El caso de la gimnasta Simone Biles puso en el tapete un tema del que se habla poco: la salud mental de los deportistas
El caso de la gimnasta Simone Biles puso en el tapete un tema del que se habla poco: la salud mental de los deportistas
El caso de la gimnasta Simone Biles puso en el tapete un tema del que se habla poco: la salud mental de los deportistas
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace más de un siglo, el 5 de marzo de 1918, el volante de marca Abdón Porte decidió suicidarse en el Parque Central, la cancha de Nacional, el club que defendía con extremo tesón y al que amaba "como el creyente a su fe", según escribió el histórico dirigente tricolor Numa Pesquera. La leyenda indica que Porte tomó esa decisión debido a su menguante rendimiento deportivo, el que hacía que a sus 24 o 25 años -se sabe que nació en 1893, no la fecha precisa- peligrara su lugar en el equipo titular. Eso se refleja en las dos cartas que dejó, una al presidente del club y otra a un familiar. Desde ese mismo momento, su autoeliminación adquirió tintes de tragedia heroica. Incluso inspiró cuentos de Horacio Quiroga (Juan Polti, half back) y de Eduardo Galeano (Muerte en la cancha). Una de las tribunas del Gran Parque Central lleva su nombre; una bandera de la hinchada de Nacional reza: "Por la sangre de Abdón"; muchos hinchas albos lo tienen como un ídolo eterno y un ejemplo de amor a la enseña hasta las últimas circunstancias.
Recién en los últimos tiempos se alzaron voces -tímidamente, ya que un mármol no es fácil de horadar- que cuestionaron que se glorifique la decisión tan trágica y extrema de un hombre con tanto por vivir. El 10 de marzo de 2018, cuando se cumplieron cien años del hecho y Nacional lo conmemoró de forma institucional, el sociólogo Víctor González, especializado en suicidios, fue uno de los expertos que criticó esa exaltación en una nota en El Observador: "En un país con altas tasas históricas de suicidio, ¿está bueno dar estos mensajes?".
Los tiempos cambian y estos últimos tiempos han sido muy conmocionantes en lo que refiere a la salud mental en general, en un país donde en 2020 murieron por suicidio 1,96 personas por día (la tasa de 20,30 cada cien mil habitantes es el doble de la media mundial), y la de los deportistas en particular. El fútbol, pasión mayor de multitudes, sufrió la autoeliminación en Argentina de Santiago Morro García (30 años) el 4 de febrero de este año, y una terrible seguidilla en 13 días: Williams Martínez (38 años, 17 de julio), Emiliano Cabrera (27, 22 de julio) y Maximiliano Castro (46, 30 de julio). Uno jugaba en el exterior, el otro en Montevideo, el tercero en el interior y el último se había retirado. Diferentes causas se barajaron como detonantes, como si solo hubiera uno en un fenómeno multicausal, en los distintos casos. A nadie se le ocurrió darle un tinte romántico a un hecho que no lo tenía.
"No conocí a (Emiliano) Cabrera, pero a los otros tres sí. Y eran tipos con los que ibas a la guerra, igual, que no se te pasaba por la cabeza que pudieran tomar esa decisión", cuenta a Galería Richard Porta, exfutbolista de River Plate, Nacional, Cerro y varios equipos del extranjero, hoy entrenador y periodista deportivo. En estos días también protagonizó, junto con otras personas de distintos ámbitos, como el periodista Leonardo Haberkorn, la comunicadora Karina Vignola y el psicólogo Alejandro de Barbieri, el spot No estás solo, del Ministerio de Salud Pública, para prevenir el suicidio.
Es que cuando Porta estaba viviendo un momento para el resto del mundo soñado, jugando en Italia, ganando muy buena plata, siendo muy joven, con su esposa a punto de dar a luz en Montevideo, sentía que estaba yendo barranca abajo. "A mí me tocó ir a Europa con 24 años, vivir en un apartamento soñado con cinco dormitorios, jugar en el Siena y encontrarme con una soledad impresionante. Tuve depresión y me quise volver a Uruguay, porque no jugaba. Luego de un año y medio me volví. Lo que siempre había soñado, estar en Europa, lo había perdido. Tenía un apartamento impresionante y me tiraba en un colchón de una plaza en el living. Un día mi señora se conecta a través de la computadora y ve que yo tenía la cabeza envuelta en papel higiénico. Y la verdad es que yo no recordaba cuándo me había hecho eso. La cabeza se me voló, suerte que fue usando papel higiénico...".
