Estar juntos era una alternativa mucho mejor que ir a ver el repetido show de fin de año en el Hogan High School de Vallejo, en California. David Arthur Faraday, de 17 años, condujo su Rambler de 1960 hacia las orillas del lago Herman, más hacia el lado de Benicia. Con él estaba Betty Lou Jensen, de 16 años. Era su primera cita y las hormonas, como suele ocurrir a esa edad, las tenían bien alborotadas. De inmediato fueron al asiento de atrás. Estaba tranquila la noche ese 20 de diciembre de 1968. Tan concentrados en lo suyo estaban que no se dieron cuenta del auto blanco que estacionó al lado suyo.
En una escena de Scream, película que revigorizó el tipo de terror slasher, se decía que quienes tenían sexo en estos filmes eran, inevitablemente, pasados a degüello. Pero faltaban 28 años para que se estrenara Scream y esto no tenía nada que ver con Hollywood. Fuera de esos detalles, ocurrió tal cual: del coche recién llegado se bajó un tipo y los acribilló. David tenía un balazo en la cabeza; Betty, cinco tiros en la espalda. Por cómo fueron encontrados los cuerpos, los disparos fueron a corta distancia y ambos intentaron escapar, la chica llegó a correr unos metros y el varón —que agonizaba cuando fueron encontrados los cuerpos y murió en un hospital— no llegó a poner un pie en el suelo. El auto mostraba restos de impactos.
Comenzaba así el periplo de uno de los asesinos más temidos y mediáticos de la historia. Ese asesinato, claro está, no fue resuelto entonces y nunca. Al menos, quizá, hasta ahora. En una carta enviada al Chronicle el 29 de enero de 1974, él se jactaba de haber matado a 37 personas. Su correspondencia con la prensa —donde alardeaba, amenazaba y obligaba a poner sus palabras en primera plana para no cometer más masacres— no hizo sino acrecentar su fama. Sin embargo, para las autoridades solo están confirmadas siete víctimas y cinco muertos.
Los asesinatos confirmados fueron, además de Faraday y Jensen, el de Darlene Elizabeth Ferrin (22), Cecilia Ann Sheppard (22) y Paul Stine (29). Todos ellos fueron muertos en 1969. Stine, un taxista al que acribilló en su propio vehículo, en el barrio Presidio Heights de San Francisco, es la única víctima solitaria confirmada. Las otras dos chicas estaban con sus parejas, quienes también fueron atacadas a tiros o a puñaladas por el Zodíaco, pero lograron sobrevivir a sus heridas y describieron su rostro, su vestimenta y el signo que lo haría famoso: un círculo y una cruz. El asalto a parejas jóvenes, a veces en las cercanías de fechas de gran simbolismo, como la Navidad o la Independencia de Estados Unidos, el 4 de julio, era una especie de patrón.
Se lo conoció como Zodíaco porque así él mismo se llamaba. Así estaba firmado un criptograma de 400 caracteres que envió el 1o de agosto de 1969 a tres medios de su zona de actuación: el Vallejo Times Herald, el San Francisco Examiner y el ya nombrado Chronicle: “Me gusta matar gente porque es mucho más divertido que matar animales salvajes en el bosque, porque el hombre es el criminal más peligroso de todos. Matar algo es la experiencia más excitante. Es todavía mejor que acostarse con una chica. Y la mejor parte es que cuando me muera voy a renacer en el paraíso y todos los que he matado serán mis súbditos. No daré mi nombre porque ustedes tratarán de retrasar o detener mi recolección de súbditos para mi vida en el más allá”, decía traducido. La firma era un círculo con una cruz encima. Le encantaba el apelativo y el modus operandi, ya que seis días después mandó otra misiva al editor del Examiner: “This is the Zodiac speaking…”.
