La curiosidad erótica y la fantasía cumplen un rol fundamental en el deseo, tanto del hombre como de la mujer, pero la realidad es que la mujer no siempre se permite tenerlas, o no se hace el tiempo para cultivarlas.
Ellas también se aburren. Hace 25 años que Carlos Moreira, fundador de la Clínica Masters, se dedica a la sexología médica, y nunca tuvo tantas consultas de mujeres jóvenes por bajo deseo sexual como ahora. Cuando recién comenzó, los casos más frecuentes eran mujeres perimenopáusicas o menopáusicas, con bajo deseo, pero la cosa cambió radicalmente en las últimas dos décadas. Él se lo adjudica fundamentalmente al doble rol de la mujer —dentro de la casa y fuera— y a las exigencias que de ello derivan.
Otras veces, el motivo del bajo deseo no está precisamente fuera del dormitorio. Según Perel, es un mito que los hombres dejan de interesarse sexualmente en su pareja antes que ellas. De hecho, algunas investigaciones demuestran que las mujeres pierden interés antes y en forma más repentina que los hombres. Psychology Today cita un estudio de la investigadora australiana Lorraine Dennerstein que concluye que la baja en la libido femenina en la adultez está fuertemente ligada a la pérdida de interés sexual en su pareja de larga data. Según Perel, “a menudo pensamos que las mujeres no están interesadas en el sexo, pero sería más acertado decir que las mujeres a menudo no están interesadas en el sexo que pueden tener”. Sí, ellas también se aburren de tener siempre el mismo compañero. El saber que algo está seguro, o la sensación de que lo está, no es precisamente un afrodisíaco.
Daniel Bergner, autor de What Do Women Want?: Adventures in the Science of Female Desire, derribó unas cuantas teorías con este libro publicado hace dos años. En él, el periodista asegura que las mujeres no están genéticamente programadas para sobrellevar mejor la monogamia que los hombres. “Eso es casi un cuento de hadas”, asegura, pero aclara que “es importante distinguir entre el nivel de deseo sexual y lo que elegimos para nuestra relación por todo tipo de razones”. Es decir que la mujer probablemente siga eligiendo la monogamia o la conservación de una pareja por mandato o por una noción de familia que prioriza conservar. “Creo que tiene que ver con la fuerza de la cultura”—dijo el autor en una entrevista. “Los hombres que piensan que son solo ellos los que están teniendo problemas con la monogamia, y que sus esposas o novias comprometidas están más o menos bien con ese tema, pueden tener mucho de qué preocuparse”.
Algo de narcisismo. La sexualidad femenina, afirma Bergner, se ha ido domando; se la ha enjaulado, de alguna manera. En su estado natural, no sería tan racional, civilizada y balanceada como se la plantea, sino que tendría mucho de animal y de voraz. Según Bergner, está subestimada y es una fuerza contenida: “Esas barreras son un testamento del poder del deseo en sí mismo, porque debe ser muy fuerte para superarlas”. Es decir que hay una zona de la sexualidad femenina instintiva con la que pocas mujeres están en contacto, porque han sido educadas para no estarlo. La crianza incide brutalmente en cómo la mujer se posiciona frente al sexo. “Dime cómo te amaron y te diré cómo harás el amor”, resume Perel. Y entonces algunas preguntas pueden dar muchas respuestas. ¿Tenías permitido tener necesidades de niña? ¿Desear cosas? ¿Tenías permitido sentir placer? ¿Llorar y que te vieran? ¿Reír fuerte? ¿Te sentías protegida de niña o sentías que tenías que proteger?
De allí se puede desprender por qué a una mujer le puede costar entregarse del todo a la experiencia, a perder el control. Perel lo ve con frecuencia en su consulta, y ha visto también una frecuente preocupación de las mujeres por no demorar demasiado en llegar al orgasmo. “Para sentir que no estás tardando demasiado necesitas sentirte lo suficientemente valiosa como para tomarte todo el tiempo que necesites. Eso significa que no estás pensando en lo que la otra persona piensa. Significa que no estás pensando, punto, porque estás en tu cuerpo, experimentando la belleza y los placeres de hacer el amor, de la intimidad erótica. (…) Aquí es donde ves también el miedo a que la otra persona no sea lo suficientemente paciente contigo, el miedo a que no le importes lo suficiente como para darte el tiempo que necesites”. En definitiva, se relaciona directamente con la relación que cada una tiene con su propia valía. Perel también hace hincapié en la importancia de sentirse querible y deseable. “Les pregunto a todas las mujeres: ¿Querrías hacer el amor contigo misma? Si la respuesta es no, ¿por qué le darías la bienvenida a alguien más?”.
