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Valentina Soldo y Martín Payovich se casaron en la iglesia Stella Maris

Los novios se casaron en una cálida tarde de verano, marcada por un toque especial por parte de sus amigos

El verano es sin duda uno de los momentos más esperados para las bodas, y este 8 de febrero no fue la excepción. Ese día, Valentina Soldo y Martín Payovich celebraron su unión en una ceremonia que quedará grabada en la memoria de quienes fueron parte.

El reloj marcaba las 17:30 y el padrino del novio, Eduardo Payovich, esperaba en la puerta de la iglesia Stella Maris con una mezcla de emoción y algo de nerviosismo, ya que era la hora de la invitación y las puertas aún no abrían. Las altas temperaturas no hacían más que aumentar la tensión, pero después de un breve e intenso momento de espera, las puertas se abrieron. Allí ingresó Eduardo y, detrás de él, su hijo y protagonista de la boda, Martín, quien ingresó acompañando a su madrina, Eleonora Rossi. Con el paso de los minutos, los demás invitados comenzaron a llenar el espacio, saludándose y encontrando su lugar.

Mientras tanto, las amigas de la novia esperaban con ansias la llegada de Valentina. El rugir del motor de un BMW 325i rojo convertible delató su inminente llegada. Al volante estaba su padre, Luis Eduardo Soldo, quien, con una sonrisa de orgullo, estacionó frente a la iglesia. Padre e hija bajaron del auto, listos para dar el paso más importante en el camino hacia el altar.

La vista desde el fondo de la iglesia mostraba rostros expectantes y abanicos que se movían sin cesar. Sin embargo, ese calor pasó a un segundo plano en cuanto la música comenzó a sonar y las puertas se abrieron. Maquillada por Lucía Peradejordi y peinada por Diego Alfonso, comenzó a caminar junto a su padre hacia el altar, mientras el vestido diseñado por Clara Laborde y el tocado de Belén Fischer brillaban con cada paso que daba. La novia llevaba el rosario que su madre, abuela y hermana también usaron en sus bodas.

El altar la esperaba con su madre, Silvana Fregossi, el padrino del novio, Eduardo Payovich, y, por supuesto, Martín, impecable en su traje de Pablo Muto. La ceremonia, dirigida por el cura Gonzalo Aemilius, estuvo marcada por las emotivas lecturas de amigos y familiares cercanos, mientras que los anillos los entregaron dos niños: el ahijado de Valentina, Benjamín Caorsi, y Juan Cruz de Pena, hijo de un buen amigo de Martín.

El momento culminante llegó cuando Aemilius los declaró oficialmente unidos en matrimonio, seguido de su primer beso como esposos frente a sus seres queridos. Esta nueva etapa se inauguró­ con una sorpresa más: algunos amigos de Martín que parecían tramar algo al fondo de la iglesia ocultaban en realidad una tradición especial. Cada uno de ellos sostenía un palo de golf, en representación de la pasión del novio por este deporte, que luego fueron alzados para formar un techo improvisado por el que los recién casados pasaron, como si se tratara de un túnel simbólico.

La celebración continuó en La Hacienda, un lugar que, gracias al talento de la directora, planner y decoradora del establecimiento, Alejandra Gonella­, se transformó en un escenario de elegancia y simplicidad. La decoración, inspirada en las bodas francesas del Mediterráneo, hizo que los aromas de verano, laureles, salvia y lavanda invadieran el ambiente. Las mesas de pinotea, las sillas de bambú y las luces colgantes al estilo italiano crearon un ambiente relajado y sofisticado. La barra fue el centro de la fiesta, al unir el salón con el patio y la pista de baile. Allí, los invitados disfrutaron de un banquete preparado por el catering de Nora Rey para luego bailar el resto de la velada, haciendo honor a aquella noche por 2013 en la que Valentina y Martín se conocieron en un boliche. Para culminar esta etapa de la vida de la pareja, los novios viajarán en su luna de miel a Indonesia y Tailandia, destinos soñados desde hace años, en los que vivirán nuevas aventuras y seguirán celebrando su amor.