Con los sucesos reales muy recientes, Hollywood ya aprovechó y en 1971 presentó The Zodiac Killer, filme dirigido por Tom Hanson. Foto: Collection Christophel, AFP
Para entonces, ya se había generado esa sensación mezcla de paranoia y fascinación que suele rodear a los asesinos seriales. Ya había muerto Darlene Ferrin. Ella estaba en el auto de Michael Mangeau (19), en el estacionamiento del campo de golf de Vallejo, en la madrugada del 4 de julio de 1969. Todo muy similar a la situación descrita antes. El Zodíaco estacionó su auto detrás de ellos, se bajó, los alumbró directamente con una linterna detrás de ellos y los acribilló con una nueve milímetros. Él mismo avisó a la policía desde un teléfono público. La joven murió en un hospital mientras recibía asistencia pero el chico sobrevivió a las balas.
Ahí las autoridades comenzaron a tener información sobre el asesino: un tipo treintón, de complexión atlética, lentes, blanco caucásico, de pelo castaño, con una cicatriz en la frente. Ya se sabía que tenía conocimientos en criptogramas. Más tarde, el caricaturista del Chronicle, Robert Graysmith, se daría cuenta del real significado de su apodo: no tenía nada que ver con la astrología, el círculo cruzado era el símbolo de los relojes Zodiac.
Ese dato, aparentemente básico, se les había escapado a los policías. Esto también fue una constante del caso: la abrumadora incapacidad de las autoridades de hallar al responsable, por más pistas, datos cruzados, cartas a los medios y sobrevivientes (como Bryan Hartnell, un chico de 20 años, que tuvo más suerte que su novia, Cecilia Sheppard) que hubiese. La proliferación de crímenes atribuidos al Zodíaco, sobre todo por la prensa, y que iban desde 1963 a 1970, siempre en California, tampoco ayudaba.
El Zodíaco, como Jack el Destripador, tuvo gran impacto en la cultura popular. La película Harry el Sucio (1971), con Clint Eastwood, se basó en estos acontecimientos. Mucho después se estrenó la elogiada Zodiac (2007), con Robert Downey Jr., Mark Ruffalo y Jake Gyllenhaal, sobre la investigación policial y periodística. Cientos de series televisivas le hicieron referencia; entre ellas: Criminal Minds, Better Call Saul, MacGyver o American Horror Story. Lo mismo ha ocurrido con libros y videojuegos.
Decenas de personas fueron indagadas como sospechosas, en un largo listado compuesto más que nada por especulaciones y autoincriminaciones de inexistente solidez. Pero a quien la Policía le apuntó más sus dardos fue a un maestro de escuela de Vallejo llamado Arthur Leigh Allen que en 1969, el año de mayor actividad del Zodíaco, tenía 35 años. Era un tipo raro que vivía en una casa rodante, era fanático de las armas, usaba un reloj Zodiac y había nacido el 18 de diciembre, la fecha de cumpleaños del anónimo que había llamado a Avery. Había revistado en la Marina y sabía cifrar mensajes. Todo encajaba. Sin embargo, lo que las pruebas circunstanciales determinaban lo derrumbaban las pruebas físicas: ni la pericia caligráfica a las cartas ni las huellas dactilares encontradas en las escenas de los crímenes afirmaban que este hombre había estado ahí. Allen murió en 1992 sin haber recibido cargos en su contra.
Película The Zodiac Killer.
¿Caso cerrado? Para 2004 el caso estaba considerado “inactivo” pero se reabrió en 2007. Semejante historia era caldo de cultivo para investigaciones particulares, que en la mayoría de los casos solo conducen a conclusiones disparatadas. Sin embargo, la organización Case Breakers, un grupo independiente integrado por unos 40 especialistas de distintos ámbitos (entre ellos policías y forenses) y dirigido por el periodista de investigación Thomas Colbert, reforzó en los últimos días, apelando a “fuentes oficiales” innominadas, su propia versión que había sido dada a conocer por primera vez en 2021: el Asesino del Zodíaco es un hombre fallecido en 2018 llamado Gary Francis Poste.
