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Carolina Aguirre: "Hay mandatos feministas que están buenísimos, pero terminaron siendo nuevos mandatos"

La autora de la exitosa serie de Netflix Envidiosa cuenta los procesos de escritura para producir audiovisual para streaming

La serie televisiva de Netflix Envidiosa viene siendo un éxito no solo en Latinoamérica —especialmente en el Río de la Plata—, sino también entre el público internacional. Su historia es entretenida, graciosa e interpela de una forma bastante particular a la mujer en relación con su ya ancestral deseo de casarse y formar una familia.

Su protagonista, Vicky (interpretada por Griselda Siciliani), es una mujer que está obsesionada por ponerse el vestido blanco, organizar la fiesta de bodas, tener un marido, hijos, vivir en un country y tener un perro. Así, los 12 capítulos transcurren entre idas y vueltas, fracasos y gracias de una mujer ya cuarentona, por momentos muy ridícula, que busca a toda costa realizar su sueño de pasar por el altar.

¿Quién está detrás de esta historia? La escritora y guionista argentina Carolina Aguirre, quien ya viene cosechando éxitos en otras producciones (con Adrián Suar) como Guapas, Farsantes, Ciega a citas, pero también en libros, columnas en La Nación y un blog, Bestiaria, con el que obtuvo varios premios y que constituyó el puntapié inicial de su relación con la escritura.

Aguirre estuvo unos días en Montevideo para participar como jurado en Ventana Sur, uno de los principales eventos destinados a impulsar el mercado audiovisual de América Latina. Galería aprovechó la ocasión y se sentó a tomar un café con esta mujer muy agradable en su conversación y generosa a la hora de hablar de su oficio.

¿Cómo fue el proceso desde que escribiste el guion de Envidiosa hasta que apareció en la pantalla?

Fue muy rápido, casi al ritmo de tira de aire. Porque originalmente Netflix estaba más tranquilo, pero después vieron los primeros capítulos escritos y ya sintieron que les iba a ir bien y lo quisieron para ese mismo año. Estábamos produciendo seis meses después de que yo empezaba a escribir. Y contrataron dos temporadas, o sea que fue un proceso atípico.

¿Escribiste el guion sola?

Tengo un equipo que está conformado por mi hermano, que escribe conmigo, y una dialoguista que es dramaturga, Sofía González Gil. Ellos me ayudan con los diálogos y con las ideas. Algunas cosas las hago completamente sola, sobre todo los primeros capítulos, hasta que encuentro el tono, hacia dónde voy, cuáles son los recursos. Ellos se suman cuando está la partitura, son un equipazo.

¿Dónde dirías que está tu fortaleza? ¿En la trama, en los diálogos?

El diálogo para mí es mi mejor herramienta, es donde yo me siento más fuerte. Quizás yo no soy una autora tan de trama, por ejemplo, soy más de los personajes y de los diálogos.

¿Cómo es tu sistema de escritura?

Me levanto todos los días con la voluntad de escribir. Con la voluntad, no con las ganas. Después mi cuerpo me acompaña o no. O sea, está cansado o no está cansado. Mi salud me acompaña o no, la creatividad o la disponibilidad me acompañan o no. Pero todos los días yo me levanto para escribir.

¿En algún lugar en particular?

Tengo mi oficina en mi casa y me cuesta mucho no escribir ahí. Casi no puedo. Mi oficina es muy chiquita, no tiene vista, la gente no puede entender por qué solo escribo ahí, es como una caja de zapatos.

En las redes decían que para el personaje de Envidiosa te habías inspirado en una amiga, ¿es cierto?

La escritura es un proceso supercomplejo donde intervienen Netflix, los directores, los productores y todo se va armando como un ensamblado. Obviamente, hay un montón de anécdotas de amigas mías, de excuñadas, hermanas de mis cuñadas, exnovias de mi hermano… Pero lo que sucede es que captás algo del ambiente. Hay algo que está pasando y es que está mal visto decir “quiero casarme, tener hijos, formar una familia” y no sé qué. ¿Por qué? Porque el feminismo nos obliga de alguna manera a ser buenas feministas, a cumplir con los mandatos para los que nosotras quizás no estamos listas. Te dicen: “Tenés que amar tu cuerpo como es, tenés que estar feliz sin pareja y no querer nada de un hombre”. O sea, hay unos mandatos feministas que están buenísimos, pero terminaron siendo unos nuevos mandatos que vos tenés que cumplir y, si no, sos una mala feminista, y atrasás mil… Y a mí me parece que nosotras deseamos que sea así, pero esta postura nos dejó muy solas desde la ficción. ¿Por qué? Porque nadie es así en su intimidad. Nadie. Todas nos ponemos a llorar si de repente un tipo con el que estamos saliendo nos deja en gris y no nos contesta más. Y querríamos decir “¡ay, que me importa! ¡Ay, se lo pierde! ¡No me interesa! ¿Yo por un hombre me voy a amargar con todo lo que tengo y no sé qué?”. Querríamos que eso nos pasara, pero no es la verdad. Entonces a mí me da esa sensación de querer contar… una verdad, una nueva forma de entender el mundo y de conectar con el deseo.

