Esta historia tiene muchos principios. Porque está repleta de equipos que renacen para reivindicar viejas hazañas o cantar nuevas victorias; y porque con solo una hoja y una pluma, cada tanto surgen estrofas que cambian la manera de hacer música y jugar fútbol. Uno de los posibles comienzos tiene como puntapié inicial la llegada de una carta desde Uruguay a París hace 40 años. El remitente: su padre. El destinatario: Jaime Roos. A través de un sobre sellado que contenía el recorte de un suplemento deportivo, el compositor uruguayo radicado en Francia se enteró que su equipo, el Club Atlético Defensor, había sido campeón uruguayo en 1976 y dinamitado la monotonía de 43 títulos, hasta ese año divididos entre Nacional y Peñarol. Roos leyó la noticia de su padre, se sentó a escribir versos, compuso “Cometa de la farola” —dedicada al club de Punta Carretas— e hizo historia en la música uruguaya: fue, según él mismo definió, la primera “murga pop”. Un adelanto de lo que vino después.
La creación de “Cometa de la farola” es uno de los relatos que el comunicador y murguista Mateo Magnone incluye en el libro “Uruguayos cantores”, publicado por el sello Ediciones B. A través de una antología de canciones creadas en los últimos 90 años, el texto repasa el vínculo histórico entre la música y el fútbol en Uruguay, e identifica como raíces a “Uruguayos campeones”, compuesta por Omar Odriozola un año después del triunfo de la selección en la Copa América de Chile 1926, y “Vayan pelando las chauchas”, escrita a bordo de un barco por un jugador celeste, durante el regreso a Montevideo de los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928 y con el oro bajo el brazo. El repertorio empieza en 1927 con temas dedicados a aquella selección, atraviesa la década de los 60 y se detiene en la de los 70 y 80, cuando esta relación desarrolló su costado más metafórico. Sigue en los 90, con un retorno al pasado triunfal, y termina en el siglo XXI con el rock y más canciones con temática futbolera en la música popular uruguaya.
Antes de ser libro, “Uruguayos cantores” fue una nota. Y antes de ser nota, fue una serie de columnas radiales. En el verano de 2014 y 2015, Mateo, que proviene de una familia de músicos y se dedica a la producción e investigación en cultura, participó en el programa deportivo “13 a 0” (El Espectador) con un espacio sobre música y fútbol; aquellas intervenciones se volcaron al papel y publicó una nota en “La Diaria”; y eso despertó el interés del editor Joaquín Otero para que el autor profundizara la investigación y la transformara en un libro testimonial.
Para narrar el detrás de escena de esta banda sonora, Mateo entrevistó a casi todos los cantautores que menciona en las páginas de “Uruguayos cantores”. El relato de la primera mitad del siglo XX lo completó en el archivo del Museo y Centro de Documentación de Agadu, donde se topó con partituras originales de himnos del deporte nacional como “Uruguayos campeones”. Ahora, con el libro en mano, además de reírse al recordar las innumerables versiones y reescrituras que surgieron a partir del tema de Odriozola, habla de la hermandad entre el rol del futbolista y el del murguista, y explica cuáles fueron los mojones en esta historia que mezcla estrofas, hazañas, acordes y, también, grandes fracasos.
—Casi todas las letras que aparecen en el libro rescatan lo glorioso del fútbol del país, aunque muchas fueron creadas en épocas de sequía. ¿Cuál cree que es el rol de la música en este sentido?
—La añoranza siempre está presente. El logro de Maracaná, por ejemplo, reaparece constantemente. Fijate que la épica uruguaya está hecha en función del fútbol. Nos condiciona la vida; un mal resultado, una pelota en el palo, nos deja pensando muchísimo tiempo. Sin embargo, la investigación sobre fútbol en el país es muy escasa. Hace un tiempito se armó un grupo interesante en la Facultad de Humanidades dedicado al estudio del deporte. Y “Uruguayos campeones” trata de hacer un aporte a eso: dar una visión más antropológica.
—El libro comienza en 1930, cuando Odriozola improvisa en Paso de los Toros estrofas del tema “Uruguayos campeones”, que había escrito tres años antes. ¿Ahí nace el vínculo entre la música y el fútbol?