Marta Meana, psicóloga clínica que ha centrado sus estudios en el comportamiento sexual femenino en comparación con el masculino, introdujo recientemente el concepto de narcisismo en lo vinculado al deseo femenino. Según la experta, la mujer quiere ser objeto de admiración erótica y necesidad sexual de su pareja, sentir que el hombre no se puede contener a causa de algo que ella generó. “Me considero feminista”, dijo a The New York Times, ¨pero lo políticamente correcto no es sexy en absoluto. Para la mujer, sentirse deseada es el orgasmo”.
Es decir que en el dormitorio, las reglas de juego cambian. Los roles que se interpretan afuera (como la maternidad) deberían quedarse allí, justamente porque el deseo y el placer tienen su base en el egoísmo, en centrarse en sí misma y olvidarse de todo lo demás. Ahí radica también, para algunas, la mayor dificultad.
Un shot de libido. Las investigaciones avanzan y todavía no se ha llegado a la fórmula que eleve a las nubes la libido femenina. Lo que sí se ha comprobado es que algunas sustancias la reducen notoriamente por razones bioquímicas y hormonales. Los antidepresivos, está demostrado, disminuyen el deseo sexual y la capacidad de alcanzar el orgasmo. Las pastillas anticonceptivas pueden generar también una pérdida del deseo. Según Moreira, este efecto empieza a verse cuando hace unos 10 años que se están tomando.
A la vez, un estudio reciente realizado en la ciudad de Bonn, Alemania, demostró que el uso de anticonceptivos hormonales disminuye el efecto de la oxitocina, conocida como la hormona del apego. En las usuarias de la píldora se comprobó que la oxitocina no era capaz de activar los circuitos de recompensa en sus cerebros, redundando en que sintieran menos placer al ver las caras de sus parejas y una respuesta disminuida a los estímulos eróticos.
En contrapartida, se ha descubierto que la testosterona —siempre recetada por un médico— puede aumentar el deseo en la mujer. Si bien tiene sus contraindicaciones —no pueden recibirlo mujeres que ellas mismas o sus madres hayan sufrido algún tipo de cáncer hormonodependiente, que tengan trastornos en la coagulación o hipertensión arterial maligna— es lo que, según el especialista, mejor funciona.
La doctora Margarita Díaz, que también atiende a pacientes con bajo deseo sexual, concuerda en los beneficios de la testosterona para aumentar la libido en mujeres mayores de 50. “Se debe tener en cuenta que la indicación de dosis, frecuencia y vía de utilización son tarea del médico. Existen riesgos y beneficios en todo tratamiento y, en este caso, puede cambiar el vello, la textura de la piel y las características de la voz. Esto tiene que estar claro para la paciente desde un principio”, aclaró.
El año pasado se expidieron en Estados Unidos 14 millones de recetas de testosterona para mujeres, pese a que la FDA (Food and Drug Administration) no autoriza el uso de esta hormona en mujeres. Según algunos sexólogos, no es tanto por sus contraindicaciones, sino por el corte conservador del organismo, no tan atento a este tipo de necesidades femeninas. El único medicamento para tratar el trastorno del deseo sexual hipoactivo generalizado que aprobó la FDA hasta el momento —en agosto de 2015— fue el Addyi (flibanserina), popularmente llamado viagra femenino. Pero según Moreira, su precio excesivo y falta de efectividad han hecho que se recete muy poco.
En términos psicológicos, el especialista pone énfasis en trabajar en lo vincular, con terapias que apuntan a mejorar la comunicación. “Hay parejas que llevan 20 años de casados y él nunca se enteró si ella orgasma o no. Eso lo vemos muy seguido”, dijo; “es clave que el hombre aprenda el password de su pareja, y eso fundamentalmente es a través del diálogo”, que recomienda sea fuera de la cama, porque en ese terreno se está más vulnerable.