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¿Cómo empezó tu relación con Netflix? Yo trabajo siempre con el mismo equipo desde 2013. Con la productora ex-Polka hicimos muchos programas juntos, desde cuando escribí mi primer programa de televisión con Adrián Suar y con Diego Andrasnik, que es mi productor. Y esta era una idea que teníamos, que habíamos hablado con Adrián hace unos años, pero que no era para aire, y en ese momento todavía no estaban las plataformas. Adrián tenía muchas ganas de hacer una envidiosa, yo tenía muchas ganas de hacer a una chica obsesionada con casarse, que le causara mucha envidia. Teníamos una conocida también que se le hinchaba la cara cada vez que a una amiga le pasaba algo bueno y ella estaba segura de que era alergia. Bueno, fuimos viendo cosas…

Escribiste varios libros, tuviste un blog muy premiado, una columna semanal en La Nación, además de tus producciones cinematográficas. ¿Con qué te sentís más cómoda?

Me encanta tener una columna semanal en un diario, es algo que me gusta mucho, que disfruto, pero no hay relación entre lo que cobrás y el tiempo de trabajo que te lleva. Primero que ya no soy tan joven como antes, yo antes podía escribir una tira, estrenar cinco capítulos por semana y escribir una columna. No entiendo cómo hacía. Ahora por lo mismo colapso. Yo ahora escribo 24 capítulos en un año, antes escribía 200, y la columna, y además, capaz, estaba creando una novela también. Ahora me muero, no soy la misma. Hay una edad en la que no tenés más la misma energía y lo tenés que aceptar. Como que me cansé, me di cuenta de que mi cuerpo no es el mismo, que ahora necesito dormir un montón de horas. Ahora, si no dormí 10 horas no sirvo, pero no de viva, no sirvo, realmente.

Y no me gusta escribir libros, no lo voy a volver a hacer. Lo que me pasa es que estás muy sola durante mucho tiempo, y cuando te acostumbrás a la televisión, que es un trabajo más colaborativo, que enseguida lo lee la plataforma, lo lee el productor, lo lee el productor ejecutivo, te dice tal cosa… En el último libro que escribí estuve tres años en la oscuridad y vos te preguntás “¿esto que estoy escribiendo le va a interesar a alguien?”. ¡Capaz que es una basura! Entonces a mí eso no me copa tanto. Las columnas semanales sí me encantan, lo que pasa es que se pagan muy mal.

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Hablando de plata, financieramente, ¿está bueno ser guionista de una serie como Envidiosa?

Como que acá en Latinoamérica hay mucho pudor de hablar del dinero. Sí, ser guionista de tele en general, tele abierta, es una profesión en la que ganás mucha plata. Y quizás depende del país, pero puede ser entre 10.000 y 20.000 dólares el capítulo. Y después tenés los derechos de emisión, de reproducción, que se van sumando. Capaz por una columna hoy en Argentina te pueden pagar 10 dólares. Es imposible.

¿Cómo describirías lo que es escribir para televisión?

No es para cualquiera. Es difícil encontrar a alguien que le calce ese guante porque no es lo mismo que escribir un libro o una columna donde vos escribís y ya está. Esta escritura es el eslabón inicial de una cadena mucho más grande. O sea, lo que escribís se tiene que poder producir y filmar, tiene que poder entrar dentro de una caja de producción, tiene que poder darles posibilidades actorales a todos los actores que tenés para que se luzcan, para que trabajen, para que estén contentos. Si vos no mantenés todas esas variables, no hay posibilidad. Para ser un buen autor tenés que tener en la cabeza en dónde se pone el esfuerzo. Porque es un esfuerzo de todos. Es decir, un esfuerzo económico, un esfuerzo de producción, un esfuerzo de los actores. Entonces ya le digo al productor: “Voy a tener tres casamientos, y necesito tantos exteriores de noche, porque esto sí o sí tiene que ser de noche”. Todo lo tengo en cuenta, y no puedo no tenerlo porque, si no, no soy buena autora. El buen autor es el que escribe cosas que se pueden producir. Hay gente que engancha enseguida con ese pensamiento y hay gente que no lo termina de entender, y ahí es donde se define lo autoral.

¿Cuál fue la serie que más disfrutaste hacer?

Guapas fue muy disfrutable de escribir. Cuando es una tira de televisión, escribo con mi socio, Leo Calderone. Y obviamente, al estar con otra persona con la que te llevás muy bien escribiendo y te reís mucho y es un autor que respetás, entonces te podés descansar en el otro. No se le ocurre nada un día, estoy yo. Me enfermo, él agarra mi guion, lo termina. No doy más, quiero 10 días de vacaciones, yo escribo todo el programa y vos andá. Y después, Envidiosa me encanta porque es mi mundo, escribo yo sola y es mi cabeza, y es todo lo que a mí me interesa contar, lo que me causa gracia a mí. Ahí no tenés que responder ante nadie, ni consensuar con nadie. Obviamente sí, Adrián (Suar) participa, aporta mucho, pero siempre aporta al proyecto, no es que tengo que consensuar con él con otra idea, sino como que acompaña.

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Para adelante, ¿tenés alguna idea de escritura?

Me gustaría escribir un libro de crónicas. Yo viajo mucho a Japón, es mi descanso, paso mucho tiempo ahí, lo máximo que estuve fueron seis meses y me encanta ir sola. Voy siempre a distintos lugares, conozco todo Japón, y voy haciendo cosas según la estación y lo que quiero ver, un florecimiento específico, o, por ejemplo, ver el otoño, que es muy particular allí.