En los últimos años, vedettes argentinas contaron en revistas y programas de chimentos que se habían sometido a operaciones y tratamientos para la zona vulvar y vaginal. Si bien sus confesiones tienen más de espectáculo que de opción médica, esta exposición puso sobre el tapete el rejuvenecimiento vaginal, un tema que puede ser más cercano a la salud y bienestar femenino de lo que parece.
La cuestión va mucho más allá de la apariencia estética de una parte del cuerpo de la mujer que no está para nada expuesta. La anatomía de la pelvis femenina —vulva y vagina— puede verse afectada por diferentes trastornos, que pueden ser provocados por problemas congénitos o por causas externas. Algunos problemas en esta zona del cuerpo pueden derivar en incontinencia urinaria, laxitud vaginal, falta de sensibilidad, dolor y resequedad.
Para aliviar estos síntomas existen diferentes ejercicios, tratamientos e incluso soluciones quirúrgicas, que permiten a las mujeres no solo recuperar la sensación de placer durante las relaciones sexuales, sino también volver a realizar acciones de su vida cotidiana tan simples como tomar refrescos durante las reuniones sociales, utilizar ropa ajustada o practicar ciertos deportes.
Fabián Rodríguez, profesor grado 4 de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, contó a galería, por ejemplo, que hay pacientes que se acercan a la consulta planteando que no pueden andar en bicicleta o usar jeans ajustados porque sienten molestia en esa zona. Esto ocurre, por ejemplo, cuando los labios genitales están más desarrollados de lo normal o sufrieron alguna alteración. Por ejemplo, con los años, los sucesivos partos o incluso debido a razones congénitas, los labios menores (los más internos) van perdiendo su fuerza y elasticidad, se hacen más grandes —incluso sobresalen de los labios mayores—, se descuelgan o se vuelven asimétricos, y eso genera incomodidad, flujos permanentes, infecciones o disminución de la satisfacción sexual.
Esto se conoce como “labios en forma de alas de mariposa”, explica Rodríguez, que trabaja en el Centro Médico Carrasco junto a un equipo de ginecólogos liderado por el profesor grado 5 Justo Alonso. El experto detalló que este trastorno puede ser muy incómodo para quien lo padece, debido a que la piel de los labios menores es más fina y sensible que la que rodea la zona y puede molestar al rozar con la ropa o la fricción. Durante la relación sexual la molestia se puede maximizar, dado que si los labios menores son muy grandes pueden remangarse con la penetración, y por lo tanto tironear y generar dolor.
Si la causa de esta patología es congénita suele manifestarse después de la pubertad, cuando aumentan los niveles de estrógeno de la paciente y la vulva crece. Entre las causas externas que pueden derivar en problemas vulvares, según señaló Rodríguez, la más frecuente es la episiotomía, una incisión quirúrgica que se realiza en el perineo para agrandar la abertura vaginal y facilitar el pasaje del bebé durante el parto vaginal.
Una nueva solución. Operaciones como la lipoplastia y la reconstrucción vulvo-vaginal no son nuevas en el país. Sin embargo, desde hace un tiempo estas intervenciones se pueden hacer láser, lo que permite que la piel vaya cicatrizando a medida que se hace el procedimiento, explicó Rodríguez.
En 2008, el ginecólogo argentino Gabriel Femopase, profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Córdoba, desarrolló la Reparación Vaginal Interna y Externa (Vier, por su sigla en inglés), un tipo de cirugía plástica que no tiene solo objetivos estéticos sino también funcionales. Entre ellos, corrige con láser patologías y disfunciones vaginales, como la laxitud vaginal, las asimetrías vulvares, algunos problemas que afectan a los labios menores y cicatrices de episiotomías que cicatrizaron mal o que fueron muy grandes y generaron retracciones en la vulva. Actualmente en Uruguay ya hay profesionales capacitados para realizarla, entre ellos, Rodríguez y su equipo. Es una cirugía que se realiza en quirófano y que se puede hacer de forma ambulatoria o puede requerir una noche de internación.
Ejercicio preventivo. Teóricamente, luego de un parto natural, el canal pelviano y la vagina se retraen, pero con el tiempo regresan a su estado original. En la práctica, la velocidad y efectividad de esa retracción depende de factores genéticos de la mujer. “En algunas mujeres con tendencia a tener pie plano, várices, hernias y/o escoleosis en la columna, hemos visto que debido a una debilidad del tejido conjuntivo llamada meiopragia, en ellas esa retracción de la vagina muchas veces no llega a lo que era previo al embarazo”, ejemplificó Rodríguez.
Según el experto, la gran mayoría de las mujeres que los consultan por estos problemas tuvieron partos naturales. En cambio, entre quienes tuvieron cesáreas, la incontinencia de orina al hacer esfuerzos y la hiperlaxitud vaginal es mucho menos frecuente.
No obstante, el médico no desaconseja el parto natural, si no que alienta a la mujer a informarse sobre las formas de recuperar la anatomía pélvica. “De antemano no se puede saber cómo se comportará el cuerpo después del parto, pero sí se pueden conocer un montón de ejercicios y tratamientos a realizar posteriormente para minimizar esa situación”, dijo Rodríguez, que hizo referencia a los famosos ejercicios de Kegel o las bolas chinas para tonificar los músculos pélvicos.