La preocupación por la salud mental en los deportistas no se está limitando al fútbol y a Uruguay. Muy al contrario: la bandera la terminó levantando la gimnasta artística estadounidense Simone Biles (24). Considerada la mejor del mundo, los ojos de todo el planeta esperaban que repitiera en Tokio 2020 todo lo bueno que había logrado en Río de Janeiro 2016. Pero ella demostró que ya no quería complacer a ese universo que le exigía ganar y brillar: en plenos Juegos Olímpicos se bajó de la competencia por equipos porque la cabeza le iba en una dirección y el cuerpo en otra. "Cuando entro en la alfombra somos mi cabeza y yo. Trato con los demonios que hay en mi cabeza. Después de la actuación que hice, no quería seguir. Tengo que centrarme en mi salud mental", dijo en rueda de prensa. Sus demonios tenían forma de un padre abandónico, una madre adicta y un médico deportivo abusador. Aun así, su decisión no generó unanimidades: hubo quienes empatizaron y destacaron que una atleta de elite pusiera el tema en el tapete y otros que cuestionaron que justo en los JJ.OO., haciendo lo que es su razón de ser desde los seis años, se bajara del potro.
Lo mismo había pasado con la tenista japonesa Naomi Osaka (23), la primera asiática en llegar al número 1 en el ranking femenino. Su vuelta a la competencia en los Juegos Olímpicos, donde incluso encendió el pebetero, fue su regreso a los courts tras dos meses en los que, también aduciendo privilegiar su salud mental, ella -hija de un haitiano, lo que explica el color de su piel totalmente exótico para Japón- se bajó de Wimbledon y Roland Garros.
"Todo lo que refiera a lo mental es capital en el rendimiento del deportista", resume el médico deportólogo Edgardo Barbosa. Es imposible que un atleta deprimido mantenga un elevado rendimiento. "Y las presiones son más altas a más alto rendimiento, como le pasó a esta gimnasta. Hay un punto en que si la salud mental no acompaña se tira por la borda todo el esfuerzo previo", subraya quien lleva 16 años trabajando en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).
"Estos temas van cobrando más trascendencia hoy en día. Se está generando más conciencia y se está reconociendo más", dice Marco Gentini, psicólogo especializado en el área deportiva y docente, integrante de Gol al Futuro y docente del Instituto Universitario de la Asociación Cristiana de Jóvenes (Iuacj). "En los deportes individuales, donde uno gana o pierde solo ante el mundo, se suele exponer más el factor mental. En uno colectivo quizá se ‘camufle' más".
Su colega Christian De los Santos coincide y precisa: "Está bueno hablar y traer la salud mental a los primeros planos. Ahora, hablar de salud mental es un recorte de la salud, cuando ahora se piensa en otro paradigma que es la salud humana en un abordaje holístico. Es que para muchos, hablar de salud mental es sinónimo de locura cuando el que va al psicólogo puede ir por un tema de malestar, de estado de ánimo y de autoestima", opina este profesional, que trabajó a nivel grupal (con Peñarol y Danubio) e individual (con el boxeador Eduardo Abreu). Para él, su trabajo tiene una complejidad particular en el caso de los deportes colectivos "porque hay que terminar generando sinergia y poner una actitud adecuada en una causa común".
El mundo está cambiando. Por suerte, atletas como el nadador australiano Ian Thorpe, el futbolista español Andrés Iniesta, el ciclista italiano Tom Dumoulin, el tenista sueco Robin Soderling, cuyas hazañas estaban a la vista de todos, pidieron ayuda y lograron salir del pozo. Fue muy tarde en cambio para el jugador de hockey sobre hielo ruso Roman Lyashenko, la golfista estadounidense Erica Blasberg o el futbolista argentino Alberto Vivalda, quienes decidieron de la peor manera dejar de sufrir.
En cualquier momento. La famosa frase mens sana in corpore sano corre en ambos sentidos, según coincidieron los distintos especialistas consultados por Galería. Un problema mental puede somatizarse en una lesión física muy persistente y rebelde a la hora de un tratamiento, dice Barbosa. "Somos una unidad psicosocial". Para eso, afirma, es bueno estar cerca no solo del deportista en cuestión sino de su familia. Según su experiencia, son los problemas afectivos con la pareja y las penurias económicas las principales causas que pueden derivar en la depresión. Otra sería la angustia del día después, lo que sienten al dejar la práctica deportiva y darse cuenta de que tienen la mitad de su vida por delante y no todos tienen un colchón económico o herramientas educativas para encarar su futuro. Otros extrañan la adrenalina de la competencia e incluso la notoriedad perdida.
Sin llegar a esos extremos, Gentini apuntó al famoso jugador "practiquero", lugar común que refiere a aquel, deportistas que en los entrenamientos descolla pero que a la hora de la competencia -ante público y ante las cámaras- no puede rendir. Ahí también lo mental juega. "En esos casos, hay que trabajar en la motivación, la confianza y la regulación de la ansiedad". El exjugador y entrenador argentino Jorge Valdano acuñó un término poético para estos casos: "miedo escénico". Desde la tribuna, los hinchas -cuya tolerancia suele tender a mínimos- utilizan conceptos bastante más agresivos.
