, antes de fines de mayo serán registrados muchos más.

    Acerca de la creciente fraccionalización, quizás exacerbada por la presencia este año de cuatro precandidatos, el politólogo Jaime Yaffé opina que la variada oferta electoral es un síntoma de más democracia. “Si todos los partidos fueran así, la democracia sería mejor; son más canales de participación, más formas de incidir que los dirigentes no pueden manipular” dijo a Búsqueda.

    Hace más de 20 años los investigadores del Instituto de Ciencia Política de la Udelar Daniel Buquet, Daniel Chasquetti y Juan Andrés Moraes publicaron un trabajo que titularon, inspirados en el dramaturgo francés Molière, Fragmentación política y gobierno en Uruguay ¿Un enfermo imaginario?

    La tesis central, en contra de la mayoría de la academia de la época, es que el sistema electoral y la “partidocracia” uruguaya funcionaban bien y que hay que diferenciar la existencia de muchos aspirantes que participan en elecciones de quienes realmente logran representación parlamentaria y que son los que permiten que se aprueben las leyes.

    Piñeiro, investigador en la Universidad Católica, coincide en la actualidad con la mirada de sus colegas veteranos.

    “Si uno mira desde que surgió el FA, pudo haber un aumento en el número de organizaciones que tienen vida en la interna, pero el número de sectores o de fracciones que tienen representación parlamentaria es más o menos estable”, afirmó Piñeiro.

    Mientras blancos y colorados tendieron a una estructura bifraccional, el Frente, al estilo de las viejas cooperativas de votos de los partidos tradicionales, construyó un sistema de más sectores y alianzas para optimizar los votos y obtener más representantes.

    La representación —según este investigador— está en el entorno de cinco fracciones si se pondera el número de las que existen por el tamaño que tienen. “El número efectivo de fracciones del Senado suele estar en cinco, que va en la línea de la evolución de la fraccionalización en el Uruguay”, explicó.

    “Los que logran elegir representantes son un número que no varía tanto a lo largo del tiempo”, afirma, aunque admite que “la entrada de Ir, Casa Grande y el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) representó una variación que no existía antes.”

    Mientras blancos y colorados tendieron a una estructura bifraccional, el Frente, al estilo de las viejas cooperativas de votos de los partidos tradicionales, construyó un sistema de más sectores y alianzas para optimizar los votos y obtener más representantes, lo que llevó, aún antes de obtener el gobierno nacional en 2005, al aumento de las hojas de votación, una especie de “sueño de la lista propia”, una realidad que resulta irritante para los militantes que vienen de la vieja estructura de la izquierda.

    Granada de fragmentación

    “No hay 29 líneas políticas”, resumió la socialista Blanca Elgar, una de las vicepresidentas que asumió junto con el presidente Javier Miranda en setiembre de 2016, al hablar de la cantidad de sectores que integran el Plenario Nacional oficialista.

    Eduardo Vaz, un excomunista que en 2009 se convirtió en animador de las Redes Frenteamplistas y ahora integra el comando del precandidato Mario Bergara, recuerda que el expresidente del FA Liber Seregni estaba en contra de la sobreabundancia de sectores porque entorpecen la vida política.

    “Seregni advertía contra los lúcidos que creían que las cosas mejoraban creando otro sector nuevo; los problemas del FA no se arreglan creando el grupo N+1, el de los buenos, el que tiene todo claro lo que hay que hacer”, sostiene Vaz.

    Sin embargo, a juzgar por la cantidad de pequeños sectores que reivindican el nombre o fechas relacionadas con el general, no todos sus herederos políticos han prestado atención a esta enseñanza.

    En opinión de Vaz, “la base ideológica de ese fenómeno hay que buscarla en la derrota del socialismo. Eso es fundamental. Fue como una granada de fragmentación, explotan por mil, que era un fenómeno típico del trotskismo, que se generalizó. Pero a su vez es la derrota de la socialdemocracia y de la democracia cristiana, el quiebre de las ideologías fundantes del siglo XX trajo el desplome de la militancia, el retraimiento de la actividad política en la sociedad y un emerger de la política personalizada, en pequeños grupos de confianza, en torno a líderes muy reducidos”.

    Vaz admite que la candidatura de Bergara no escapa a ese fenómeno porque nuclea gente más en torno a una figura que a un programa.

    Eduardo Vaz, un excomunista que en 2009 se convirtió en animador de las Redes Frenteamplistas y ahora integra el comando del precandidato Mario Bergara, recuerda que el expresidente del FA Liber Seregni estaba en contra de la sobreabundancia de sectores porque entorpecen la vida política.

    “Los grupos pequeños se crean para negociar con los grandes. Y a los grandes les sirve, lo mismo que a los partidos tradicionales, el rastrillaje que hacen los pequeños caudillos. Antes los de izquierda eran partidos de ideas, ahora se mantiene por los cargos”, afirmó.

    Este profesor de matemática que vive de preparar a futuros ingenieros, advirtió contra el clientelismo instalado en la izquierda.