“El delincuente ha sido catalogado en secreto como el ‘sospechoso’ del Zodíaco en las computadoras de la sede desde 2016, con su ‘ADN parcial’ asegurado en el laboratorio federal de Quantico, Virginia”, dijo Case Breakers el 18 de mayo en un comunicado de prensa. Ese laboratorio federal es del FBI. Nadie de este organismo salió a desmentir (ni a respaldar) la comunicación. La organización ha dicho que tiene “desde adentro” información, que incluye un ADN parcial de Poste, que aseguran que el caso, 54 años después, estaría cerrado.
Poste fue un veterano de la Fuerza Aérea (o sea, otro militar con manejo de armas, acceso a ellas y conocimiento de criptografía) nacido en 1937 que luego se dedicó a su oficio como pintor de casas. Tenía cicatrices en la frente, producto de un accidente automovilístico que sufrió en 1959 y en el que murió un compañero de armas. Ese accidente hacía que se tratara en el hospital de una base militar en la Bahía de San Francisco, muy cerca de donde ocurrieron todos los crímenes (los confirmados y los sospechosos). Tenía cabello castaño, usaba lentes, la complexión física coincidía con la de los testigos y los talones de las botas militares que —según los testimonios recabados— solía vestir coincidían con las huellas encontradas en las escenas de los asesinatos. Esto, más restos del pelo encontrado en las manos de una de las víctimas, sumado a las muestras de ADN supuestamente en poder del FBI, marcan la diferencia más notoria respecto a la sospecha histórica sobre Allen: aquí sí habría indicios que situarían a Poste en el momento y el lugar de las muertes. Case Breakers habla de fotos que lo ubican en los lugares donde ocurrieron las muertes, tener armas similares a las usadas en los crímenes y las marcas en la frente.
El thriller Zodiac, con Robert Downey Jr como el periodista Paul Avery y jake Gyllenhaal como el caricaturista Robert Graysmith, reflotó en 2007 el interés por este enigma policial.
Poste era un hombre con conducta retraída y violenta, además de tener un gran conocimiento del uso de armas. Como sea, este hombre falleció en 2018. Es obvio que no recaerá sobre él todo el peso de la ley, como suele decirse. Pero al menos parece que la verdad emerge —o emergería— a la luz, más de medio siglo después. Es más de lo que puede decirse de Jack.
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Jack, el precursor
Por lo menos cinco prostitutas inglesas fueron asesinadas de manera espantosa —degolladas, mutiladas, desfiguradas y evisceradas— entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888 en el barrio londinense de Whitechapel. La leyenda le adosó otros seis homicidios de mujeres ocurridos en la zona, que por entonces era lo peor de lo peor de la capital británica, aunque la Policía desestimó este vínculo.
Fue conocido como Jack el Destripador gracias a una carta así firmada, titulada Dear Boss (Querido jefe) y enviada a la Central News Agency, en la que se atribuía las muertes. El Asesino del Zodíaco, se ve, no era demasiado original. Esa carta tuvo el impacto de bautizarlo, porque hasta entonces la prensa se refería a él como “Mandil de Cuero”, por un delantal como el que usaban los zapateros manchado de sangre que se encontró cerca de una de las víctimas.
Su fama perduró en el tiempo y en prácticamente toda forma de expresión artística popular. Más allá de la Policía, se formó un comité ciudadano de investigación que, a efectos prácticos, lo único que hizo fue perpetuar el miedo. El número de sospechosos sobrepasó el centenar, siendo los más recordados el abogado aristócrata Montague Druitt, el inmigrante polaco Severin Klosowski (que había sido el homicida de sus tres esposas sucesivamente), Aaron Kosminski (cuya condición de judío hizo que buena parte de la opinión pública directamente deseara su culpabilidad) y un buscavidas irlandés llamado Francis Tumblety. Pese a que han pasado 135 años nunca, jamás, se supo quién fue.