La acción comienza en una pensión en los alrededores del óvalo Bolognesi, una renombrada rotonda de Lima que, además de facilitar la circulación de vehículos, homenajea a un coronel que luchó por la patria en la batalla de Arica contra los chilenos.
En este thriller político de título bíblico, el escritor peruano devela negocios sucios que involucran a curas, militares, empresarios, políticos, magistrados y policías corruptos del Perú actual
La acción comienza en una pensión en los alrededores del óvalo Bolognesi, una renombrada rotonda de Lima que, además de facilitar la circulación de vehículos, homenajea a un coronel que luchó por la patria en la batalla de Arica contra los chilenos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl entorno de esa plaza limeña y también los barrios Miraflores y San Isidro, los más acomodados de la capital del Perú, son los escenarios donde Rodrigo Murillo construye un thriller político previsible pero a su vez interesante y complejo en el que casi nadie se salva, como se advierte en el título bíblico No juzgarás editado este año por Alfaguara.
Un grupo de muchachos inexpertos obtiene un dato e intenta robar dinero que está escondido en una iglesia. A pesar del fracaso de la operación, luego de las consabidas corridas nocturnas comienzan a develarse negocios sucios que involucran un abanico amplio de la sociedad actual: curas, militares, empresarios, políticos, magistrados y policías corruptos.
Lo que al comienzo parece un delito de poca monta deriva en algo mucho más delicado cuando un policía y un fiscal comienzan a hacer su trabajo y 9 millones de dólares mensuales no llegan a destino. Los legisladores se niegan a aceptar el dinero sucio por temor y eso es un gran problema. ¿Dónde meter tanta plata de todas esas coimas?
La situación es muy grave: hay un presidente que se suicida cuando lo van a detener y parlamentarios que de golpe se niegan a aceptar los sobornos de siempre, para dar luz verde a proyectos venidos de Brasil, donde se ha producido la filtración.
Junto con la danza de plata —cuyo flujo detenido causa tantas molestias— aparecen las diferencias de clase, raza y género, especialmente clásicas en la sociedad peruana. También hay una mujer maracucha metida en la historia, una presencia de la cual el Nicoya, uno de los muchachos del barrio, se alegra porque “las peruanas son una patada en los huevos de feas”.
Murillo se luce de dos formas: describiendo personas y lugares y construyendo diálogos, pero además presenta los hechos en un orden que hará pensar al lector y lo obligará a estar bien atento. Sin embargo, la trama es complicada y por momentos uno se pierde, porque el autor hace aparecer a los personajes al estilo de su compatriota Vargas Llosa en Conversaciones en la catedral: los zambulle sin anestesia y arréglense como puedan.
Además de la sombra de la corrupción hay otro factor que se ve algo lejano pero aun así bastante omnipresente: los “terrucos” de Sendero Luminoso, que marcaron a toda una generación de peruanos, en especial a policías y militares. Porque, aunque la novela no ingresa casi en esa guerra, los efectos están ahí, en la vida de los que la hicieron, sobrevivieron, sufrieron, ganaron dinero y establecieron vínculos fuertes, esos que surgen al jugarse uno la vida, aunque tampoco están ajenos al crimen.
Si el problema mayor de esta novela es, por momentos, la falta de claridad en el rumbo y la dificultad para entender a qué juegan cada uno de los personajes en la historia, una gran virtud es la descripción de las características físicas y psicológicas, así como de los ambientes. Murillo construye largos y eficientes diálogos y muestra escenarios, gotas de sudor y hasta se las ingenia para que llueva en Lima, algo asaz infrecuente. Lo hace de forma casi siempre original y a menudo con sentido del humor.
El lector rioplatense medio tendrá que recurrir al diccionario o a la imaginación para comprender verbos como chancar, chisguetearse (salpicar) o tincar, palabras como lúcumas, chamas (muchacha), carachas, bejucos, paiches, calamina y kankacho de Ayaviri, un muy valorado asado de cordero, entre otras.
Murillo nació en Arequipa en 1986. Estudió Derecho y trabajó en un banco y dos estudios jurídicos. Luego decidió dedicarse a la historia y más tarde al periodismo y la ciencia política en Europa. También ha cursado estudios de narrativa literaria en la Pontificia Universidad Católica del Perú y dos maestrías, una en Historia y otra en Política Internacional, en el London School of Economics and Political Science.Actualmente, reside en París, donde trabaja como analista de riesgos, una actividad que también ejerció en Bogotá, Madrid y la propia Lima.
No juzgarás sigue a Los héroes sentimentales, la ópera prima de Murillo, que en 2018 ganó la primera edición del premio José Ángel Mañas en España. Está ambientada en la década de 1990 y esta sí se concentra en el impacto del enfrentamiento entre la guerrilla maoista de Sendero Luminoso con las fuerzas del Estado en la sociedad peruana a través de una emboscada en las montañas donde un cura es un personaje central.