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Mauricio Kolenc hace piezas de ajedrez, cuencos y utensilios de cocina de madera, tiene 41 años y es tornero por opción, un oficio que desempeña hace 20 años
En 2013, a Mauricio Kolenc le dieron el Morosoli a las artes plásticas. “En una época hice muchas muestras, gané premios por piezas decorativas y de arte. Hasta que me di cuenta de que era más lindo hacer objetos que las personas pudieran usar. Me gusta que haya trabajos míos funcionando todos los días”, dijo Kolenc a galería. Está sentado en su banco de trabajo en un pequeño cuarto construido en el fondo de su casa en Villa del Cerro. Una capa fresca de viruta cubre el suelo, resultado del torneado de un cuenco en la mañana. En ese momento comienza a dar forma a un segundo tronco. Trabaja y habla, rodeado de tornos, gubias —punzantes con mangos y filos distintos—, un afilador y una aspiradora de polvo industrial. Él afila y les hace mangos a todos sus utensilios, como una forma de controlar al máximo su trabajo. Afuera hay gato, gallinas, y un sinnúmero de plantines, sobre todo paltas y frutales, pues la quinta es otra pasión de este artesano.
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Mauricio es tornero, pero pudo ser geólogo. A los 17 años, cuando terminó el liceo, por mandato familiar, empezó la universidad, pero también iba a la UTU a aprender ebanistería. Sabía que la madera era su vocación y con el tiempo logró dejar la facultad. “Tradicionalmente, cada pueblo tenía un tornero, era el que hacía los morteros, los palotes de amasar, los platos, las cucharas, y a mí eso me fascinaba”, dijo.
El vínculo entre él y su oficio surgió cuando, aún estudiando en la UTU, vio a un artesano hacer una pata en un torno. “Al poco tiempo me compré las herramientas, y a la semana estaba haciendo patas para los carpinteros”, comentó. Sin tutoriales de YouTube y con pocas personas dedicándose a esto, Kolenc se autoeducó, compró libros, miró fotos y encontró en Inglaterra y Alemania a sus referentes, como los británicos Allan Batty y Bill Jones (quinta generación de torneros en A.W. Jones).
“Cuando cuento lo que hago, la gente cree que soy carpintero, pero la tornería y la carpintería tienen una única conexión, y es que a veces usan las mismas piezas de madera”, aclaró Mauricio. Su oficio es ancestral. “Lo único que ha cambiado en tornería en miles de años es que hay electricidad. Ahora los tornos son eléctricos, y la calidad del acero de las herramientas. El resto es exactamente igual”, agregó.
Hoy, Kolenc no compite contra otros torneros, sino contra la industria, con empresas que fabrican cuencos para ensaladeras y juegos de ajedrez. Está en el ojo del consumidor encontrar la diferencia y apreciar el valor de una pieza artesanal hecha durante meses. “Las prioridades sobre la madera han cambiado. La gente prefiere gastar poco y cambiar el juego de dormitorio cada dos años, en vez de invertir en uno para toda la vida”, comentó.
Según su cuenta mental, Mauricio hizo alrededor de 6.000 cuencos en 20 años, un trabajo que alterna con la restauración y elaboración de piezas de ajedrez. Dijo que recientemente repuso una pieza de un juego que perteneció a Zorrilla de San Martín, y que además hace las cajas para contenerlos, clavijas de instrumentos musicales, roscas hechas a mano para saleros y pimenteros de quebracho reciclado de marcos antiguos y puertas de demolición. También hace palotes de amasar, morteros, pulseras, cucharitas de varios tipos, repara patas de piano para el Sodre, crea matrices de sombreros, carretes de teatro, y a veces también restaura muebles, un oficio que aprendió en sus inicios. Pero el cuenco y el ajedrez son sus pasiones de la última década.
En particular, cada cuenco lleva años. Primero está el árbol, y luego conseguir buena madera, plausible de ser torneada. “Trato de usar árboles exóticos, como el fresno, ligustro, quebracho, olivo, paraíso y morera, que son muy invasivos. Vas agarrando experiencia y gustos”, contó Kolenc.
Este oficio requiere de mucho espacio. La casa de Mauricio es antigua y está llena de recovecos donde estiba piezas de todos los tamaños, y hasta troncos. “Trato de recibir troncos enteros, que corto en cuatro, les aplico cola en las puntas para sellarlos, y los estibo durante cuatro o cinco años para que se sequen”, explicó.
La técnica para obtener el cuenco, según comentó este artesano, no es simple, pues no se trata de cortar un tronco en rodajas. El centro del árbol debe quedar en una de las caras, y no atravesarlo. Al respecto Mauricio señaló: “La pieza va con la veta de la madera a lo largo. Esto genera mucha merma, pero se convierte en viruta, y puede compostarse o quemarse en la estufa”. Después de este corte se obtiene un trozo más o menos redondo, que se coloca en el torno para, con una gubia, ir moldeando el cuenco mientras la madera gira, cuidando que no se raje. A Mauricio le toma no más de 20 minutos realizar este proceso, seguramente debido a la experiencia. Finalmente, la pieza se estiba durante al menos tres meses para que se seque, antes de volver a colocarla en el torno y darle el acabado final. Como la madera respira, existe la posibilidad de que en el secado se raje. “A los cuencos más delicados se los unta con parafina para que pierdan la humedad más lentamente y evitar que se rajen. Perder un cuenco es triste. Hay torneros que dicen que pierden 5%, en mi caso es menos de 1%”, mencionó Kolenc. Y agregó: “Tengo ahora 100 cuencos secando, por lo que requiero de mucho espacio”.
“El lugar donde soy más feliz es acá, en el taller. Disfruto tanto de tornear madera; no lo hago por trabajo ni para hacerme millonario. Para sobrevivir con un oficio de este tipo se precisa no estar muy apurado por recuperar el tiempo que invertiste. Es un proceso largo, lleva años”, reflexionó Mauricio.