    “Cargos hay que darles, ¿si no, en base a qué se van a mantener? Los grupos se mantienen en general a partir de lo que cobran los dirigentes del Estado. Los cargos premian. Los colorados tenían otros mecanismos, pero yo creo que clientelismo político hay, menos grosero, más fino porque ha mejorado el Estado. No quiere decir que todos sean unos ineptos, pero se reparten los cargos”, sostuvo Vaz.

    Las Redes Frenteamplistas, una tercera pata fuera de la orgánica de los comités de base y de los sectores, aparecieron en 2009 como “expresión de descontento con el funcionamiento del Frente” y no fueron bienvenidas por el aparato partidario.

    Cuando convocaron a una concentración de banderas en la rambla del Parque Rodó, el FA sacó una declaración de rechazo y el único de los dirigentes destacados que asistió fue el entonces candidato a presidente José Mujica alertado por la gran masa que se había concentrado descontenta con la paralización que existía en plena campaña electoral.

    Luego de las elecciones, el entonces presidente del FA Jorge Brovetto convocó a las Redes a una reunión con la Mesa Política. El primer encuentro iba a realizarse el 28 de diciembre, día de los santos inocentes, pero sintomáticamente nunca se hizo, a pesar de las intenciones del exrector.

    Maquinaria política eficiente

    Piñeiro explica también el crecimiento de la cantidad de sectores por el declinar de los líderes.

    “Cuando las fracciones y los liderazgos están fuertes el panorama es de menos actores, pero cuando empiezan a perder fuerza y ya no son una etiqueta electoral tan potente, lo que suele haber es un desgajamiento de nuevos sectores, no es algo del FA, sino que les pasa a todos”, sostuvo.

    El politólogo puso como ejemplo la década de 1960, cuando se produjo una mayor fraccionalización por la muerte de los principales líderes de colorados y blancos, Luis Batlle y Luis Alberto de Herrera, y eso provocó una reorganización interna de las ofertas políticas.

    Piñeiro cree que en el caso del FA, la llegada al gobierno también ha influido para que “todos quieran un cargo”.

    Los politólogos consultados coincidieron en que en todo el mundo los más radicales, de izquierda y derecha, son los que más participan en política. También estuvieron de acuerdo en que en general se trata de personas mayores de 40 años de edad y que la militancia decrece en tiempos de “normalidad” y aumenta en las crisis.

    “Creo que la gente se queja porque no entiende cómo funciona el FA, que es una maquinaria política eficiente. Quizás la compara con el pasado idealizado, pero si uno lo compara con lo que son otros partidos de izquierda y en general en el mundo, el funcionamiento permanente del Frente en el territorio destaca por lejos respecto a los que existen en otras partes”, opinó Piñeiro.

    Una encuesta realizada en 2017 por Piñeiro, Pérez y Rosenblatt arrojó que en el Frente Amplio no hay falta de participación en la toma de decisiones. “En la encuesta y en las entrevistas con gente que está en la estructura de base el resultado es que lo que opinan tiene impacto, lógicamente más a nivel local que nacional y departamental”.

    “La encuesta —explicó el politólogo— aportó que los que participan tienen una sensación de eficacia, que lo que hacen tiene algún tipo de efecto. Esto está asociado a una organización muy particular del FA, planteada desde el congreso de comités de base impulsado por Seregni en 1972, en la que las estructuras de base participan de la dirección. Eso es lo que mantiene funcionando a todo el sistema. La estructura de base acuerda con los sectores y muchas veces promueve cosas que están en las antípodas de lo que proponen los sectores”.

    El ejemplo más notorio es lo que ocurrió en la política de derechos humanos, cuando el Frente promovió la anulación de la ley de caducidad en contra de los liderazgos, incluso del entonces presidente José Mujica.

    Una encuesta realizada en 2017 por Piñeiro, Pérez y Rosenblatt arrojó que en el Frente Amplio no hay falta de participación en la toma de decisiones.

    En el caso de la renuncia del vicepresidente Raúl Sendic, un asunto que tensó a la interna, las bases se mantuvieron en posturas más cercanas a los sectores, pero en el tratado de libre comercio (TLC) con Chile actuaron como moderadores y terminaron respaldando al gobierno.

    Según la investigación, aún inédita, el Frente Amplio ha actuado como contraparte de los gobiernos a todo nivel y aunque los adherentes “tienen naturalmente una mirada crítica y les gustaría mayor apertura e incidencia, inciden”.

    Otra particularidad es que las bases tienen una fuerte cultura de discutir adentro de los organismos y con una agenda propia. “Nunca fuerzan sino que pivotean entre los sectores radicales y moderados porque si no, habrían ganado siempre los radicales”, opinó el investigador.

    “La fraccionalización se produce —concluyó Piñeiro— cuando gana la sensación de que para estar en algún lugar precisás un apoyo sectorial y muchas veces es más fácil construir un sector pequeño que sumarse a un partido que ya existe donde capaz que el lugar por donde entrás no es el que vos querés”.

    Información Nacional
    2019-02-21T00:00:00