Claro que casos como el de Simone Biles escapan en mucho al de la deportista que no logra rendir en instancias cumbres. Estamos hablando de una chica que tiene 24 años y 19 títulos mundiales. Su decisión en Tokio, en plena disputa de los Juegos Olímpicos, puso el tema en el tapete, le dio una amplificación superlativa y desperó unas cuantas interrogantes. "A mí sinceramente me dejó muchas dudas, habría que conocer más de cerca el caso", se sincera el médico deportólogo Barbosa. "¿Por qué le pasó ahora si ella sabía en todo momento a lo que iba? Nosotros se lo decimos a los jugadores desde que están en inferiores: ustedes siempre deciden lo que hacen en función de su carrera, deciden no ir a cumpleaños para estar bien para los partidos, siempre están tomando elecciones para poder competir". Eso es tanto válido para un equipo de fútbol como para uno de gimnasia artística.
Por su lado, el psicólogo Gentini indica que poner el foco en el momento en el que Biles decidió decir basta es "muy simplista" y equivale a la de los hinchas "que critican que un jugador de fútbol gane plata por entrenar toda la semana y luego no sepa darle a la pelota". Para él, las marcas y los logros que ella misma había logrado eran un arma de doble filo. "No soy el próximo Usain Bolt o Michael Phelps, soy la primera Simone Biles", había dicho la atleta antes de la competencia japonesa, cuando muchos cargaban sobre sus hombros el peso de ser la superestrella olímpica. "Es posible que le haya hecho ruido la comparación con otros, lo que le generó más presión. Quizá ese factor le hizo vivir de forma diferente estos juegos", agrega el especialista.
En su situación particular, se incluye la denuncia a Larry Nassar, exmédico de la selección de gimnasia de Estados Unidos, condenado a 60 años de prisión por abusar a más de 300 mujeres, entre ellas gimnastas laureadas y entre estas la propia Simone. "Los hechos traumáticos quedan en el subconsciente como un empuje emocional, donde literalmente se vive esa situación", explica De los Santos. "Cada uno tiene su propia madurez personal, animarse a poner un límite lleva tiempo, quizá porque sean cosas que dan miedo hablar por temor a las repercusiones. Y si (Biles) no hizo esto antes, quizá era porque no se animaba", resume este psicólogo deportivo, quien al igual que su colega desestima hacer eco en el momento en que la gimnasta decidió priorizar la salud mental, su salud mental.
Todo eso multiplicado por la presión de la mirada del otro -"la pulsión escópica, según el análisis freudiano", lo llama De los Santos-, que es directamente proporcional a la notoriedad del deportista, que se siente en el supermercado, en la calle, en el tránsito, que hacen que su vida privada ya no sea tan privada.
"A veces, cuando uno pasa momentos difíciles, momentos que son una racha tras otra de dificultades, pierde un poco la confianza y la seguridad. Mi entrenador me ha ayudado muchísimo en este proceso, mi psicólogo también. Hacemos un equipo muy lindo y sobre todo trabajamos la parte emocional, que para mí fue lo más desafiante", dijo una emocionada Déborah Rodríguez luego de clasificar a la semifinal olímpica de los 800 metros llanos en Tokio. Desde los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro a hoy ella sufrió muchas críticas -incluso unos insólitos cuestionamientos políticos- que la afectaron anímicamente, pero volvió de Japón siendo la 19ª del mundo y la mejor de Sudamérica en la especialidad.
Luces que se apagan. El médico Edgardo Barbosa recuerda los "bajones anímicos" que sufrió el plantel de la selección uruguaya de fútbol en su empedrado camino al Mundial de Sudáfrica 2010, que fue el mojón inicial de una nueva era para la celeste. También recuerda al Morro García: "Lo conocí a los 14 años y estaba en selecciones juveniles, siempre sonriendo. No hubiera imaginado nunca lo que pasó".
No todos los jugadores reaccionan igual ante las presiones del entrenador, de los hinchas, de la familia (que, se ve desde el baby fútbol, deposita excesivas esperanzas en sus habilidades) y, ahora, de las redes sociales. También está la subjetividad y las características de cada personalidad. No todos responden de la misma forma frente a una tribuna que se vuelve en contra. Pero ni siquiera los mejores están a salvo. Ronaldo Luis Nazario tenía 21 años cuando su selección, Brasil, se aprestaba a jugar la final del Mundial 1998 contra el local, Francia. Horas antes del partido sufrió convulsiones que a cualquier otro jugador lo hubieran sacado de la cancha; sin embargo, jugó. Más allá de una serie de desmentidos, este episodio -uno de los más sonados de la historia de los mundiales- fue atribuido a un cúmulo de presiones: las del cuerpo técnico, dirigentes e hinchas brasileños que no aceptaban jugar el partido decisivo sin su estrella, las de la Nike, que era la indumentaria oficial de la verdeamarelha (rumor que corrió de forma muy fuerte y que rechazó la propia empresa en un comunicado) o una presunta infidelidad de su entonces novia, Susana Werner. Ronaldo, un monstruo del fútbol, quizá jugó el peor partido de su vida.