Pensando en sus pacientes que padecían incontinencia urinaria, en la década del 40, el ginecólogo estadounidense Arnold Kegel desarrolló unos ejercicios que tenían como fin fortalecer los músculos debajo del útero, la vejiga y el intestino grueso y controlar mejor su trastorno. Luego se identificó que la técnica —que implica relajar y contraer los músculos de esa zona de forma controlada— también ayuda a la recuperación tras el parto y tiene efectos benéficos en el campo sexual, pues colabora con lograr el orgasmo.
Para las mujeres que encuentren complicados a estos ejercicios, otra opción son las bolas chinas, dos esferas de silicona unidas por un cordón que se introducen en el interior de la vagina, y que permiten realizar los ejercicios de Kegel de modo involuntario y sin esfuerzo. También conocidas como bolas de geisha, tienen un leve peso que las impulsa a salir de la vagina, lo que lleva a que la musculatura de la zona se contraiga para retenerlas, y de ese modo se ejercite y tonifique. De esta forma se ayuda a combatir la incontinencia urinaria —que en muchas mujeres se desencadena con la edad y/o múltiples partos—, facilitar la recuperación postparto y la capacidad orgásmica de la mujer, entre otros beneficios.
El problema, opina Rodríguez, es que muchas veces los ginecólogos no informan sobre estas opciones, y la paciente no hace los ejercicios para tonificar la zona pelviana y vaginal en los dos años posteriores al parto, agrega. “Tampoco ayuda el hecho de que en Uruguay las bolas chinas se vendan en sex shops y no en farmacias —siendo que se trata de un artículo médico— porque eso puede generar cierto pudor en algunas pacientes”, agregó.
Una técnica novedosa. Otra solución pensada para tratar los problemas de la zona genital femenina es Refemm, un tratamiento incorporado recientemente por el Centro Médico Carrasco que se realiza con láser en el interior de la vagina para tratar diversos trastornos o simplemente rejuvenecer sus tejidos. Está recomendada para pérdidas involuntarias de orina, laxitud vaginal —que origina pérdida de placer en las relaciones sexuales— y sequedad en la vagina. El procedimiento es indoloro y ambulatorio, dura unos 30 minutos, y se hacen en promedio tres sesiones —aproximadamente una por mes— aunque varía según las necesidades de la paciente.
Como el tejido vaginal, al igual que el resto de la piel, está compuesto por fibras de colágeno que le otorgan tensión y flexibilidad, lo que hace Refemm es tratar la zona con un láser de dióxido de carbono. Esto hace que se contraigan las fibras del tejido y se estimule la formación natural de nuevo colágeno, mejorando la funcionalidad de toda el área vaginal, normalizando el flujo sanguíneo, incrementando la lubricación, fomentando la resistencia inmunológica y restaurando la fuerza y la elasticidad de las paredes vaginales.
Un corte discutible. Según el especialista, la principal causa de problemas posteriores no es el parto vaginal en sí mismo sino la episiotomía. “Generalmente, la episiotomía es muy traumatizante para la vulva. Te diría que en este momento, 50% de los partos de madres primerizas se hace con episiotomía; y en los siguientes partos 80% se hace sin este procedimiento”, detalló Rodríguez, en base a datos de su experiencia en el centro hospitalario Pereira Rossell. Allí, tanto Rodríguez como el resto del equipo del Centro Médico Carrasco son docentes. “Como estamos vinculados a estos temas (de operaciones y tratamientos de rejuvenecimiento y reconstrucción vaginal) tenemos montones de fotos de vulvas después de una episiotomía, que se las mostramos a los estudiantes residentes para que sepan que ese procedimiento puede generar un montón de problemas a la mujer, y a veces incluso requerir una cirugía para arreglarlo”, agregó.
Los médicos que defienden el uso de la episiotomía suelen argumentar que este corte previene que la vagina sufra desgarros en el momento en que la cabeza del bebé atraviesa el canal de parto, pero según Rodríguez está demostrado que son preferibles los desgarros naturales. “La gran mayoría de las mujeres que no se hace episiotomía tiene un pequeño desgarro, pero eso no requiere tratamiento, no hay que hacer ni siquiera un punto para suturar. Cicatriza solo y esa cicatrización no deja consecuencias importantes. Solamente cuando sangra mucho hay que dar algún punto. Te diría que 90% de las veces no hay que hacer nada. Simplemente se cicatriza solo”, dijo el especialista.
Según informó Rodríguez, hay episiotomías que cicatrizan tan mal que incluso muchos años después de un parto aún son perceptibles cuando el médico realiza un examen de Papanicolaou, por ejemplo. Esa cicatriz, además, puede generar dolor a la mujer durante las relaciones sexuales. “Además, en una episiotomía mal hecha se pueden cortar las glándulas de Bartolino, que están en el introito (entrada de la vagina) y se encargan de lubricar esa zona genital de la mujer durante las relaciones sexuales”, agregó.