En los últimos tiempos, el sexólogo ha notado otro cambio en la consulta: “Nunca me mandaron tanto eyaculador precoz, eso hace 15 años no se veía”, dice. Es decir que ellas, las de las nuevas generaciones, puede que se sientan afectadas por falta de deseo, pero también se están animando a hablar y a ocupar un rol más activo en la relación. Esto habla de una mayor fluidez en la comunicación y, con suerte, de un tabú que empieza a derribarse. Y eso siempre es una buena noticia.
Los chats de “las madres de Whatsapp” no ayudan a erotizarnos
Lo que consumimos nos define. Y puede elevar la libido o bajarla. Mirar porno unas horas antes del encuentro sexual, por ejemplo, ayuda a irse preparando para él. En ese sentido, lo que nos llega a través de nuestros teléfonos móviles también influye.
Nerea de Ugarte —psicóloga chilena especializada en sexualidad humana y terapia sexual femenina— hizo un experimento bastante casero pero ilustrativo que compartió en una conferencia TED. Le pidió a su marido si podía revisar su celular con el propósito de comparar un día de conversaciones de WhatsApp de su marido con sus amigos con un día de conversaciones de WhatsApp de ella con sus amigas. A las nueve de la mañana, “él parte su estimulación cognitiva mental con esta chiquilla”, dice mostrando la foto de una chica semidesnuda. “Yo parto mi estimulación cognitiva mental con los zapatitos que le compraron a León”. A las 12, él recibe una foto similar a la primera; ella, una foto del diente nuevo de Mateo. Él vuelve a recibir una foto provocativa a las 16, y ella una foto de unos zapatos con la pregunta de una amiga sobre qué ponerse el fin de semana. Lo mismo a las 7 de la tarde y a las 9 de la noche. “Hora de acostarse. Él estimulado desde las 9 de la mañana, y yo recién esperando que me vengan las ganas, que me excite, que me busque, que se la juegue, que no sea básico, que no vaya directamente al grano”, dice, y se pregunta: “¿Qué pasaría si yo me preocupara un poco más de estimular mi mente como lo hace él, en vez de dejarle a él la completa responsabilidad de mi deseo?”.
La petite mort
Según un estudio internacional en el que participaron más de 200 expertos de 60 países reunidos en 17 comités, la cuarta parte de las mujeres del mundo no pueden alcanzar el orgasmo.
Los motivos han sido incansablemente investigados. Un estudio reciente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Queensland, en Australia, estudió a casi 1.500 pares de gemelas para averiguar si podía relacionarse algún factor social o de personalidad, o algún rasgo genético, a la mayor o menor ocurrencia de orgasmos en la mujer. Los resultados demostraron que no existe un vínculo entre el orgasmo y los 19 aspectos analizados: el estatus ocupacional, la clase social, nivel educativo, la extraversión, el neuroticismo, el psicoticismo, la impulsividad, las enfermedades de la infancia, el estrés materno de la gestación, el estado civil, el liberalismo político, las actitudes restrictivas hacia el sexo, la libido, el número de parejas sexuales de por vida, el comportamiento sexual de riesgo, la masculinidad, la orientación hacia el sexo sin compromiso, la edad del primer coito y la fantasía sexual. Es decir que, por ahora, lo único que se ha logrado es descartar cualquier tipo de patrón, lo que lleva todo a fojas cero.
Consultado por galería, Enrique Burunat, profesor de Psicobiología de la Universidad de La Laguna de Tenerife, observó que la dificultad de un gran número de mujeres para obtener orgasmos en sus relaciones sexuales está siendo encarada por los profesionales de la psicología y la psiquiatría atendiendo a factores y empleando estrategias que —según el trabajo de este equipo australiano— no tendrían relación con que la mujer experimente o no orgasmos (dado que este hecho no parece estar asociado con ningún otro factor de personalidad, histórico, o conductual de la mujer). Según el experto, la anorgasmia probablemente también tenga un origen cultural, de índole educativa y cultural, “en una sociedad humana dominada por el hombre y su experiencia de la sexualidad”. Y concluye: “Frente a las diversas perspectivas antes mostradas, realmente quizás sean el desconocimiento de la importancia del amor como factor causal del origen de la humanidad, junto con la subordinación del amor a la sexualidad en la sociedad actual, los responsables del etiquetado de tantas mujeres con patologías como la anorgasmia que, quizás, serían inexistentes si fuera el amor, y no en muchas ocasiones solo el sexo, el que uniera a las parejas humanas”.