—Hubo algunos vínculos previos, pero por su significancia la tomé como madre de lo que vino después. Es una canción que tuvo muchas reversiones. Y su particularidad es, sobre todo, los cambios en su letra, que fue actualizándose hasta hoy. La frase “uruguayos campeones de América y del mundo” es muy contundente y duradera. Fue escrita en un bar y probablemente en pocos minutos, pero 90 años después sigue sonando. Tanto el concepto de triunfo como el de la añoranza del triunfo hacen que se sostenga en el tiempo. Mientras gano la canto, y mientras no gano la canto igual.
—La canción fue para los Patos Cabreros. ¿Por qué cree que el vínculo más estrecho se dio con la murga?
—Antes de “Uruguayos campeones” hubo un vínculo fuerte entre murga y futbol, porque los integrantes de la primera murga, La Gaditana, fueron los fundadores de Central Español. Creo que es más estrecho que otros géneros porque comparten estructura: la murga como colectivo tiene mucho que ver con el equipo; eso del vestuario, de la camiseta y el traje, los roles del plantel. Se puede extrapolar el Teatro de Verano al Estadio Centenario como lugar mítico donde uno va a mostrarse, a dejar todo ante jueces y tribunas.
—Siempre fue así, pero usted marca un punto de quiebre en la década de los 60.
—Sí. Hubo una generación de cantautores que en los 60 generó un cancionero impresionante. Hablo de Zitarrosa, Viglietti, Los Olimareños, Numa Moraes, Yamandú Palacios, entre otros, que terminaron exiliados y censurados en dictadura. En esa época hubo otra camada de cantautores un poco más jóvenes que tomaron la posta y urbanizaron la canción. Ahí apareció Jaime Roos, Rumbo, Leo Maslíah, Fernando Cabrera, Rubén Olivera, Laura Canoura, Estela Magnone.
—Y el lenguaje futbolístico se coló en las letras como metáfora.
—Exacto. Aparece el fútbol como posibilidad metafórica. Hay canciones como “Ya no quedan centrojás” de Rumbo, de Miguel López, que en apariencia te están hablando de cuestiones que parecen futbolísticas pero en realidad hablan de un momento histórico, de la presencia de los militares, del plebiscito, de los exiliados. Y lo mismo sucede con Jaime Roos y “Tal vez Cheché”, que si bien la hizo ya finalizada la dictadura, usó la alegoría del ave Fénix para hablar del país que trata de resurgir de las cenizas. También pasa en democracia con “Pelota al medio”, de Jorge Lazaroff, para mí una de las canciones más poderosas de la historia. Todos estos músicos se dieron cuenta de la posibilidad lingüística que tiene el fútbol y lo aplicaron a sus creaciones.“Cometa de la farola” tiene mucha significancia: es la primera canción editada de Jaime, uno de los cantautores más importantes de los últimos 50 años, también es la que abre su discografía y en ella le canta a un club, Defensor, sin siquiera nombrarlo. Con “Cometa…” fue la primera vez que se hizo una canción de cero y se le destinó una instrumentación totalmente distinta. Fue la primera murga pop, con batería, guitarra y bajo.
—¿Si tuviera que novelar esta historia, Jaime Roos sería el protagonista?
—Sí, sobre todo porque su relación con el fútbol trascendió a la canción. Él usó el deporte como un elemento estético. Por ejemplo, el arranque de “Hermano, te estoy hablando” es un relato de (Carlos) Solé. A eso se suma que a partir de 1981 empezó a cantar con camisetas de equipos. Está, también, la famosa tapa del disco “Mediocampo” con la remera de Fénix, la de “Contraseña” con el cartel de un niño jugando fútbol, y la del último disco oficial “En vivo en el Río de la Plata” que tiene una pelota adelante y atrás un jugador saltando. En sus shows, antes de tocar, Jaime suele sacarse una foto con sus músicos como si fuera un plantel que está por salir a la cancha. Y la película “3 millones” es un capítulo aparte en su historia con la música y con el fútbol.
—¿Qué pasa actualmente, después de que bajó la euforia del Mundial de Sudáfrica y la Copa América 2011?
—Esto sigue. De hecho, las últimas canciones que menciona el libro aún no están editadas, como “Maestro”, de (Gerardo Dorado) “El Alemán”, dedicada a Tabárez. Creo que elvínculo entre murga y fútbol no se va a cortar, porque el lenguaje es inagotable y porque Uruguay está repleto de personajes e historias. Si bien cuando a la selección no le va bien, las creaciones musicales empiezan a mermar, nunca se apagan. El país tiene 200 años y el vínculo de la música con el fútbol 100.