"Cuando uno hace algo por los demás, para responder a una elite o a alguien más, ahí se empieza a perder el timón, el rumbo. Uno pierde el foco de los objetivos y las metas. Eso pasa en el deporte y en la vida", dice De los Santos.
El fútbol, en el mundo en general y en Uruguay en particular, no en vano la tierra de la "garra charrúa", el de "un huevo en cada zapato y a la cancha" y el de "ganar a lo macho", tiene una idiosincracia muy machista, donde el hombre no llora y no puede sentir miedo so pena de que se le cuelgue el infamante rótulo de "cagón". "Entonces, cuando te sentís mal no lo decís. Seguís sintiendo lo mismo pero no te animás a compartirlo. Y eso es muy difícil en un país donde la tasa de suicidios es muy alta y el 80% de los suicidios los cometen hombres", agrega Gentini.
Richard Porta se retiró a los 34 años y, por suerte, supo que le quedaba mucho por vivir. A los 35 debió retomar asignaturas que había dejado en tercero de liceo, hizo el curso de entrenador y de periodismo deportivo. Él, que jugó en Italia y en los Emiratos Árabes, estuvo dos años sin ingresos viendo cómo los ahorros disminuían, pero salió adelante. No fue fácil, cuenta; nada fácil. "Nunca llegué a pensar (en matarme), sí en pedir trabajo en donde fuera. Llamé a mucha gente para pedirle laburo, sin importar de lo que fuera, pensando en que tenía tres hijas y que por ellas tenía que darle para adelante. Todo tiene solución, menos la muerte. A muchos futbolistas les cuesta hacer cosas así, porque pensamos que somos reyes y que no podemos hacer otra cosa. Vos fijate que yo hace tres años que ya no juego y siete que me fui de Nacional y todavía me paran los hinchas en la calle y me piden una foto. Pero es muy bravo el ‘qué dirán'. A muchos les da vergüenza que te vean atendiendo gente. Hoy hay gente que me ve en (el programa de Canal 10) Punto Penal y que sabe que soy entrenador y me pregunta: ‘¿Cuántos kioscos querés tener?', como si fuera un pecado. Yo contesto siempre lo mismo: estuve dos años sin trabajar y nadie me extendió una mano".
El doctor Barbosa es tajante: "No hay dudas de que es bueno que se hable más de salud mental que antes". Porta, exdelantero, dos veces goleador del campeonato uruguayo, también lo celebra: "Ahora, con todo esto que pasó, hay más de 20 casos que pidieron ayuda y que se están tratando gracias a la Mutual (de Futbolistas). Eso está bueno, porque el deportista se calla y se come todo lo que pasa, y es el que se queda en su casa cuando se apagan las luces".
PIDIENDO AYUDA
El presidente de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, Diego Scotti, dijo que "varios" deportistas "han pedido ayuda (psicológica) por distintos temas", ante una consulta de Galería por este tema. "Se los deriva a un profesional que los recibe".
¿Y qué hacer en estos casos? El psicólogo deportivo Christian De los Santos señala que depende de las particularidades de cada caso. "Puede ser un tema familiar, de amor, alguna enfermedad, preocupaciones económicas... recién entonces ves cómo trabajar esa angustia particular y ves qué metodología aplicar. También tenés que ver las habilidades emocionales que tenga la persona". Una de las intervenciones más recordadas de este profesional fue con el boxeador Eduardo Abreu, a quien ayudó a fines de 2019 a volver a combatir; Abreu había quedado muy afectado tras una pelea que realizó en Argentina tras la cual murió su rival.
También Marco Gentini señala que hay que estudiar cada caso de forma particular. "Hay que ver qué nivel de depresión tiene, si tiene pensamientos de autoeliminación o no, para ver el cuadro y luego comenzar un tratamiento que puede ser interdisciplinario; a veces se requiere psiquiatra para una medicación que estabilice la regulación química en el cerebro. Durante el tratamiento hay que hacer foco en cuestiones positivas, ya que muchas veces la persona queda centrada en pensamientos negativos".
Tanto en deportistas como en no deportistas, el aislamiento, el corte de sus vínculos más cercanos, la reclusión, la irritabilidad y el surgimiento de conductas "bipolares" (pasar de la euforia al desgano alternativamente) pueden ser indicadores de que algo pasa.